Crítica

"Noche de juegos" es una comedia que funciona gracias a los chistes y un par de personajes

Buena parte de la comedia americana más o menos reciente habla de las crisis personales de personajes que optaron por un modo de vida sosegadamente burgués con familia y compromisos y que, de alguna manera, añoran su lado más salvaje.

Algo de eso estaba presente en películas más o menos nuevas como Vacaciones y Quiero matar a mi jefe, en la que participaron algunos de los responsables de Noche de juegos.

Los protagonistas son Max y Annie (Jason Bateman y Rachel McAdams) dos hipercompetitivos fanáticos de los juegos de mesa. Se juntan con amigos semanalmente y en uno de esos encuentros aparece el hermano mayor de Max, Brooks (Kyle Chandler) que es un modelo de éxito y fuente de recelo familiar. Es un tipo que ha hecho todo bien y Max siente que no está a la altura, con su vida domesticada y su urgencia por tener hijos.

Y de repente, la noche se transforma en otra cosa. Brooks propone un juego de rol en el que hay que descubrir a un secuestrado que, probablemente esté entre ellos. Sin embargo, alguien planeó un secuestro real y los jugadores se meten en un asunto más o menos violento. Y divertido.

Como en una combinación en tono de comedia entre Después de hora (aquella de Martin Scorsese) y Al filo de la muerte de David Fincher, Noche de juegos funciona mejor a la altura de los chistes. A eso ayudan algunos secundarios (el policía tirando a psicópata que compone Jesse Plemmons) y un montón de buenos gags que los directores John Francis Daley y Jonathan Goldstein y el libretista Mark Perez administran sin demasiada originalidad, cierto, pero sabiendo que eso no era lo que la situación requería.

Lo que se trata acá es de hacer comedia, combinarla (fallidamente, para el caso) con algunos elementos policiales y algo de suspenso. Todo para ir hacia una meta muy loable: hacer pasar el rato sin demasiadas exigencias. Si así fuera, misión cumplida.