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La NBA, según Steven Soderbergh en un drama deportivo que estrenó Netflix

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High Flying Bird

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Está en la grilla de la plataforma "High Flying Bird", que además de basketball está hablando de otras cosas

High Flying Bird
High Flying Bird, el deporte y el negocio

Mientras muchos discuten sobre cómo las nuevas tecnologías cambian la manera de ver y hacer cine, Steven Soderbergh no ha hecho otra cosa que aprovecharse de ellas para hacer cine. El estreno, que quizás haya pasado desapercibido, de su última película, High Flying Bird, es una prueba contundente de eso: está filmada con un smartphone y la estrenó Netflix.

Soderbergh ha hecho convivir en su filmografía varias vertientes bien diferenciadas. Por un lado ha hecho películas grandes y serias (Erin Brockovich; Traffic, por ejemplo, que le dio el Oscar a mejor director en 2000; Contacto, Che), grandes y livianas (la saga de Ocean’s Eleven), experimentos cinéfilos (Solaris) o inclasificables (Schizopolis) y hasta fundó la sensibilidad indie (y de paso ganó la Palma de Oro en Cannes) con sexo, mentiras y video en 1989. Es un trabajador incansable (dirigió medio centenar de películas en 30 años), incluso después de haber anunciado, no hace tanto, que se retiraba del cine. No cumplió su palabra.

High Flying Bird es su segundo proyecto para Netflix, la plataforma para la que el año pasado estrenó The Laundromat, una comedia estrambótica sobre los Panamá Papers.

Aunque el tema no es tan trascendente como aquel, en High Flying Bird cuenta los entresijos comerciales y raciales de la NBA, la liga profesional del basketball estadounidense. Lo hace siguiendo durante tres días al agente Ray Burke (André Holland) y su cliente más importante, Erick Scott (Melvin Gregg) que tiene todo para ser una estrella si no fuera porque una huelga de jugadores tiene todo trancado. El conflicto involucra a los dueños de los equipos y a las cadenas de televisión, lo que deja a los principales protagonistas del espectáculo como rehenes de intereses que los superan ampliamente. Que todos ellos sean afroestadounidenses y los empresarios blancos aporta al tema explícitas connotaciones esclavistas que, de alguna manera, Spike Lee había tocado en He Got Game, aquella con Denzel Washington.

Acá el guion es del dramaturgo Tarell Alvin McCraney, quien en Luz de luna demostró igual sensibilidad para retratar inequidades raciales.

Pero es el show de Soderbergh quien incluso se encargó de la fotografía y la edición (camuflado tras los seudónimos Peter Andrews y Mary Ann Bernard, respectivamente), quien vuelve a utilizar la tecnología a su favor. La imagen de alta definición, que no disimula estar tomada desde un teléfono, le da un aire de neorrealismo moderno y tecnológico que aplica muy bien a lo que se quiere contar.

Steven Soderbergh
Steven Soderbergh

Lo utiliza para otra de sus películas de héroe solitario que enfrenta a poderes que van más allá de él. High Fliying Bird está llena de escenas clásicas de Soderbergh, quien es capaz de humanizar y a su vez desnudar a sus personajes.

En este caso, son un montón de niños grandes que solo quieren jugar al basketball pero, como todas las industrias del entretenimiento, está dominado por intereses no tan puros. Soderbergh, con películas así ha conseguido colar sus ideas en un sistema que también mira con recelo las ideas.

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