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La larga búsqueda de un hijo sin padre

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Valentín es el protagonista de la búsqueda de su padre. Foto: Difusión.

Este es un documental con forma de road movie, en el que un hijo busca reconstruir la historia de su padre desaparecido durante la dictadura. Valentín —que tiene 35 años y es mayor que su padre cuando desapareció— viaja a Buenos Aires para conocer cuáles fueron sus pasos durante la clandestinidad.

Golpeando puertas ante la cámara llegará a una conclusión que ya sospechaba: "Encontrás que no hay nada para encontrar", dice en una escena.

En la segunda mitad, el protagonista regresa a Montevideo. La cámara lo acompaña en actividades cotidianas que sirven para demostrar hasta qué punto la falta de respuesta sobre el destino de un padre puede condicionar la vida de un hijo.

Un hijo que siente que su propia historia está incompleta, y entonces intenta ocupar el lugar que dejó vacío su padre en la familia, entre sus amigos, y en la lucha política. "Este es nuestro momento", lanza Valentín en una de las escenas más interesantes, sugiriendo que son los hijos los que deben tomar la posta del asunto y elegir qué y cómo reclamar.

La represión, los asesinatos y la desaparición en tiempos de golpe militar es un tema recurrente en el cine rioplatense. Entre estas obras, hay un grupo de films realizados por hijos de desaparecidos transformados en cineastas que filman su propia necesidad de armar el puzzle. Además de ser un ejercicio artístico, esta fue una manera de poder conformar su propia identidad.

Los ejemplos más adecuados son Chau pelado (Miguel Presno), Los rubios (Albertina Carri) y M (Nicolás Prividera).

Todos somos hijos reúne la reconstrucción del padre (como Chau pelado), el cuestionamiento hacia la decisión de priorizar la lucha ante la crianza de un hijo (como Los rubios), y, en menor medida, pone sobre la mesa la responsabilidad civil de aquellos que dicen nunca haber visto nada (como M).

Esta película de Esteban Barja y Carlos Conti es prolijay cumple su cometido, desde lo cinematográfico no aporta un enfoque distinto del que el público ya conoce. Por eso, la temática podrá ser valiosa, no consigue ser una película memorable.

Varios problemas entorpecen el apego hacia la historia. Uno, es la interrupción del relato por reflexiones poéticas rodadas en blanco y negro. Otro, tiene que ver con el diseño de sonido, porque en lugar de dejar fluir la conversación casual entre Valentín y sus interlocutores decide superponer a la imagen una voz en off del propio protagonista. Por último, pudo haberse trabajado mejor el tratamiento narrativo del protagonista.

Es que no hay que olvidar que esto es cine, y para el público es difícil empatizar con un personaje que siempre parece tener el control de la situación y de sus emociones. En la mejor escena, Valentín muestra una foto familiar. La foto se ensució y al limpiarla el rostro de su padre desapareció de la imagen. Hubiera sido necesario buscar más de estos momentos simbólicos para que Todos somos hijos emocione como su historia lo merece.

Todos somos hijos [***]

País: Uruguay 2015. Dirección y guión: Esteban Barja y Carlos Conti. Fotografía: Exequiel Fernández. Música: Federico Araujo. Montaje: Hoboken Films. Género: Documental. Duración: 70 minutos. Funciones: Hasta el 20 de abril, a las 21 horas, en Cinemateca Sala Pocitos.

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Valentín es el protagonista de la búsqueda de su padre. Foto: Difusión.

CRÍTICA - CINE

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