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La soledad de una hija de la revolución

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La de Stephanía era una historia de vida para que la cuente Aldo Garay

Aldo Garay viene desde hace más de 20 años construyendo una de las carreras más sólidas del cine uruguayo. Lo hace desde el documental, lo que quizás le ha quitado la exposición que han conseguido otros, pero su filmografía es consistente y personal.

Garay se siente cómodo en cierto ambiente marginal sobre el que su mirada siempre es la de la comprensión y el respeto.

Hoy, dentro de las actividades de DocMontevideo, se podrá ver, a las 21.00, en Sala Zitarrosa, su nueva película, El hombre nuevo, ganadora del Teddy Award destinado a películas de temática gay, lésbica o transgénero en el Festival de Berlín.

Desde su primera película Bichuchi, Garay ha desarrollado su carrera tanto en cine (con una ficción, La espera y varios documentales, El círculo y El casamiento, entre ellos) y con un trabajo extenso en televisión, principalmente emitido a través de TV Ciudad. Siempre tiene un sello personal y una calidad notorios.

El hombre nuevo es la historia de Stephanía Mirza Curbelo, una travesti nicaragüense que fue guerrillera sandinista y fue adoptada por una familia uruguaya. El título de la película parece ironizar con el destino de aquel sueño revolucionario de la década de 1960 de construir "un hombre nuevo": Stephanía terminó en la prostitución, hoy cuida coches en una calle céntrica y vive precariamente.

Al igual que hacía en El casamiento (sobre la historia de amor de una travesti y un cuidacoches), Garay se limita a mostrar a la distancia una de esas vidas que la sociedad suele mirar con desdén y crítica cuando no desprecio. La soledad es un personaje más: Stephanía vive en un mundo callejero en el que la vida y el resto de nosotros está siempre fuera de cuadro. El tono general es de tristeza.

Un viaje a Nicaragua (Garay la acompaña a reencontrarse con su familia) funciona como cierto alivio y revela su pasado revolucionario en un informativo de la época en el que hace un planteo a un líder sandinista en su calidad de, a los 12 años, maestro de la educación básica y popular. La respuesta es pura retórica revolucionaria. Treinta y cinco años después, encima, aquel impulso revolucionario fue cambiado por la religión evangélica. El hombre nuevo debe ser exorcizado.

Como todas las de Garay, ésta es una película llena de amor. Dos escenas en paralelo en Montevideo y en Managua, la muestran visitando a viejas vecinas que las reciben con cariño y un respeto conmovedores. La confusión de género entre aquel Roberto niño y esta Stephanía mujer ("perdoname no me acostumbro", le dice una señora encantadora) es un dato que revela la perplejidad de todos ante un personaje como el que refleja Garay. La película no juzga a nadie.

El encuentro de Garay con Stephanía es una coincidencia afortunada. Es el director apropiado para acompañar esa peripecia de su vida. La entiende y la sabe reflejar, tan lejos del morbo, tan cerca del respeto.

Documentales para ir a ver

DocMontevideo, el encuentro documental de las televisoras latinoamericanas, tiene otras actividades como la llegada de varias personalidades del mundo del audiovisual. Paralelamente se exhiben ejemplos recientes de documentales. Las funciones que quedan van en la Zavala Muniz. Mañana va Ultimas conversas de Eduardo Coutinho y el miércoles La Pasión de JL de Carlos Nader.

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