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Leonardo Sbaraglia: "Vivimos como si el dial estuviese un poco corrido"

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Leo Sbaraglia
ESP - Entrevista a Leonardo Sbaraglia . 6 de julio de 2020. FOTO DANIEL JAYO/LA NACION

Entrevista

El actor argentino estrena hoy el cierre de la Trilogía de Baztán, "Ofrenda de tormenta" en Netflix y acá habla de su vida en pandemia, de trabajar con Pedro Almodovar y cómo lleva la paternidad

Leo Sbaraglia
Leo Sbaraglia, un hombre ocupado

Ni la cuarentena para a Leonardo Sbaraglia. El 6 de marzo terminó de filmar la nueva película de Ariel Winograd, Hoy se arregla el mundo, donde comparte cartel con Natalia Oreiro y se estaba preparando para ir al Festival de Málaga a presentar Ofrenda a la tormenta, la tercera parte de la Trilogía de Baztán, que hoy estrena Netflix. Pero lejos de quedarse a esperar ha pasado todo este tiempo aislado pero ocupado.

Fue parte, por ejemplo, de la versión argentina de Amor de cuarentena, la obra teatral via WhatsApp, en la que también participan, entre otros, Dolores Fonzi, Jorge Marrale y Cecilia Roth. Además, coprotagonizó un radioteatro basado en un cuento de Raymond Carver en un podcast de la revista Anfibia. A eso hay que sumar otro estreno de Netflix, La red avispa, donde interpreta a un cubano en una película del prestigioso Olivier Assayas con Penélope Cruz y Edgar Ramírez en el elenco.

Y ya debería estar rodando la segunda temporada de de la serie de Amazon sobre Diego Maradona, Maradona, sueño bendito, donde interpreta a Guillermo Coppola. Lo esperan, si esto se termina de una vez, continuar con El territorio del poder, el espectáculo de música y textos que trajo al Teatro Solís en febrero de 2018, y un par de proyectos cinematográficos para España y Brasil. Y como para seguir atareado ha estado muy activo en las redes y en los medios.

Es como mucho para este actor argentino que, el año pasado, encima, tuvo un papel destacadísimo en Dolor y gloria, la última película de Pedro Almodovar. Y que tiene una carrera de ya tiene 35 años de éxitos y un montón de prestigio acumulado. Si quieren verlo en un trabajo distinto hoy a las 22.00, en La Tele pasan Al final del túnel.

De algunas de esas cosas y casi nada de Ofrenda a la tormenta, habla Sbaraglia en esta entrevista.

—¿Cómo estás viviendo este aislamiento?

—La verdad es que es extraño. Es un tiempo signado por la rareza, pero también es muy original. En estos días me acordé de la serie El túnel del tiempo, aquella en la que los personajes hacían una máquina para viajar en el tiempo, pero empezaba a fallar y nunca podían volver a su realidad, a ver a su familia, a su gente, a sus amores, y cuando finalmente lo logran ya nada es lo que era. Esa es un poco la sensación. No porque no me encuentre con nadie, al contrario, la gente está muy conectada afectivamente, estamos muy cerca en algún sentido. Pero el nivel de extrañeza que uno vive es como si estuviésemos tocando todo el tiempo una frecuencia parecida a lo que era la realidad pero no es. Como si el dial estuviese un poco corrido.

—Empezaste tu carrera muy chico. Tu hija está próxima a tener tu edad en aquel momento de tanta fama, cuando hiciste La noche de los lápices y Clave de sol.

—Cuando empecé tenía 15 años, uno más que mi hija ahora. Cumplí 16 en medio del rodaje de La noche de los lápices. Ella es mucho más piola de lo que yo era en aquel momento, la tiene re clara. Las pibas en este momento vienen con todo. Tengo tanto para hablar y aprender de mi hija que es hermoso, me conmueve muchísimo que esté tan grande y tan bien de su cabeza. Ella vio poco y nada de lo que hago. No pudo ver Relatos salvajes ni Caballos salvajes.

—¿Pudo ver Dolor y gloria?

—No. El otro día vio sin querer el beso entre mi personaje y el de Antonio Banderas y me dio mucho pudor. Aunque su generación está mucho más avanzada. Es increíble el avance que han tenido en diversidad de género. Ella tiene “amigues” bisexuales, heterosexuales, gays, pansexuales.

—¿Cómo te llevaste con la fama? ¿Le aconsejarías que viva una adolescencia más tranquila?

