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"El Origen", una película que cumple 10 años y lo quiere festejar en pantalla grande

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Aniversario

La película de Christopher Nolan con Leonardo Di Caprio reabrió los cines en Uruguay y sirve para esperar el estreno de "Tenet"; también está en Netflix

El Origen
El equipo de "El origen", una banda que se mete en la cabeza

Si la vida es, de por sí, un laberinto, qué se puede decir de la mente humana. Y si El origen transcurre en escabrosos pasillos cerebrales, debe ser, por un falso o forzado silogismo, una película laberíntica. Eso es achacable a Christopher Nolan —quien la escribió, produjo y dirigió— y su tendencia a jugar con la verdad, la realidad, el tiempo y el espacio en sus películas.

El reestreno mundial de El origen (al que este jueves 3 se sumó Uruguay) en salas de cine responde a varias razones. Y todas son atendibles.

Por un lado, celebrar los 10 años del lanzamiento mundial de una película que ha ido cosechando estatus de culto por un público que probablemente la haya visto sólo entonces. Aunque está en el servicio de Netflix, la posibilidad de verla de nuevo en un cine, le aporta su mayor esplendor.

Además, sirve como un cursillo de aclimatación para la llegada de Tenet, la nueva película de Nolan, que acá se estrena el 17 de septiembre, y con la que El origen comparte estructura, ideas y porte. Nolan es un “director de cine” y su insistencia a estrenar su nueva película en pantalla grande, es una parte esencial de sus pretensiones artísticas.

El origen, que se estrenó en 2010, ganó cuatro Oscar en categorías más que merecidas (dos por el sonido, uno por los efectos visuales y una para la fotografía de Wally Pfister, habitual compinche de Nolan), de las siete categorías en las que estuvo mencionada. Allí estaban mejor película (se lo ganó El discurso del rey, nada que ver) y mejor guion. Recaudó mundialmente, 870 millones de dólares y cimentó la combinación entre autoral, ambicioso y comercial que es parte del perfil del director.

Lo que Nolan hace son versiones estrambóticas de películas de género, aunque la constante es cierto aire de cine negro espectacular que está en El origen y en Tenet, que es una de Misión imposible sin Tom Cruise y con más pretensiones. Alguien ha definido su cine como “escapismo inteligente”. Y estaba en lo cierto.

Otro cronista, Nigel Andrews del Financial Times, cuando su estreno en 2010 definió El origen como El año pasado en Marienbad (la película de Resnais que transcurría básicamente en uno o varios subconcientes) “en la órbita del productor Jerry Bruckheimer”, responsable, entre tantas, de Día de la independencia. Y también estaba en lo cierto.

Nacido en Londres en 1970, Nolan es un cineasta autodidacta (como Steven Spielberg, una referencia) y aunque ya tenía una película (Following, de 1998), su fama la consiguió con Memento que se veía muy original. Presentando globalmente, algunos de sus rasgos más distintivos, Nolan contaba una historia al revés de un amnésico reconstruyendo un pasado que, quizás no fuera del todo real. Además de jugar con la cronología, la película tenía un par de imagenes de esas que se conservan en toda una generación, incluyendo los tatuajes de un Guy Pearce intenso. Era, como casi todas de sus obras, un tanto entreverada, en un tono justo que se veía muy original.

Su siguiente proyecto grande fue encargarse de una nueva saga de Batman que le robó a la de Tim Burton, hasta ahora, la condecoración de ser la versión definitiva. Nolan llenó al personaje de una oscuridad importante, la cara y la voz de Christian Bale, y un Guasón, el de Heath Ledger, de aspecto inolvidable.

La trilogía (Batman inicia, El caballero de la noche, Batman asciende) tenía también un tono político y un tono existencial, a los que Nolan, siempre llamativo, llenaba de ideas visuales y sonoras de esas que se hacen notar.

Tras Interestelar, un drama de ciencia ficción al borde del disparate filosófico envasado en un formato espectacular, Nolan consiguió su obra maestra: Dunkerque.

Otra reflexión sobre el heroísmo, la película se centra en un escenario histórico para construir un aparato cinematográfico en el que todo funciona bien. La unificadora música de Hans Zimmer, la intrusiva ambientación sonora, la fotografía de Hoyte Van Hoytema y, de nuevo, una construcción cronológica que se aparenta caprichosa pero que le da solidez, en lugar de dispersión.

El origen está más cerca de Interestelar y de la futura Tenet y alardean del mismo berretín: la idea de que para entenderlas hay que verlas varias veces. Nolan juega en la categoría de gran maestro (entre los que Stanley Kubrick parece su referencia más directa) y, por lo tanto se puede dar los lujos de una película cara y personal. Con los hermanos, Ridley y Tony Scott y Michael Mann comparte grandilocuencia y una tendencia a los riesgos estéticos. Mann es mucho más clásico.

Aunque la trama tiene bifurcaciones que hacen olvidar el punto de salida (después de todo es un laberinto), básicamente es la película de un robo. Dom Cobb (Leonardo Di Caprio) encabeza una banda que se mete en el cerebro de la gente para extraer ideas con el pueril fin del espionaje industrial. Esta vez son contratados por un japonés (Ken Watanabe) que quiere hacer lo contrario, implantar una idea en el hijo del moribundo CEO de una compañía rival, para que autodestruya el imperio que armó su padre.

Es un asunto delicado pero, por lo visto, ya se ha hecho. Paralelamente el personaje de Di Caprio tiene unos conflictos psicológicos importantes. El diagnóstico es apresurado pero incluye el suicidio de su esposa, la imposibilidad de ver a sus hijos y una incapacidad de quedarse en el mundo real, un problema de muchos personajes de Nolan.

A través de los sueños, la banda se va adentrando en los vericuetos cerebrales de la víctima, pero implantar una idea no es tan sencillo como robarla. Para hacerlo deben abrir varios planos de realidad que llevan a la película a dividirse en tres escenarios. Conviene estar atento porque esta descripción, ya entreverada de por sí, deja varios cabos sueltos a resolver.

Lo importante, como dice el maestro Tabarez, es el recorrido y Nolan es un guía medio pedantón, cierto, pero capaz de armar un universo y sostenerlo hasta el final con interés. En determinado momento, El origen transcurre en cuatro niveles simultáneos de realidad, en un desafío que Nolan vuelve a utilizar en Tenet, pero eso ya es otra historia.

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