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Cómo renovar un éxito sin perder la magia del original

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Durante esta semana HBO repite el primer episodio de esta segunda temporada.

A veces lo más difícil de una buena serie es mantener el nivel y cumplir con las expectativas en una segunda temporada; True Detective no es ajena a este principio.

La serie fue una de las mejores de 2014, ganó un premio Emmy y consiguió un plano secuencia de cuatro minutos que dejó a los amantes del cine hablando por semanas. El listón estaba alto y la segunda temporada parece que va a cumplir, pero con algunos cambios.

La magia del bayou y toda el aura sobrenatural que rodeaba a la primera temporada se esfumaron y se echan de menos. Ahora todo pasa en una imaginaria ciudad industrial de California, Vinci, que es decadente, hay policías corruptos, mafiosos, drogadictos y a pesar de que está mayormente soleado tiene una oscuridad crónica. El pantano de Louisiana era muy similar a la Nueva Orleans donde se crió el guionista y creador de la serie, Nic Pizzolatto. El conocer tanto el lugar, sus reglas y el modo de pensar de sus habitantes le daba una perspectiva única al show. Vinci, donde está situada esta segunda temporada, es un lugar más parecido a algo que hemos visto en películas como Chinatown.

Tal vez algunas de esas ausencias, las pequeñas cosas que hicieron a True Detective tan atractiva, se correspondan con el cambio de mando en la dirección. Cary Fukunaga, quien ganó el Emmy al mejor director por la serie, se bajó del proyecto y lo dejó en manos de diferentes directores, algo común en la televisión.

Siguiendo con las comparaciones inevitables, por ahora ningún personaje es tan seductor como el Rust Cohle de Matthew McConaughey, pero quedan siete capítulos. Lo que sí se mantiene es que los protagonistas tienen sin excepción un pasado oscuro, y que son más importantes sus historias que lo que está sucediendo desde el punto de vista policial.

Colin Farrel interpreta a Ray Velcoro, un detective duro marcado por un acontecimiento trágico que afecta la relación con su hijo. Velcoro es adicto al alcohol, el cigarro y a las drogas, violento y mantiene una relación de negocios con un mafioso local, Frank Semyon (Vince Vaughn). El actor, más vinculado con la comedia sorprende en su nuevo rol y hace fácil olvidar —aunque sea por un rato— sus trabajos previos, al igual que sucedió con McConaughey, aquel chico bonito.

Rachel McAdams ya había probado tener diferentes registros y ser capaz tanto de la comedia como del drama, por eso aquí como Ani Bezzerides, no sorprende tanto pero es sin dudas la que ha dado la mejor interpretación hasta ahora. El personaje de madura e intachable policía que creció abandonada en un hogar hippie, parece ser una respuesta directa de Pizzolatto a las críticas que decían que las mujeres eran solo un objeto en su serie. En la primera temporada eran secundarias, accesorios para ayudar a mostrar la personalidad de los protagonistas y cuerpos víctimas del Rey Amarillo.

Completa la lista de protagonistas el relativamente desconocido Taylor Kitsch como el oficial Paul Woodrugh, un militar retirado —ahora policía de tránsito— adicto al viagra y con estrés post traumático.

El guión de esta nueva True Detective es menos filosófico, más convencional y está fuertemente inspirado por el cine negro como dejan ver las escenas en bares cubiertos por el humo de tabaco que se repiten varias veces en el primer capítulo.

De cualquier manera, por más que se extrañen cosas de lo que fue el inicio de True Detective, la calidad de esta segunda temporada es innegable. Más convencional, sí, pero con una fotografía impecable, buenos actores y gancho. Es cuestión de tenerle fe.

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Durante esta semana HBO repite el primer episodio de esta segunda temporada.

Se estrenó en HBO la segunda temporada de la serie

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