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Viejos conocidos otra vez en apuros

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Pixar, la productora de animación que pertenece a Disney, ha tenido suerte dispar con las dos secuelas que ha presentado de sus productos.

Cars 2 era innecesaria y estuvo muy lejos de la original: una historia sencilla y tierna fue reemplazada por una suerte de Rápido y furioso que nada que ver. Es la peor película de Pixar, lejos.

Pero por otro lado consiguió construir con Toy Story una de las grandes sagas del cine moderno; tanto la segunda como la tercera parte son tan buenas como la primera que, de paso, fue la que fundó el imperio Pixar y construyó los lineamientos éticos y estéticos por los que transitarían sus películas.

Buscando a Dory está en el medio de esos dos extremos. La primera parte, Buscando a Nemo, estaba muy bien, y ha sido vista hasta el cansancio por un par de generaciones de padres e hijos. Fue un exitazo de taquilla, por lo que esta secuela resultó inevitable.

Y no está mal. Ahora el centro es, claro, Dory, la pez cirujano que no tiene memoria a corto plazo y era uno de los encantos de la primera parte. Ahora, viviendo con Nemo y Marlin, los protagonistas originales, empieza a recordar algo y se manda en una travesía transoceánica para encontrarse con sus padres, de los que se perdió siendo pequeña y olvidó para siempre. Tras ella salen Nemo y su papá Marlin, quien sigue siendo temeroso pero es un poco más decidido por lo menos como para salir a buscar a una amiga en problemas. Todo termina en una especie de Mundo Marino donde deben enfrentar enemigos más simpáticos que peligrosos.

Buscando a Dory se afilia a algunas de las líneas argumentales clásicas de Pixar, y a otras un poco más recientes. Entre estas últimas está el manejo emocional que hace del espectador al que, una vez, más consigue llevar al borde del llanto de emoción. Esa ha sido una tendencia vieja en Disney (Bambi, por ejemplo) pero que se ha convertido en un sello de Pixar. Películas como Up, Wall-E, Intensa-mente y Toy Story 3 estaban cargadas de sentimentalismo. Les servía.

En Buscando a Dory vuelve a utilizarse el recurso: ¿hay algo más aterrador que un niño que no tiene memoria reciente lejos de sus padres en la inmensidad del océano? Para contestar esa pregunta, el tono es bien de comedia y nadie va a quedar traumatizado.

Y está todo el resto: el respeto al diferente, la decisión para superar cualquier obstáculo, la lealtad de los amigos y el viaje como una manera de llegar a una meta que, casi siempre, pasa por la superación personal del personaje principal. Y un montón de personajes secundarios que aportan gracia.

El final es un bastante tonto y parece el espíritu de la primera parte, pero a esa altura ya toda la platea está comprada, una vez más, por la originalidad de Pixar.

Buscando a Dory [****]

Estados Unidos, 2016. Título original: Finding Dory. Dirección: Andrew Stanton y Angus MacLane. Escrita por Stanton sobre una historia de Stanton y Victoria Strouse y Bob Peterson basado en personajes creados por Stanton. Fotografía: Jeremy Lasky. Música: Thomas Newman. Duración: 97 minutos. Estreno: 16 de junio.

CRÍTICA - CINEFERNÁN CISNERO

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