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Un romance que hace reír y a la vez incomoda

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Felices: hay más romance entre Gus y Mickey en la temporada. Foto: Difusión
Love
Suzanne Hanover/Netfflix

La segunda temporada de la serie Love ya está en Netflix.

Cómo hacer las cosas bien y no fracasar a lo grande en el intento podría haber sido el título (con poco marketing, seguramente) de Love, la serie de Netflix desarrollada por Judd Apatow, ese hombre que nos acostumbró tanto a la risa con películas como Ligeramente embarazada o Virgen a los 40, y que ahora parece estar empecinado en demostrar lo bueno que puede ser en el drama.

Y vaya si es bueno, sobre todo en esta segunda temporada que desde el viernes pasado está disponible en el servicio de streaming (son 12 capítulos de media hora cada uno y repiten varios de los directores de la primera temporada) y que, si bien divierte con un humor inteligente y fresco, genera permanentemente esa sensación de angustia en el espectador. Esa sensación de que todo está por arruinarse.

Love cuenta la historia del profesor nerd Gus (Paul Rust, cocreador de la serie junto a su pareja Lesley Arfin y a Apatow) y la productora radial y canchera Mickey (Gillian Jacobs), dos opuestos que pasaron la primera temporada yendo y viniendo en una relación que al final quedó en modo pausa; una relación que tiene poco que ver con Hollywood y mucho con la vida real.

La segunda temporada retoma exactamente donde terminó la anterior, en esa charla de estación de servicio en la que Mickey, quien ya se reconoció como adicta al sexo y al amor (además de al alcohol), le avisa a Gus que se tomará un año libre de parejas para encontrar estabilidad. Pero claro —vienen los spoilers—, su plan se desmorona rápido y decide entregarse a las virtudes de su primera relación "sana" con un chico "bueno", que la trata bien y le da la pauta de que puede haber un futuro mejor.

¿Pero quién puede decir quién es bueno para quién? ¿Quién asegura que el mayor esfuerzo va a dar resultados? ¿Y si al final sale todo mal?

Entre esas preguntas y con una increíble banda sonora de fondo se mueven Gus y Mickey (que es mucho menos molesta que en la primera temporada), una representación bastante acertada de las relaciones de los millenials —y no tan millenials— donde la felicidad y la angustia parecen ir siempre de la mano, como una dupla destinada a la convivencia.

¿Igual que Gus y Mickey? En esta temporada el romance hecho y derecho gana protagonismo, pero Appatow, Rust y Arfin se las ingenian para aún en los mejores momentos dejar de fondo esa sensación de incomodidad, que interpela de manera interesante al espectador, optando por pasajes costumbristas en el relato para alternar la dinámica. Aunque parezca una serie superficial, lo cierto es que no se puede pasar por Love sin pararse a pensar en los sentimientos propios.

De hecho, hay algo de eso en la propia historia, que se inspiró bastante en la relación real de Rust con Arfin, productora ejecutiva de la serie que además ha aportado mucho de su propio guardarropas para el (genial) vestuario de Mickey.

Con la crítica y la audiencia de su lado (esto último se sabe del boca a boca y la repercusión online, porque Netflix no suele revelar sus mediciones), Love ya tiene confirmada una tercera temporada que no tiene fecha de estreno todavía, pero teniendo en cuenta que la segunda se estrenó el viernes pasado, va a demorar. Así que tras terminar la segunda parte, no hay más que quedarse con los recuerdos de Gus y Mickey, y desearles lo mejor hasta la próxima.

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Felices: hay más romance entre Gus y Mickey en la temporada. Foto: Difusión

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