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"Yo soy todas las niñas": el éxito de Netflix que aborda el drama del tráfico infantil

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"Yo soy todas las niñas", el último éxito de Netflix. Foto: Netflix.

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Dirigida por el sudafricano Donovan Marsh e inspirada en hechos reales, "Yo soy todas las niñas" es la tercera película más vista de Netflix por los uruguayos

Es un drama tan real como terrible. Como se advierte al comienzo, Yo soy todas las niñas —que ayer fue el tercer material más visto de Netflix por los uruguayos— está basado en hechos reales. El thriller dirigido por el sudafricano Donovan Marsh aborda una de las problemáticas más crudas que recorren el mundo: el tráfico infantil.

Y el director (responsable de la película de acción con Gary Oldman, Misión submarino, que está en Amazon Prime) busca exponerla a través de un hecho que ocurrió en 1994 en Johannesburgo, cuando en pleno apartheid sudafricano Gert de Jager (interpretado por J.P. du Plessis) secuestró a seis niñas que jamás pudieron ser halladas.

Pero al que sí encontraron fue al criminal, que fue capturado por las autoridades y que declaró sus crímenes en una filmación retenida por el gobierno de la época. Se necesitaron 20 años para poder acceder a esa grabación, que deja todavía más interrogantes: no fueron seis, sino 40 las niñas secuestradas. La mayoría eran enviadas al Medio Oriente a pedido de un ministro del Partido Nacional sudafricano e intercambiadas por petróleo.

Tras esa introducción, Yo soy todas las niñas se enfoca en el presente para narrar la historia de Jodie Snyman (Erica Wessels), una policía comprometida con la lucha contra el tráfico sexual. Sin embargo, tras unos cuantos allanamientos con resultados desalentadores la dejan fuera del caso para que trabaje en la investigación de un extraño homicidio.

Y ahí es donde se empiezan a unir las historias. Jodie se acerca a una colega, la forense Ntombizonke Bapai (Hlubi Mboya), que tuvo un estrecho vínculo con aquellas niñas desaparecidas en los noventa. Ambas se alían para tratar de traer un poco de justicia a esa historia llena de dolor.

Yo soy todas las niñas mezcla dosis de thriller psicológico con el clásico abordaje de una película de acción policial para mantener atento al espectador durante todo momento. Pero, a diferencia de un policial clásico, el silencio y el suspenso le gana a las grandes escenas de acción. Puede que eso le reste un poco de interés al espectador acostumbrado a los dramas de Netflix que le sumarle una nueva sorpresa a la trama cada cinco minutos, pero hay veces en que la simpleza la gana a la sobreproducción.

Y en una película como Yo soy todas las niñas, que busca abordar una temática tan cruda, la falta de excesos y de morbos termina siendo un acierto. El foco está en generar conciencia y tratar de poner al espectador en el lugar de aquellas niñas desaparecidas.

Como se mencionó al principio, un partido político está envuelto en el caso, y eso lleva a que la tarea de Jodie sea todavía más ardua; pero la convicción siempre puede más que la adversidad.

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