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La venganza se sirve en dos platos violentos

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Franquicia: Keanu Reeves encontró un personaje con potencial. Foto: Difusión
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David Lee

John Wick: un buen día para matar [***]Estados Unidos. 2016. Título original: John Wick. Chapter 2. Director: Chad Stahelski. Guión: Derek Kolstad. Fotografía: Dan Laustsen. Música: Tyler Bates y Joel J. Richard. Con: Keanu Reeves, Riccardo Scamarcio, Ian McShane, Common, John Leguizamo. Duración: 122 minutos. Estreno: 23 de febrero.

Aunque en la primera escena (una intensa persecución en pleno Manhattan) haya una explícita mención a los golpes y porrazos de Buster Keaton, John Wick, la franquicia, tiene la lógica de un videojuego.Y en la escena final, aunque para algunos espectadores puede estar citando a La dama de Shanghai de Orson Welles, en realidad está homenajeando a la pelea de los espejos de Operación Dragón de Bruce Lee.

Videojuegos y artes marciales es una combinación que —había quedado demostrado en la primera de esta saga que revitalizó la carrera de Keanu Reeves— acá se maneja con maestría. John Wick 2: Un buen día para matar es cine de acción bien hecho: va directo al grano y hay violencia tirando a la sobredosis pero coreografiada con bravura indispensable.

John Wick es, para los que se perdieron la primera, un asesino a sueldo que tras intentar retirarse se ve obligado a ir tras la mafia rusa cuando le matan al perro y le roban al auto. Es la misma premisa que Alberto Olmedo contaba semana a semana en No toca botón; aquí el humor está bastante más limitado.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

Ahora, en Un nuevo día para matar, Wick termina de cerrar algunos asuntos de la primera parte y ya es convocado por un mafioso italiano que quiere que le mate a la hermana para sucederla en el Consejo de Seguridad de una especie de Naciones Unidas de la villanía internacional. La idea de una superestrcutura criminal con códigos de templarios es una parte importante de la saga.

Las cosas se enredan, claro, pero Wick es una máquina de matar y tiene una resistencia corporal superhumana. Su insistencia por los trajes negros, de hecho, tiene algo de vestuario de superhéroe.

Reeves —quien hace sus propias escenas de riesgo y da justo con el laconismo y la inexpresividad del personaje—, vuelve a juntarse con el director Chad Stahelski y el guionista Derek Kolstad. Cada uno aporta lo suyo, pero quizás el principal responsable de que, más allá de esa cosa tan violenta que es bastante molesta, esto sea una prolija película de acción se deba a J.J. Perry, el coordinador de escenas de riesgo. Es que, en definitiva, John Wick: Un nuevo día para matar, no es más que una sucesión de peleas y más peleas.

Lo que la hace distinta, en todo caso, es el gusto por los fondos coloridos y planos que aportan una inquietud plástica, además de una precisión para filmar las coreografías de acción. Hay bastante más originalidad y bastante más sarcasmo de lo que se podía esperar en un asunto como este. El resultado le aporta un toque de arte marcial a cosas que ya han mostrado franquicias como las de Jason Bourne y James Bond, aquí citada directamente en una salida de compras muy parecida a las que Bond hacía con Q y en un par de paisajes urbanos conocidos. Su aspaviento de armas y detalles técnicos para matar resultan un poco pornográficos. Antes se solían contar los muertos de las películas de Rambo, como una forma de mostrar su efectividad. Eso acá es imposible: Wick mata a más de un centenar de villanos, un acopio molesto a medida que se va acercando el final y, por lo tanto, otra masacre. Superado eso, es una buena aunque innecesaria, como todas las de su clase, película de acción.

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Franquicia: Keanu Reeves encontró un personaje con potencial. Foto: Difusión

CINEFERNÁN CISNERO

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