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Pequeña historia, película grande

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Clever observa el trabajo del artista musculoso, en una escena de un nuevo film nacional.

Crítica de "Clever", película uruguaya que se estrena hoy.

Clever acaba de divorciarse. Come mal, consume demasiada cocaína, casi no duerme. Pero no grita, no llora, no explota. Si la primera vez que lo vemos dentro de un auto intenta besar a su exmujer a la fuerza, seis meses después (luego de una genial elipsis), se comporta de forma rígida, mantiene la espalda erguida, tiene la cabeza pelada y el cuerpo musculoso.

El auto también cambió: la chapa estropeada ahora es roja y brillante, el caño de escape está recortado y los asientos son de cuero. Cada día va al gimnasio y practica artes marciales, como si siguiera el consejo de "cuerpo sano, mente sana". La válvula de escape para su tristeza parece estar en la disciplina, en el cuidado del auto y en el tiempo que pasa con su hijo, que descubre un auto tuneado con un diseño de llamas de fuego.

Desde ese momento Clever emprende un viaje en busca de ese artista hacia Las Palmas, un pueblo arisco y solitario cuyo manjar local es el helado de vino tinto. La película toma forma de road movie, mientras desfilan personajes excéntricos que van tornando el ambiente cada vez más surrealista.

Como en su film anterior Nunchaku (un mediometraje que no tuvo estreno), Federico Borgia y Guillermo Madeiro presentan una historia de amistad y traición, pero con un envase que se despega del costumbrismo y grisura que se le reprocha al cine nacional.

Estos personajes están inmersos en espacios atractivos estética y narrativamente, como el tuning, las artes marciales, el fisicoculturismo, y las propias extrañezas de este pueblo inventando.

Las locaciones funcionan como un espejo de los estados anímicos de sus personajes: Clever atraviesa basurales y construcciones a medio hacer en zonas con yuyos y chatarra. Su partenaire, Sebastián, luce como un hombre temible pero su espíritu infantil se refleja en las estrellas que tiene pintadas en las paredes de su cuarto.

Como en Nunchaku, los directores vuelven a explorar un tratamiento de la violencia que tal y como la filman es agresiva pero simpática, porque los personajes que protagonizan estos actos crueles resultan fascinantes y queribles.

Como sucede en las películas sólidas, todas las áreas funcionan: el arte y la ambientación tienen un resultado notable, al igual que las actuaciones (Antonio Osta es una gran sorpresa), y la banda sonora en manos de Ismael Varela.

La música en Clever es tan valiosa como su dirección de arte, porque conjuga todas sus intenciones lúdicas, caóticas y melodramáticas.

El montaje utilizó bien la variedad de ideas que estos cineastas aplicaron en la puesta de cámara, que aprovechó los espacios y la corporalidad de sus actores para efectivizar el ritmo de las escenas y construir encuadres creativos.

Clever patea la masculinidad, eleva la amistad, se ríe de la violencia, y trae nueva energía al cine uruguayo.

Clever [****]

Uruguay, 2015. Título original: Clever. Dirección y guión: Federico Borgia y Guillermo Madeiro. Intérpretes: Hugo Piccinini, Antonio Osta, Horacio Camandulle, Néstor Guzzini, Santiago Agüero, Marta Grané, Soledad Frugone. Producción: Pancho Magnou y Pedro Barcia. Fotografía: Ramiro González Pampillon. Montaje: Juan Ignacio Fernández Hoppe.Arte: Gonzalo Delgado. Música: Ismael Varela.

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Clever observa el trabajo del artista musculoso, en una escena de un nuevo film nacional.

CRÍTICA DE CINEMARIÁNGEL SOLOMITA

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