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Una noche frenética en Berlín

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Antes de convertirse en uno de los directores del momento, Sebastian Schipper era actor. Y en su extensa filmografía hay un título que aparece como un guiño del destino, Corre Lola corre de la que esta Victoria puede tomarse como una vuelta de tuerca.

Su cuarta película como director es, además, de los mejores films estrenados en los últimos años, uno de esos que extraña no ver en la lista que elaboró la BBC.

Victoria se exhibe desde ayer en Cinemateca 18, sin el barullo que ocasionó su estreno en Europa donde fue un fenómeno de taquilla y crítica, luego de ganar premios en cada festival en el que concursó, empezando con el Oso de Plata a la Aportación Artística.

Está rodada en un larguísimo e impecable plano secuencia (como La soga, como El arca rusa, como La casa muda). Pero aquí, lejos de ser un gancho para atrapar al público, funciona como la estructura ideal para un guión notable, elaborado a seis manos y con un enorme aporte de los cinco actores protagónicos, quienes improvisaron sus diálogos y trabajaron dos meses perfilando a sus personajes, en especial la espectacular Laia Costa, una actriz española de 31 años, a la que The New York Times le auguró un futuro brillante.

Costa dice haber creado 30 versiones de esta chica española que pasó 16 años en un conservatorio de piano, y que luego de aceptar su falta de virtuosismo se mudó a Berlín, donde lleva tres meses sin hacer amigos, bailando sola y sirviendo las mesas de un café por cuatro euros la hora.

El argumento podría ser acerca de gente buena que hace cosas malas. Pero esa gente buena es joven y alegre, y hace cosas malas en una ciudad tranquila y adinerada en la que no se termina de encontrar. Se rodó en los barrios Kreuzberg y Mitte, zona de clubes nocturnos bajo tierra que sobreviven a la madrugada al ritmo de la música electrónica. En un limbo enterrado también parecen estar los cuatro chicos que se topan con Victoria en la entrada de uno de estos clubes y la invitan a pasar un rato con ellos. Las cosas se desencadenan para un lado que la muchacha no esperaba.

Victoria tiene una intención política, porque refleja el drama generacional de esos jóvenes que no son moda porque no son ni progre, ni hipsters, ni intelectuales, y ven en el dinero fácil un medio de vida. Pero también es la historia de una chica que quiere divertirse, en una noche que se vuelve loca, en una ciudad que se convierte en un laberinto.

Para escenificar cómo ese deambular nocturno toma la forma de una persecución desesperante, Schiffer usó ese plano secuencia, un recurso para nada caprichoso pero sí económico y ambicioso que le quitó a la puesta en escena todo tipo de artificio.

Esa libertad hace que la energía de la trama se balancee de un territorio emocional a otro, y que se sienta como una película inclasificable, porque es un reality de crónica roja, y una historia de amor, y una tragedia cuya heroína se llama, irónicamente, Victoria. Victoria.

Victoria [*****]

Alemania 2015. Dirección: Sebastian Schipper. Guión: Sebastian Schipper, Olivia Neergaard-Holm y Eike Frederik Schulz. Elenco: Laia Costa, Frederick Lau, Franz Rogowski y Burak Yigit. Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen. Música: Nils Frahm. Montaje: Olivia Neergaard-Holm. Duración: 138 minutos.

CRÍTICA - CINE

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