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La mitad de un cine humanista y necesario

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Taviani
FILE PHOTO: Director Vittorio Taviani gestures behind the Golden Bear award for the best film 'Caesare Deve Morire' ('Caesar Must Die') during a news conference after the awards ceremony of the 62nd Berlinale International Film Festival in Berlin February 18, 2012. REUTERS/Tobias Schwarz/File Photo ENTERTAINMENT-FILM/TAVIANI
Tobias Schwarz/REUTERS

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Murió Vittorio Taviani, la mitad de un dúo creativo del cine

Paolo y Vittorio Taviani dirigieron en conjunto 24 películas, en una sociedad fraterna que llegó a su fin ayer, con la muerte, a los 88 años, de Vittorio, el mayo de los hermanos. La última película juntos fue Maraviglioso Boccaccio, un drama histórico en el siglo XIV. El año pasado estrenaron Una questione privata, pero que, por el estado de salud de su hermano fue dirigida solo por Paolo, con los consejos, eso sí, de Vittorio.

Herederos del neorrealismo, las ambiciones de los Taviani, como se los conoció desde siempre, iban más allá del afán documental. Y aunque su película más conocida (y la que les dio la Palma de Oro en Cannes) es un retrato real y austero sobre, Gabbino Ledda, un niño pobre y castigado que se hace hombre en un ambiente hostilísimo, en Padre Padrone, su filmografía va más allá de cualquier confinamiento. Estaban interesados en contar historias de una manera económica, directa y visualmente atractiva.

Alguien recordó ayer que Marcello Mastroianni solía referirse a los Taviani como si fuera un solo ente, “Paolovittorio”; eran así inseparables.

La visión de su cine en Uruguay está marcada por los años de la salida de la dictadura. Aunque Padre Padrone fue un éxito a mediados de la década de 1970 y en su momento se estrenó una de sus primeras películas (Fuera de la ley de matrimonio en 1963), fue a mediados de 1980 cuando su cine conectó con un público local que, por entonces iba a ver esas películas a Centrocine —la sala de Cinemateca Uruguaya donde hoy está La Trastienda— para ver San Miguel tenía un gallo, La noche de San Lorenzo, Kaos y Good Morning Babilonia. Las películas de Taviani eran una resistencia cultural a la dictadura.

Aunque su carrera siguiente sería irregular, en 2012 con César debe morir ganaron el Oso de Oro en Berlín. Allí contaban la recreación teatral del Julio César shakesperiano en una cárcel romana y, como siempre estaban hablando de la pertinencia del arte y del mundo de los menos privilegiados, dos de sus constantes.

Vittorio nació en 1929, dos años antes que su hermano en San Miniato, en la provincia de Pisa, y juntos empezaron a estudiar Derecho, la profesión familiar. Pero en 1954, con su primer cortometraje San Miniato, luglio 44 sobre una masacre en la segunda guerra mundial, se volcaron decididamente al cine. Dirigieron documentales y en 1962 estrenaron su primer largometraje (codirigido por Valentino Orsini), Un hombre para quemar. Su primera película solos fue Los subversores en 1967; en 1972 estrenaron uno de sus primeros grandes éxitos, La noche de San Lorenzo, otra vez sobre su pueblo en años bélicos.

El cine de los Taviani funcionaba con una fórmula aceitada: “cuando uno filma, el otro se calla”, recordó ayer El País español; en realidad se dividían una escena cada uno. Su obra es de un humanismo transparente quizás porque el disparador de su cine fue Paisa, la película neorrealista de Rossellini. Como aquel cine italiano, el de los Taviani sabía de qué lado quería estar y qué historias contar, ya sea en el mundo de Pirandello o en el Hollywood del cine mudo.

Ayer murió, una mitad de los amos de ese universo.

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