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Esta nueva, adulta e incómoda paternidad

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La película retoma el conflicto de los padres que no quieren cambiar su rutina. Foto: Difusión

La nueva camada de comedias agridulces suelen tener como eje de sus historias la búsqueda de la felicidad, una felicidad chiquita, doméstica, a escala del hombre común.

Los problemas que no dejan dormir a estos personajes ni siquiera parecen estar ahí hasta que otros —habitualmente su pareja y sus amigos— se los hacen ver dos veces, tres, cinco, y luego explotan en su cara.

Entonces, con la espalda cargada de culpa, estos personajes comienzan una procesión que culmina cuando vislumbran la solución con claridad, que estaba ahí, en la punta de los dedos, y es siempre aceptar a la familia.

Todo para ser felices forma parte de este paquete de películas y cumple con cada uno de los pasos que le van demostrando al protagonista que en definitiva lo que le está pasando es que ya es un adulto y, como buen adulto que es, debería estar queriendo ciertas cosas. Cosas que habitualmente el personaje ya tiene y no sabe aprovechar: esposa e hijos.

Al igual que títulos como Sin hijos (Ariel Winograd, 2015) y —la muy superior— Mientras seamos jóvenes (Noah Baumbach, 2014) este film francés se adentra en las nuevas formas del egoísmo que, para el cine, en el mundo contemporáneo parece ser el de una generación de padres cuarentones que no están dispuestos a dejar a un lado sus rutinas juveniles para criar niños.

Este punto podría ser el más sincero del planteamiento: reconocer que se puede ser padre y no disfrutar del rol o que, directamente, no se quiere tener hijos. Sin embargo, ninguna de estas obras es capaz de mantener este sentimiento, al punto de que todo lo que sucede en la narración es una excusa para que el arco dramático del personaje reconozca el valor de la paternidad.

Así es que la curva emocional arranca con la culpa por estar en falta con la familia, le sigue la ilusión de, una vez librado de la responsabilidad, retomar la juventud. La decepción llega cuando descubre que no se parece a los jóvenes actuales y el remordimiento cuando surge el deseo de volver a lo perdido. Hasta que, finalmente, el protagonista alcanza la felicidad al negociar un equilibrio entre aceptar un rol familiar y conservar algo que lo mantenga unido a la juventud.

En Todo para ser felices el sacrificio de la adultez tiene que ver con la música, porque el protagonista Antoine (Manu Payet) es un antiguo baterista que dejó una banda exitosa para conseguir un trabajo estable y convertirse en padre. Aún así, habiendo fracasado en la formalización, sobrevive como productor musical de proyectos que no suelen ser exitosos. Su esposa, una jueza, está harta de cuidar a sus hijas. Se separa y las deja bajo su cuidado por 15 días.

Lo que sucede es previsible, pero hay que reconocerle al director Cyril Gelblat que conduce la trama con gracia y ternura. Es que, si asumimos que estas comedias conforman un nicho comercial, lo que hace que una sea más disfrutable que la otra es el tratamiento de la receta, y en este caso es agradable.

Todo para ser felices [***]

Francia, 2016. Título original: Tout pour tre heureux. Dirección y guión: Cyril Gelblat. Director de fotografía: Pierre Hugues Galien. Música: Laurent Perez. Montaje: Stephan Couturier. Elenco: Aure Atika, Manu Payet, Audrey Lamy. Duración: 97 minutos.

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La película retoma el conflicto de los padres que no quieren cambiar su rutina. Foto: Difusión

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