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Película rusa que es una de las favoritas para el premio Oscar

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Un universo cotidiano en el que los personajes enfrentan al monstruo del poder autoritario.

Hasta hace una semana podía asegurarse que era la favorita al Oscar a mejor película en lengua extranjera. El dato de que Ida del polaco Pawlikowski haya ganado el equivalente de ese premio en los Bafta y los Goya obliga a matizar la afirmación, pero no a descartarla totalmente. 

Hoy conviene ser un poco más cautos, y decir que Leviathan del ruso Andrei Zvyagintsev es, junto con Ida, uno de los dos favoritos del Oscar en su rubro. Naturalmente, la predicción de los premios de la Academia no es una ciencia exacta, y no es del todo imposible, aunque sí un tanto improbable, que algunos de los otros tres candidatos (Tangerinas de Zaza Urushadze; Timbuktu de Abderramahne Sissako o Relatos salvajes de Daniel Szifrón) termina alzándose con la correspondiente estatuilla.

Los argumentos a favor de Leviathan son, de todos modos, considerables. El que debería resultar el más obvio no es, sin embargo, el que mejor funciona: su director Zvyagintsev es sin duda uno de los mejores autores cinematográficos de hoy, y el espectador uruguayo conoce por lo menos dos de sus antecedentes (El regreso, 2003 y Elena, 2011) que avalan esa afirmación. El segundo y más puntual es que Leviathan no ha gustado al gobierno ruso, que al parecer se sintió aludido por su alegato contra el autoritarismo, y tal como está el mundo lo que no le guste a Vladimir Putin casi seguramente guste en Estados Unidos. Recordemos que la película ganó el Globo de Oro. También obtuvo en Cannes un premio a mejor guión.

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En Rusia, donde el film se estrenó hace algunas semanas, se acusó a Zvyagintsev de mostrar una imagen distorsionada del país para contentar a Occidente, con su narración sobre un alcalde corrupto en una remota ciudad bañada por el mar de Barents. El ministro de Cultura ruso, Vladímir Medinski, criticó a la película, calificándola de "extremadamente oportunista", en especial por su crítica a la Iglesia Ortodoxa. Esas declaraciones y otras han convertido en Rusia a Leviathan en un fenómeno cultural, dando lugar a debates y comentarios.

Empecemos por el título: según han observado quienes han visto al film, en él se cita explícitamente al bíblico libro de Job en el que se menciona a ese mítico monstruo. Pero es inevitable razonar que Zvyagintsev recuerda también que el filósofo inglés Thomas Hobbes utilizó al Leviatán como metáfora del poder omnímodo de un estado autoritario. Cabe pensar que al titular la película, el cineasta pensaba tanto en la Biblia como en Hobbes.

Se ha señalado que el film construye lo que alguien ha llamado "una miniépica" a partir de una situación en principio insignificante, una pelea burocrática por la compra-venta de una casa, que lentamente crece hasta convertirse en una alegoría de la sociedad rusa en su conjunto, salpicada en la pantalla por rasgos de corrupción, violencia y alcoholismo. En lo que acaso sea una injustificada idealización de los tiempos del comunismo (ya se sabe que aquello de que todo tiempo pasado fue mejor es apenas un efecto colateral de la mala memoria), se ha dicho también que la película constituye una denuncia de la entrada definitiva de Rusia en el universo del capitalismo salvaje.

El protagonista de la película es Kolya, un mecánico que vive en una casa muy bien ubicada cerca del Mar Báltico con su segunda esposa y un hijo adolescente de su anterior matrimonio. El conflicto nace a partir de la pretensión del alcalde de la ciudad de comprar a la fuerza la casa. Ese tirano local cuenta con el poder del Estado y lo pone en juego para arruinar a Kolya y lograr su objetivo. La historia llega hasta los tribunales y más allá: muy pronto el protagonista descubrirá que la pérdida de la casa no es el mayor de sus problemas. A su alrededor se desarrollan conflictos que podrían desbaratar su universo familiar. De hecho, las calamidades comienzan a acumularse en torno al personaje, como ocurría con Job.

El ministro ruso que se enojó con la película tiene razón, por lo menos, en un punto. A los críticos occidentales la película les ha gustado. En la publicación Variety, Peter Debruge ha dicho que Leviathan es "una impresionante y sorprendentemente divertida sátira que se atreve a cuestionar si su patria sirve a los mejores intereses de sus ciudadanos". Y en el periódico británico The Guardian, Peter Bradshaw ha definido a su vez a la película como "un drama trágico, sobrio y convincente", que está "interpretado y dirigido con una ambición inquebrantable, moviéndose con una deliberada lentitud, y acelerando periódicamente en los momentos de gran dramatismo y suspenso". La particularmente inteligente Manohla Dargis, que es lo mejor que tiene la página de espectáculos de The New York Times, pudo añadir que "el director, Andrey Zvyagintsev, tiene un ojo celestial pero una mano de plomo, y su película es tan pesada como fascinante, llena de estimulantes imágenes del mundo natural e inmersiones profundas en un reino humano inundado de lágrimas y vodka".

En El País de Madrid, Javier Ocaña asegura que la película constituye "una escalofriante visión de la Rusia contemporánea", y la califica como "extraordinaria". Su compatriota Luis Martínez, de El Mundo, asegura por su parte que "Zvyagintsev se abraza a la sombra de Tar-kovski" en lo que define como "una estilizada disección de una catástrofe que se antoja metáfora de todo". Y concluye: "El cine de Zvyagintsev se alimenta de la perfección". Habrá que esperar hasta el inminente domingo 22 para ver qué opina al respecto el Tío Oscar.

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