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Leonardo Sbaraglia: "Entre actores no competimos"

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Leonardo Sbaraglia. Foto: Marcelo Bonjour
Nota a Leonardo Sbaraglia, actor argentino, en el H. Sheraton de Mvdeo., ND 20160707, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Archivo El Pais

El actor argentino estrena este jueves Era el cielo, una película rodado en Montevideo.

Leonardo Sbaraglia asegura que no está cansado, pero su rostro y su postura parecen indicar lo contrario. Es un día de entrevistas para promocionar Era el cielo, una película que rodó hace dos años pero que recuerda como si hubiera releído el guión ayer; en Uruguay se estrena este jueves 24. Sbaraglia toma mate con constancia uruguaya, una costumbre que incorporó luego de una temporada en Montevideo que no deja de alargarse desde que vino a filmar esa película y también la primera temporada para HBO de El hipnotizador, y la segunda, que se está grabando ahora.

Sbaraglia quiso actuar desde su adolescencia. Debutó a los 16 en La noche de los lápices (Héctor Olivera, 1986), un clásico del cine regional que podría tomarse como un buen augurio del éxito que le esperaba. "A veces desearía volver a tener esa manera de mirar el mundo. Creo que es algo a lo que intenta regresar el actor siempre, porque esto se trata de crear juegos. Lo que pasa es que al mismo tiempo, paradójicamente, el actor con experiencia va viendo cómo los años y los golpes van marcando su cara interna, que es la que a uno lo hace ser un buen artista". Ahora que cumplió 40, vive el mejor momento de su carrera, más internacional y ajetreada que nunca. El personaje del que habla esta vez es Mario, guionista casado con Diana (Carolina Dieckmann), una diseñadora brasileña que es violada en su casa, ante su marido. Sin saber que él lo sabe, la víctima se calla. Y Mario sufre decenas de fobias que lo inmovilizan y ahora lo sofocan, incapaz de sostener la relación fingiendo no saber lo que sucedió. Era el cielo fue guionada por el escritor Sergio Bizzio, dirigida por Marco Dutra y fotografiada por Pedro Luque. Sobre esta y otros asuntos, Sbaraglia habló con El País.

—El personaje de Mario, ¿se parece a alguno que le haya tocado antes o fue una novedad?

—Puede ser que haya personajes que se parezcan, el primero que se me viene a la cabeza es el de Aire libre (Anahí Berneri), que también es una película sobre la relación de pareja.

—¿Es un tema recurrente?

—Sí, a partir de El campo (Hernán Belón, 2011) tuve una seguidilla e incluso me tocó en En terapia. Tendrá que ver con algo generacional de llegar a los 40 y sus problemáticas.

—Y quizás algo de cómo se viven hoy las relaciones.

—Puede ser. Hay algo del modelo de pareja, del modelo de hombre, que está entrando en crisis. Como si se estuvieran cayendo ciertas máscaras, o al menos el cine está con la posibilidad de analizar, apuntar y reflexionar sobre ciertas máscaras del matrimonio.

—Son personajes oscuros, ¿le interesan en este momento de su carrera?

—Es muy difícil porque la propia vertiginosidad de la vida y del trabajo no te da tiempo de pensar en términos de carrera. Yo no tengo una estrategia, sino que los proyectos llegan y me entusiasman o no.

—¿Qué proyecto lo tiene entusiasmado ahora?

—Una película que voy a rodar el año que viene en Argentina. El guión me parece apabullante. Es la relación de un padre con una hija que hipotéticamente cometió un asesinato.

—¿Le pone alguna condición a los directores?

—Me gusta poder discutir acerca de lo que no me gusta. De este guión hay solo una frase que no me convence y es un lujo que solamente una de cientos te parezca fuera de la lógica de la historia.

—¿Es un obsesivo del trabajo previo al rodaje?

—Me parece que siempre suma, aunque trabajo mucho durante el rodaje también. Creo que el resultado es potencialmente mejor cuando uno puede invertir más horas.

—¿Cómo ensaya?

—Depende del personaje. Si tengo que caracterizarme de una manera en particular lo hago en cualquier parte, como que me lo enchufo. Por ejemplo, vengo de filmar con Adrián Caetano y Daniel Hendler el personaje más difícil que me ha tocado...

—¿Cómo es?

—Es un tipo muy siniestro, un esperpento de persona, y no tenía idea de por dónde agarrarlo. Entonces empecé a grabar a tipos malos hablando y los escuché todo el día, los miraba por YouTube, traté de imitar el tono, de meterlos en mi biología. En un mismo año rodé No te olvides de mí, Sangre en la boca, Al final del túnel y El otro hermano: cuatro personajes que no tienen nada que ver ni conmigo ni entre sí.

