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La ternura nos salva aun del otro lado

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Coco

Crítica

Coco, la nueva de Pixar cumple con la fórmula y es una película sensible, vistosa, inteligente y muy emotiva

Además de una pericia y una disponibilidad tecnológica, buena parte del secreto del éxito de las películas de Pixar reside en algo que no da, por ahora, ningún software: emoción. Toy Story 3 —la anterior película de Lee Unkrich, el director de Coco— funcionaba, principalmente, como una historia sensible sobre el crecer. Y ahí están Intensa-mente o Up por la positiva y Cars 2 o Buscando a Dory por la negativa para demostrar que lo que las distingue del resto sigue siendo el lado más humano de sus historias.

Coco, que ganó el Globo de Oro a mejor película animada y seguramente también se lleve el Oscar, está, en ese sentido, llena de humanidad. Aunque transcurra en el mundo de los muertos a donde va a dar Miguel, el niño protagonista, a buscar las raíces musicales que su familia se empeñan en ocultarles. Quiere conocer a su ídolo Ernesto de la Cruz, un Pedro Infante que, por lo visto, no perdió su carisma en el otro lado. En su travesía descubrirá nuevos amigos, viejos parientes y a un villano impensado.

Aprenderá, también, una lección que permitirá cuando vuelva al mundo corpóreo, reunirse con su familia y llevar todo hacia un final emotivo. Hay que ser muy duro para no sentir un nudo en la garganta en el final, como pasaba en Toy Story 3.

Unkrich llena todo con una paleta de colores que no le temen a la fluorescencia. Su construcción del mundo de los muertos es distinta a la del Libro de la vida, una película similar. Los personajes son encantadoras, la historia emotiva, las canciones pegadizas: el motor de Pixar funcionando a pleno.

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