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Un viaje atípico hacia un mundo inconquistable

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Equipo: viajaron dos cineastas pero los 130 tripulantes ayudaron. Foto: Difusión.

Se estrenó El hombre congelado, sobre el hombre y la Antártida.

"Creo que todas las películas son lo que uno quiere hacer, lo que uno puede, y lo que los demás le permiten", dice Carolina Campo, directora de El hombre congelado, documental que se propuso mostrar cómo y quiénes acceden al fin del mundo, es decir a la Antártida. Se estrenó en Sala Pocitos (Cinemateca), y la recaudación será donada a los damnificados en Dolores.

Según el plan inicial, la película mostraría cómo es la vida en la base uruguaya, pero durante el trayecto la directora se enteró de que en ese momento había políticos y personalidades de visita, lo que arruinaba el ambiente de soledad que se proponía registrar. Fue entonces que se dio cuenta de que el barco de la Armada Nacional en el que viajaba —el que lleva las provisiones y tiene 130 tripulantes—, sería el protagonista. "Por eso digo que los caminos que se cierran también son tu película: resultó que encontré en ese viaje lo que estaba buscando narrar", afirma.

Su interés por la Antártida surgió cuando notó cómo su madre (investigadora en ciencias) volvía al continente blanco cada año a pesar de sus quejas sobre lo difícil que es sobrevivir en un mundo inhóspito, donde la naturaleza es una amenaza constante. "Fue una intriga o capricho en torno a saber qué pasa en ese lugar y qué sucede cuando nos exponemos a condiciones extremas que nos obligan a sacar un estado animal de supervivencia".

El rodaje duró 40 días y el equipo lo conformaron dos personas: ella y el sonidista Gerardo Castelli. "La tripulación al principio tenía cierto rechazo hacia nosotros, pensaban que íbamos de vacaciones con la excusa de la película, pero a los cinco días de estar con ellos su disposición cambió. Nos dejaron filmar todo, incluso nos hacían sugerencias y nos ayudaban a mover el equipo. En un momento parecían 130 asistentes de dirección".

El hombre congelado es un film particular, "o se toma como un viaje o como una pérdida de tiempo", advierte, porque su película no tiene protagonistas ni conflictos explícitos. Para quienes asistan al cine esperando vivirla como un camino hacia un mundo fascinante, el resultado lo dejará conforme, porque Campo encontró la forma de retratar la vida cotidiana dentro de ese monstruo de hierro, y la desolación del paisaje blanco en el que se interna su tripulación. También captó el vértigo de estar en medio del océano con temperaturas heladas y riesgo de muerte. "Tuve miedo de todo, de morirme primero que nada, pero el miedo me mantuvo alerta y funcionando hasta que llegué a Montevideo y dormí tres días de corrido, y recobré la estabilidad de estar parada sobre tierra firme".

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Equipo: viajaron dos cineastas pero los 130 tripulantes ayudaron. Foto: Difusión.

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