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Mujer de mil caras y mil voces

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Meryl Streep. Foto: Nick Wall
Meryl Streep (Florence Foster Jenkins) in Florence Foster Jenkins
Nick Wall

Se estrenó Florence, la vida de la peor estrella lírica de la historia.

Meryl Streep, la más grande actriz de cine que nos ha tocado ver a estas generaciones, ha tenido mil caras. La hemos visto como personajes reales: Margaret Thatcher (La dama de hierro, 2013), una cocinera famosa (Julia Child en Julie y Julia, 2009) y una obrera activista (Silkwood, 1983), entre otros papeles en donde lograba, desde la mímesis, siempre una actuación precisa.

También ha demostrado sus dotes como cantante. Hace poco en la excelente Ricki and the Flash: entre la fama y la familia (2015 dirigida por Jonathan Demme) y En el bosque (2015)pero antes en Mamma mia: la película (sobre canciones de Abba, 2008) y en Noches mágicas de radio (de Robert Altman, 2006). Es una cantante correctísima.

Ahora une esas dos líneas de su carrera en Florence: la "mejor" peor de todas, que es el estreno más importante en la cartelera uruguaya de esta semana. Es la historia de Florence Foster Jenkins, una mecenas de la ópera en la Nueva York de la primera mitad del siglo pasado que es considerada, con justicia, la más desastrosa de las cantantes líricas de la historia. Una cucarda poco agradable que resulta bastante certera. (David Bowie, sin embargo, la consideraba una gran artista, según le contó alguna vez a Vanity Fair).

Streep consigue otra actuación brillante acompañada con destaque por Hugh Grant como el marido que apoya los caprichos operísticos de su esposa, aunque es consciente de sus notorias carencias vocales. Grant está como nunca en un personaje lleno de bondadoso cinismo. La película la dirige Stephen Frears, un inglés con intereses varios y una filmografía que va desde la vida en los bordes de la Inglaterra thatcherista (Mi bella lavandería, 1985) a una biopic no tan crítica como era de esperar de la reina Isabel en, precisamente, La reina (2006).

Siembre bien.

Pero la estrella de Florence, como siempre, es Streep, una costumbre que no se le quita después de más de 70 películas en 40 años de carrera.

Nació en 1949 en Nueva Jersey y tuvo una crianza con holgura económica y confianza en su talento. Estudió en Vassar y Yale, donde se matriculó en su escuela de drama y allí empezó con sus primeros papeles en el teatro. Llegó a Nueva York en 1975, actuó en varias obras de Broadway e impulsada por su admirado Robert De Niro, se integró al elenco de El francotirador, la consagratoria película del recién fallecido Michael Cimino, que le dio una nominación al Oscar como Mejor Actriz Secundaria. Su siguiente película fue Manhattan, donde interpretaba a la rencorosa exesposa del personaje de Woody Allen.

Su primer Oscar lo recibió en 1980 por Kramer vs. Kramer. Desde entonces estuvo nominada 17 veces y lo ganó otras dos: por La decisión de Sophie en 1983 y La dama de hierro en 2012. El año pasado estuvo nominada por otra clase de bruja en En el bosque.

Ha estado además en películas importantes, prestigiosas y exitosas que siempre se han valido de su presencia para entrar en algunas de esas categorías. Una lista primaria y caprichosa (evitando las mencionadas en párrafos anteriores) y en un orden cronológico, debería incluir La amante del teniente francés, África mía, El difícil arte de amar, El amor es un eterno vagabundo, Recuerdos de Hollywood, Visa al paraíso, La muerte le sienta bien, La casa de los espíritus, Los puentes de Madison, Las cosas que importan, Las horas, El ladrón de orquídeas, El diablo viste a la moda, La duda y Enamorándome de mi ex. Es difícil que haya alguien que nunca se cruzó con una de sus películas: ha sido una versátil trabajadora compulsiva.

Eso acompañado por un perfil de mujer normal que siempre ha sumado a su carisma. Después de una relación muy fuerte con John Cazale (Freddo Corleone de El Padrino), está casada desde 1978 con el escultor Don Gummer y tiene cuatro hijos. Vive, dicen, una vida tranquila en su propiedad en Connecticut. Lejos de Hollywood.

Una cantante terrible.

Según le dijo al Sunday Time británico, a Streep le interesaron varios aspectos de una personaje como Florence Jenkins Foster.

"Llegué a este proyecto sabiendo algo que las audiencias modernas no saben", dijo. "Por más dinero y la educación que tuvieran las mujeres como Florence, para ellas en la primera parte del siglo XX, no había profesiones... Florence Foster Jenkins integraba 60 clubes y donaba mucho dinero a muchas instituciones culturales. Eso es lo que me interesaba. Este era un lugar donde una mujer podía canalizar su expresión. Donde podía ser una artista. Pero era una cantante espantosa".

Esa dualidad entre la expresión de una mujer y una carencia de talento que llega a ser cómica, es el terreno por el que Streep desarrolla el personaje. Otro para una galería de composiciones extraordinarias, que ya tiene 40 años en lo más alto. Un estándar difícil de alcanzar.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Meryl Streep. Foto: Nick Wall

MERYL STREEPFERNÁN CISNERO

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