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En los mares más turbulentos

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Piratas del Caribe. Foto: DIfusión

El jueves se estrena el quinto film de la serie de aventuras caribeñas.

Es la única franquicia "histórica" que tiene éxito en el cine actualmente. Por lo general, las masas que acuden a las salas para un rato de entretenimiento liviano e insustancial prefieren cosas más futuristas o superheroicas.

El pasado con sus historias, mitos y misterios parece haber quedado en manos de las series televisivas, con títulos como Black Sails o Vikings, donde navegar y "piratear" es uno de los componentes fundamentales.

Esta franquicia, además, tuvo un nacimiento nada corriente. La primera película de la serie —La maldición del Perla Negra— que debutó allá por 2003, era una adaptación de una de las atracciones en uno de los muchos parques de diversión de la omnipresente Corporación Disney. Con Johnny Depp, Orlando Bloom, Geoffrey Rush y Keira Knightley como principales figuras, Disney sentó las bases de una propiedad intelectual cinematográfica que, aunque ande lejos de las cifras que recaudan Los Vengadores o los Jedi de Star Wars, aún así ya superó la marca de los mil millones de dólares de recaudación en el mundo.

Es probable que esta nueva aventura le dé a la marca un buen empujón hacia adelante en ese ranking.

Porque esta película tiene varias cosas a su favor. Para empezar hay un villano que consigue un par de momentos memorables. No es poca cosa en una película de estas características, que siempre van a apostar más a los estruendos y los efectos especiales que a las actuaciones.

Y aunque el personaje del capitán Salazar sea bastante chato en el papel, Javier Bardem le da una carnadura que hace que su presencia en la pantalla siempre sea bienvenida.

El español puede hacer cualquier papel, pero los de villano parecen venirle cada vez mejor. De todos los malos que le ha tocado enfrentar al insulso James Bond de Daniel Craig, el de Bardem fue, lejos, el más fascinante y, también, revulsivo (no por su supuesta homosexualidad, sino por la apariencia de su rostro, víctima del ácido).

Sin embargo acá el núcleo que aglutina el magnetismo de la saga es Depp. Es cierto que el actor dejó hace tiempo de pisar terrenos cinematográficos más elevados que el que proporciona un balde extra grande de pop dulce, aunque hay quienes vieron en Pacto Criminal algo del destello que alguna vez tuvo.

Pero en esta saga, Depp se luce como un muy buen comediante, tanto verbal como (sobre todo) físicamente. Desde que apareció en la primera película de esta serie abandonando un barco casi en el momento exacto en el cual éste terminaba de hundirse por completo, Depp le ha sabido sacar partido a su rostro, cuerpo y lengua.

Incluso llevó algo de ese talento al personaje de Toro, el nativo americano que acompañó al Llanero Solitario de Arne Hammer cuando Jerry Bruckheimer intentó revivir otra franquicia histórica y fracasó estrepitosamente. Dicho sea de paso: pocas veces la crítica cinematográfica se equivocó tanto como cuando destrozó esa historia ubicada en el antiguo Oeste.

Pero volvamos a los calurosos mares del Caribe, con sus maldiciones y enigmas. En esta nueva película, la premisa es más ambiciosa que nunca: encontrar el tridente de Poseidón. Sí, estos piratas no se andan con chiquitas. No a esta altura del partido, cuando ya demostraron estar en condiciones de enfrentarse a prácticamente cualquier cosa, por más disparatada que ésta sea.

En la primera película, los fantasmas que acosaban a los protagonistas parecen —en comparación con lo que vino después— espectritos de peluche.

Y no es que las sucesivas criaturas sean particularmente terroríficas. Después de todo, acá estamos hablando de una película de Disney, un mundo donde cualquier tipo de fluido corporal es anatema.

Pero los ejecutivos de la empresa saben que hay que aumentar las apuestas para poder competir contra extraterrestres, viajes a la velocidad de la luz y mutantes llenos de colores y poderes.

Entonces, acá aparecen fantasmas aún más espeluznantes y, también, crueles. Y aparecen muchas cosas más, claro. No conviene revelar más que lo que ya trascendió en los tráilers y que, la verdad, dejan cada vez menos espacio para la sorpresa y la incertidumbre.

Pero la búsqueda de ese tesoro, el mencionado tridente, involucra a varias partes: a los fantasmas malditos, a los piratas comandados por Barbarossa, a los harapientos vagabundos liderados por Jack Sparrow (Depp), a la parejita que se va formando al calor de la aventura y al Imperio Británico. Todos quieren tenerlo en sus manos, porque con él se puede acceder a un gran poder.

Pero antes de llegar al tridente hay que superar el desafío de descifrar un mapa que "ningún hombre pudo jamás descifrar". Por eso, esa tarea recaerá en una mujer. Obvio.

Son dos horas que, a pesar de alguna inconsistencia narrativa, se dejan disfrutar si uno no le exige demasiado en cuanto a rigor o sofisticación. Acá, lo que importa es la espectacularidad, y pocos saben más de eso que los responsables de estas historias, que logran amalgamar los efectos especiales más avanzados con las historias en las que los héroes no necesitan más que su ingenio y valor para salir de los desafíos en una sola pieza.

En una época en la que todos andan con superpoderes, estos piratas al menos nos recuerdan de una época en la que la imaginación se inspiraba en el reflejo del agua y en las oscuridades de las profundidades de los mares.

Los piratas que fueron víctimas de los piratas.

El ataque informático a la Disney, ocurrido a principios de esta semana, implicó que los hackers se hicieran de más de un título a estrenarse por parte de la empresa, pero ningún ejecutivo ha confirmado de qué películas se tratan. Aún así, el rumor más fuerte es que Disney perdió una copia de esta película. Habría que ver cuál es el daño que puedan ocasionar los hackers. Porque este tipo de películas son cada vez más experiencias cinematográficas, no domésticas. Por más parlantes y pantallas LED que uno ponga en el living.

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Piratas del Caribe. Foto: DIfusión

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