Reseña

El carisma de Hugh Jackman no logra salvar a El gran showman 

Se podían esperar cosas más interesantes de El gran showman, un proyecto que Hugh Jackman persiguió durante casi una década y que, una vez concretado, todo indica que se veía mejor en el papel que en la pantalla. Es el primer gran musical de Hollywood después de La La Land: una historia de amor, un mojón del que acá se llevaron a algunos de sus compositores pero nada de su encanto.

Es la historia real de Phineas Barnum, el hombre que inventó el circo espectáculo y al que quizás le debamos gran parte del negocio del entretenimiento que hoy disfrutamos/padecemos y del que El gran showman es otro ejemplo. El Cirque du Soleil, por ejemplo, no existiría sin P.T. Barnum, cuyo paradigma de show business tiende a desaparecer como lo comprueba la noticia de que ese circo que fundó está bajando la cortina.

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El gran showman es una versión lavada, falsa y, por lo menos, vistosa de la vida de Barnum que empezó muy pobre, creó un espectáculo de monstruos (la mujer barbuda es una de las protagonistas de la película), se casó con una rica heredera y, contra todos los pronósticos se convirtió en uno de los hombres más exitosos de su tiempo. Todo ese periplo está contado con números musicales, más o menos vistosos y con ritmos actuales, que un director que no fuera Michael Gracey habría conseguido hacer lucir bastante más. Esto está más cerca de High School Musical (si hasta está Zac Efron) que de La La Land.

El elenco le pone la mejor onda y es sabido que Jackman es de los actores más completos (baila, actúa, canta con más que suficiencia) y Efron canta y baila estupendamente, pero todo tiene demasiado poco vuelo y eso para unos acróbatas nunca es un buen camino.