El estreno local de Adiós al lenguaje, la más reciente película del veterano cineasta Jean-Luc Godard, ha generado en esta página opiniones a favor y en contra, y no es del caso volver específicamente sobre ello.
La cercanía del film de Godard puede servir empero para una reflexión más amplia acerca de cómo se ve hoy a la Nouvelle Vague de la que ese cineasta fue algo así como un jefe de fila, qué ha sobrevivido y qué se perdió por el camino en los films de aquellos jóvenes parricidas que quisieron cambiar al cine de Francia y del mundo. Y hasta podría dar lugar a una pregunta acaso más inquietante: ¿existió realmente algo llamado Nouvelle Vague, o fue una expresión inventada por la periodista Françoise Giroud para etiquetar a un grupo de cineastas muy diversos entre sí?
Sí y no. En un primer acercamiento, no hubo una Nouvelle Vague sino dos: la integrada por los terribles jóvenes críticos de la revista Cahiers du Cinema (Godard, Truffaut, Chabrol, Rohmer, Rivette, los olvidados Pierre Kast o Jacques Doniol-Valcroze) y un grupo de gente que venía del documental, solía inclinarse hacia la izquierda política, le gustaban los gatos y fue apoyada sobre todo por la revista Positif (Resnais, Varda, Demy, Franju). Pero cuando uno afina el foco, hay todavía más diferencias en cada uno de ellos en particular, y el paso del tiempo los ha tratado de modo bastante diverso.
Ciertamente casi todos admiraron al neorrealismo y el cine americano, detestaron el que hacían sus compatriotas de la generación anterior (salvando sensatamente a Renoir, Bresson, Melville y alguno más) y exploraron las fronteras del lenguaje, rompiendo con la cronología y el estilo académico, esquivando los Grandes Temas, y empleando tecnologías más baratas y flexibles. Su ejemplo generó otros "nuevos cines" en el mundo.
¿Qué sobrevive hoy? Curiosamente (o no), en primer lugar, el más clásico de todos: Truffaut. Salvo un par de películas fallidas, su cine sigue siendo enormemente disfrutable. También, probablemente, una cuarta parte de Chabrol, que filmaba demasiado y a menudo cualquier cosa, pero que en sus mejores momentos era un grande. Sin duda Rohmer, a quien se le hizo poco caso en sus comienzos (Godard, Truf- faut y Resnais atraían todas las miradas) pero que fue creciendo con el tiempo.
Otros casos generan más dudas. Había por cierto un maestro en el Resnais de Hiroshima mon amour o El año pasado en Marienbad, pero su trayectoria posterior tuvo altos y bajos, hasta la discutible despedida de Las hierbas salvajes. Y por supuesto caben todas las dudas del mundo con respecto al Godard posterior a 1968, que rompió con su obra anterior, tuvo un periodo de militante maoísta, se desencantó de esos extremismos y volvió para seguir en lo suyo, para admiración de algunos y rezongo de otros.
El estreno de “Adiós al lenguaje” lleva a hacer la pregunta