—Todos con una gran exigencia física, ¿eso ayuda a actuar?

—Ahí yo pensaba, "bueno, me tengo que transformar molecularmente", pero el trabajo físico ayuda y te pone en riesgo: es animarte a que alguien te meta adentro de la licuadora y te arme de nuevo. Es mejor, porque tenés una coreografía interna muy clara que ensayar y un lugar muy concreto a donde ir. Ahí todo depende de la fuerza de trabajo, del tiempo y de tu imaginación.

—¿Qué personajes son los más difíciles?

—Los parecidos a uno, como este de Era el cielo. Porque están más cerca de mi manera de ver el mundo y se me pueden confundir. Esto te exige una composición mucho más íntima, que uno no sabe dónde empieza y dónde termina.

—Con tantos rodajes, ¿cómo se renueva la imaginación?

—Es loco, pero cada director arma una relación diferente. Mirá, terminé el rodaje de Caetano un viernes de febrero. El domingo viajé aEspaña. Llegué el lunes. Esa misma noche viajé a Andorra. El martes ya estaba rodando otra película: un plano. El miércoles otra escena. Y el lunes siguiente empecé a full.

—¿Qué opina de su profesión?

—Es lindísima y muy difícil.

—¿Es más solitaria de lo que uno imagina?

—Solitario es el pintor y el músico, ese tipo de artista que no tiene relaciones sociales dentro del trabajo. Para mí eso es algo muy lindo de la actuación porque se forman familias en cada rodaje. Y a su vez tenés que arreglártelas con la tuya para no perder la importancia de la cotidianidad.

—¿Qué es lo más importante de su vida?

—Mi hija. Amo mi profesión pero si tuviera que elegir, elijo a mi hija.

—¿Tuvo malas experiencias con colegas?

—Entre actores hay una solidaridad que es contraria a lo que uno podría creer. No hay competencia: el 90% de los actores que conozco son buenos compañeros y nunca trabajé con una mala persona. Creo que eso sucede porque por lo general la gente se involucra en la actuación desde el mejor lugar de uno.

—¿Es importante la vida privada para actuar?

—La experiencia que uno va acumulando es absolutamente determinante. Está todo el tiempo en diálogo la vida de uno con la vida de los personajes que va haciendo. A veces tiene mucha más intimidad desnudarse a través de un personaje que en una conversación con un amigo.

—¿Por qué?

—Porque podés acceder a zonas mucho más oscuras.

—Y están justificadas

—Y además te pagan. Es un ida y vuelta, pero es mucho más lo que uno le da de vida a los personajes que lo que los personajes le dan a uno.

Uruguayos, brasileños y argentinos se lucen

Para Carolina Dieckmann, la actriz brasileña que coprotagoniza Era el cielo, la principal exigencia de su personaje fue aprender a hablar castellano en cuatro semanas. Sin embargo, brinda una actuación magistral como esta mujer perturbada por un abuso que se niega a declarar. El elenco cuenta con actores brasileños y varios uruguayos y argentinos. El "Chino" Darín tiene un rol protagónico (y oscurísimo). Lo acompaña (con el mismo grado de oscuridad) Álvaro Armand Ugon. Mirella Pascual logró un buen papel, como madre de esta dupla y dueña de un vivero donde transcurre buena parte de la acción. También hay dos niños actores: Priscila Bellora y Dylan Cortes. Y hay participaciones de Roberto Suárez y María Mendive.

"Era el cielo fue un trabajo de equipo"

Leonardo Sbaraglia dice que el cine podría dividirse entre los directores que trabajan en equipo y los que se concentran de modo más individual. Era el cielo, coproducción entre Uruguay, Brasil y Argentina fue dirigida por Marcos Dutra, un cineasta que integra el primer bando. "Son directores que van conduciendo el timón sin soltarlo y de eso pueden surgir resultados maravillosos. Por ejemplo Damián Szifrón, que sabe adónde quiere llegar y cómo, utiliza a los actores como elementos que alimentan el combustible de ese barco que quiere llevar a una dirección muy concreta". Si rememora su filmografía, recuerda lo detallista que es el cineasta español Rodrigo Cortez, que lo dirigió en Concursante (2007) y en Luces rojas (2012), film que rodó en Hollywood compartiendo elenco con Robert De Niro y Sigourney Weaver. "Rodrigo era un caso más extremo porque me indicaba cada coma que quería que dijera".

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Leonardo Sbaraglia. Foto: Marcelo Bonjour

ENTREVISTAMARIÁNGEL SOLOMITA

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