—Mi vida hasta hoy fue muy equilibrada en muchos aspectos. Y aquella época fue difícil pero no lo quiero poner como algo feo, para nada. Fue maravilloso también pero no tenía tantas herramientas. Era muy chico, muy tierno y lo seguí siendo... en muchas cosas lo sigo siendo. No me curtí. Estudiaba teatro, soñaba con ser un buen actor y, de repente, me tocó todo eso. Aprendí una bocha haciendo Clave de sol. El aprendizaje que te da estar todos los días frente a la cámara es impresionante. Primero fallando durante un año. Todo lo que hice ese primer año lo tiraría a la basura.

—¿Te volviste a ver?

—¡Nooo! Me da mucha vergüenza, pero me acuerdo de lo que sufría porque no daba pie con bola. Estudiaba con Agustín Alezzo y era un buen alumno, apreciado aun siendo muy chico, me lo decía. Pero la tele era jugar en otro terreno, otra cosa. Es un oficio que sólo se aprende a los golpes, equivocándote. Al principio no me salía ni la voz. Recién cuando pasó un año y empecé a darme cuenta de algunos principios del trabajo, a los 17 o 18 años, pude empezar a disfrutarlo. Aun así me hubiese gustado trabajar menos y disfrutar más. Comenzaba a las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche; y la mayoría del tiempo restante me quedaba ensayando las obras de teatro que hacíamos, porque también hacíamos funciones. Siempre fui muy responsable. Y me lo tomaba muy en serio. Fue la manera de aprender. Lo hacía como si fuese un Shakespeare. Quería hacer buenos trabajos. Y la verdad es que eran todos muy buenos actores. Después de eso seguí trabajando sin parar. Empecé a bajar un poco después de Caballos salvajes y ya prácticamente nunca más hice televisión a la vieja usanza.

—Tira diaria, por ejemplo...

—Nunca más. Hice una con Natalia Oreiro, en 1997, Casablanca. Nunca se emitió. Estaba mi mamá también (la actriz Roxana Randon), Norman Briski, Mariana Arias. Natalia dice que tiene todos los brutos. Hicimos más de 20 programas y había muy buenas escenas.

—¿Cómo fue trabajar con Almodóvar?

—En este caso fue por empatía con el personaje y con esa ternura que evidentemente necesitaba Almodóvar y yo la tenía muy a mano en aquel momento. Acababa de renunciar a un trabajo. Me había quedado muy sensible por eso, era mi laburo, mi guita para ese año. Fue algo que casi hago con Telefé con Anahí Berneri, una directora muy admirada con la que ya había hecho la película Aire libre. A medida que los pocos guiones que llegaban iban avanzando en una dirección en la que yo sentía que no iba a estar cómodo, decidí quedarme afuera porque me parecía una responsabilidad muy grande. Me quedé angustiado y sin trabajo, muy vulnerable. A las tres semanas recibí un mensaje de España: “¿Te animás a hacer una prueba?”. Pedro no terminaba de encontrar al actor, estaba buscando a alguien para un personaje muy cortito pero que implicaba un corazón muy grande en la historia. Apenas leí la escena pensé que eso lo podía hacer.

—¿Es muy exigente?

—Muy. Almodóvar filma cada dos o tres años con todos los recursos disponibles para poder hacer la mejor película. Tiene muchos recursos porque tiene sus películas vendidas desde el arranque a muchos lugares del mundo. Es un tipo muy preciso. Puede estar dos semanas trabajando con un actor para ver si lo quiere como protagonista antes de grabar. Fui a España dispuesto a que trabaje toda la semana conmigo sin certezas de quedar o no. Y a los 20 minutos me dijo: “ya lo tengo claro”. De todos modos, yo lo veía a Antonio Banderas trabajando y, de pronto, para una escena se hacían 14 tomas. Y Antonio me decía: “me estaba pidiendo que haga tres cosas en cinco segundos, no sé cómo hacer”. Yo tuve mucho tiempo para preparar pocas escenas, ese changüí lo tuve. Cuando llegué al set los únicos que me podían traicionar eran los nervios. Pero tenía plan A, B, C... mucho colchón trabajado y aun así, el plan A funcionó.

—¿Te queda otro director o directora en el mundo con quien también te pondrías nervioso?

—Lucrecia Martel. Ya sabe que me muero por trabajar con ella. Estoy seguro que nos llevaríamos increíble. Ella me parece cercana, somos del mismo país, con el mismo acento. No me parece tan descabellado soñar en trabajar con ella. También con Martin Scorsese, claro (risas)... me pondría muy nervioso.

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