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Reinventarse a través de la crisis

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Sarah Jessica Parker. Foto: Difusión

De la mano de la serie Divorce, la actriz volvió a encontrar un lugar donde brillar.

Es cierto que el People’s Choice Awards que ganó hace casi 10 días no es un premio que se tome como referencia porque lo elige el público, y en eso suelen pesar más la empatía y la gracia que los méritos artísticos en sí. Pero por el mismo papel con el que consiguió este galardón popular, o sea el protagónico en la serie Divorce que emite HBO, también obtuvo una nominación a los prestigiosos Globos de Oro (que entrega la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood y que ganó cuatro veces) en la categoría Mejor actriz de serie musical o de comedia —al final ganó Ellis Ross por Black-ish— indica algo claro: Sarah Jessica Parker está de vuelta.

Y eso se celebra, sobre todo entre quienes supimos querer tanto a su Carrie Bradshaw en Sex and the City, un personaje que le dio todo y que fue bisagra para la televisión estadounidense, porque convirtió a la mujer independiente e inteligente en protagonista y vocera de sus propios deseos.

Pero fue un personaje que también la encasilló. Con su actuación más reconocida, Parker figuró en los premios más respetables entre 2000 y 2005 (tuvo varias candidaturas y ganó algunas estatuillas) y se convirtió en un símbolo para generaciones de mujeres, no sólo por lo que representó en la serie sino también porque demostró que no hay que tener el rostro perfecto para triunfar en la industria. A su nariz prominente, su rostro largo y delgado y sus facciones marcadas los convirtió en marcas de una belleza exótica que la transformó, además, en un ícono de moda.

Pero antes que eso, y más allá de que tiene su propia línea de calzado y un par de fragancias en el mercado, Sarah Jessica Parker es actriz. Una actriz que tuvo que luchar con el estigma Bradshaw, porque hasta hoy hay una buena parte del público —basta ver los comentarios en notas que la tienen como protagonista— que la considera una intérprete apenas correcta y que nunca superará lo que ya hizo.

Siguiendo la línea de los premios, la perspectiva es parecida: ya tuvo cinco candidaturas a los Razzie (los de lo peor del cine) y ganó dos, por la segunda parte de la pobre adaptación al cine de Sex and the City. Es un golpe duro para su trabajo más preciado.

Pero Sarah Jessica Parker sabe cómo salir de eso, o por lo menos supo que era cuestión de tiempo. Y en su vuelta a un protagónico de televisión terminó poniéndole el cuerpo a una serie regular en la que se reconvierte y se luce, manejando a la perfección el tono de una comedia oscura y en general bastante deprimente, sobre la madurez y la crisis.

"Es importante que ya no sea Carrie Bradshaw", le dijo al programa Good Morning America el año pasado. "Tuve que interpretar ese personaje por 12 sublimes años, con guionistas geniales y contando una historia muy específica, y quería mucho encontrar —y siento que lo hice— a otra mujer que fuera igual de irresistible, extremadamente diferente, complicada. Sus decisiones de vida han sido radicalmente diferentes a las de Carrie", destacó, satisfecha con su nueva historia.

El personaje.

Parker quiso contar la historia de un matrimonio común de clase media, y desarrolló este proyecto con su propia compañía durante los últimos años, oficiando de productora ejecutiva. Después vino la oferta de HBO para volver a la televisión y todo se alineó.

Fue así que se convirtió en Frances, una madre de familia que ronda los 50 años y con la que tiene algunos puntos en común (al menos la edad y el matrimonio, pues hace 20 años está casada con el actor Matthew Broderick), y que es el eje de esta comedia que ya tuvo una primera temporada de 10 capítulos por HBO, y que renovó para una segunda.

Y Frances es Divorce: es la que sorprende a su marido (un sin gracia Thomas Haden Church) cuando le dice que quiere separarse, cuando le reconoce que tiene un amante y cuando va a pedirle recomponer la relación aunque en realidad no quiera. Es ella la que se va sumiendo en este enredo de sentimientos en el que se esfuerza por hacer lo que tiene que hacer, mientras da pelea constante a sus emociones y trata de mantener la rutina.

Y es la que tiene real profundidad, porque su marido está muy ocupado pensando en que las mujeres son el gran problema de este mundo, sus hijos están abstraidos en otra realidad y su mejor amiga y su esposo tienen sus propios (y absurdos) asuntos. En ese desamparo, Parker llena los zapatos dándole a Frances la contundencia necesaria para ser el gran atractivo del espectador, que a esa altura ya tiene más que claro lo frío y aburrido que es el matrimonio que acaba de desarmarse en pantalla, gracias al buen manejo del color y a la música que juega una parte fundamental en esto.

"No sé si va a iniciar un movimiento en pro de las mujeres con la valentía suficiente para dejar a sus maridos o sus relaciones de larga duración", le dijo a EFE el mes pasado en relación a lo que en su momento pasó con Bradshaw, "pero ya es suficientemente bueno saber que nada de lo que contamos en la serie es ajeno al público".

TRES PROTAGÓNICOS DE LA ACTRIZ.

Las chicas... - Sólo quieren divertirse / 1985.

Con 20 años tuvo su primer protagónico en el cine, en esta comedia típica de los ochenta en la que le tocó interpretar a Janey Glenn, una chica de familia pacata que se mete sin permiso en un concurso de baile.

Rapsodia en... - Miami / 1995.

Una década después de su debut, alcanzaba un protagónico ya como adulta en esta comedia romántica en la que le daba vida a Gwyn Marcus, una chica que se debatía entre un matrimonio y muchas dudas.

Sex and the... - City / 1998.

Tres años después de eso se encontraba con su personaje consagratorio: Carrie Bradshaw, la líder de un grupo de amigas establecidas en Nueva York y con vidas bien distintas pero siempre muy ajetreadas.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Sarah Jessica Parker. Foto: Difusión

SARAH JESSICA PARKER

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