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Las nuevas armas para un cine en transición

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Kitana Kiki Rodríguez, una estrella ascendente. Foto: Difusión.
Scelza, Bruno

En muchos aspectos, Tangerine —que la semana pasada se estrenó en Cinemateca 18 y que fue considerada por la crítica internacional como una de las mejores del año pasado— es una película revolucionaria.

La razón más notoria es su historia: el día de una prostituta transgénero que sale de la cárcel y rastrea por las calles de una Los Angeles totalmente marginal, a su novio y proxeneta por un presunto adulterio. Además está el vínculo de otra transgénero (Alexandra, interpretada por Mya Taylor) con un taxista casado y con hijos.

La película incluye escenas de sexo implícito bastante explícito y consumo de metanfetamina. Algún público puede encontrarla agresiva, pero ese es el mundo que está retratando.

En el papel principal está Kitana Kiki Rodriguez, ella misma una mujer transgénero que ejerció la prostitución. Y que es todo un personaje tan colorido como ese mundo que parece artificial y es sórdido, sí, pero colorido. No hay una crítica hacia los personajes, ni su entorno, pero algunas imágenes dejan bastante clara una posición.

Por otro lado está el aspecto técnico: el director Sean Baker la filmó completamente en tres iPhone 5S, básicamente un teléfono. Eso consigue un aspecto de una realidad apurada, de una reformulación de las viejas reglas del cinema verité con aspiraciones hiperrealistas.

Pero lo más revolucionario de una película como Tangerine no es lo que cuenta o cómo lo cuenta (dos aspectos en los que, igual, es bastante renovadora) sino en lo que esos dos aspectos significan para el cine

Lo que Baker (y los hermanos Duplass, aquí productores y de los espíritus más creativos e independientes del cine actual) consigue, es una reflexión sobre de qué está hablando el cine hoy y de cómo sus películas nos representan.

La película parece querer decir que la vida es un reality y tenemos las herramientas para mostrarla. Solo hace falta encontrar la historia y los personajes, y que si son tan rocambolescos como los de Tangerine mejor. Que la historia transcurra en Hollywood es aún más revelador: la fábrica de películas es incapaz hasta de retratar lo que está sucediendo en su propio vecindario.

Tangerine aparece así como un llamado a una suerte de rebelión audiovisual ciudadana, en el sentido de que empecemos a contar nuestras propias historias. Que la película haya sido distribuida mundialmente y hasta tuviera aspiraciones de Oscar (hubo campaña para que se hiciera con el primer premio a una actriz transgénero) complejiza un poco una tesis que también nos implica como espectadores.

Vender una película por haber sido filmada con un iPhone, es una clara estrategia de marketing. Pero en este caso es también una declaración de principios. Y entre esas reflexiones, unos personajes tremendos e inolvidables y unas imágenes llenas de ideas, Tangerine es, era cierto, una de las películas del año.

Tangerine [****]

Estados Unidos, 2015. Título original: Tangerine. Director: Sean Baker. Escrita por: Sean Baker, Chris Bergoch. Fotografía: Sean Baker, Radium Cheung. Edición: Sean Baker. Dirección de arte y vestuario: Shih-Ching Tsou Con: Kitana Kiki Rodriguez, Mya Taylor, Karren Karagulian. Duración: 88 minutos. Estreno: 22 de abril.

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Kitana Kiki Rodríguez, una estrella ascendente. Foto: Difusión.

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