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El iracundo rebelde del cine

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Jack Nicholson. Foto: AFP
AFP fotos - US-37TH-AFI-LIFE - HUM - CULVER CITY, CA - JUNE 11: Actor Jack Nicholson speaks onstage during the AFI Life Achievement Award: A Tribute to Michael Douglas at Sony Pictures Studios on June 11, 2009 in Culver City, California. Kevin Winter/Getty Images for AFI/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY == US-37TH-AFI-LIFE - Culver City - California - UNITED STATES - nt D:\Users\dborrelli\Desktop\Fotos para Millenium\271449.JPG
nt - AFP - GETTY IMAGES NORTH AM/AFP

Cumple 80 años de uno de los más importantes y famosos actores de Hollywood.

Pasa siempre: uno da por sentado la existencia de algo o alguien, y recién se da cuenta del valor de esa presencia cuando ya no está. Ahora que Jack Nicholson cumple 80 y se encuentra retirado del cine desde hace siete años —en medio de rumores sobre su salud, sobre todo la mental— uno cae en la cuenta que ese actor, que acompañó durante tanto tiempo las idas al cine, ya no aparece en los afiches de las películas.

Y ahí uno se da cuenta que extraña cómo, por ejemplo, él hacía que sus cejas también actuaran. O que había (hay) pocos que puedan transmitir de manera tan inapelable la fuerza destructora, y al mismo tiempo fascinante, de la ira.

Hace un par de semanas, el youtuber Nerdwriter dedicó su ensayo a, justamente, la manera en la que Nicholson desplegaba su conocimiento técnico para transmitir ese pecado capital. Vale la pena ver ese ensayo, para apreciar las múltiples maneras en las que Nicholson era capaz de adaptar la ira a cada uno de los personajes que le tocaba interpretar. Porque como dice el ensayista en una parte del video, por más bueno que sea el guión y el director, solo el actor puede hacer que el personaje sea polifónico.

Pero Nicholson era más que eso, claro. Durante años, un lugar común entre cinéfilos era que Nicholson hacía siempre el "mismo papel". Su carisma, su estrellato, tenía tanto alcance que parecía que quien lo contrataba para una película lo hacía para tener a Nicholson, no tanto a un actor que pudiera dar vida a un amplio rango de personajes..

Un poquito de eso había, porque Nicholson empezó cuando se iba terminando la época en la que el cine era "de estudio". O sea, hacia el final de la era en la que Hollywood marchaba casi como una fábrica de autos y las películas eran diferentes modelos de una particular marca. En ese esquema, los actores y actrices eran piezas que encajaban en el producto final, y cada actor o actriz tenía un destino claro y definido.

Todo eso empezó a resquebrajarse en la década de 1960 y Nicholson, cuya primera película es justamente de 1960 (El pecador insaciable), fue uno de los primeros que encarnó al nuevo modelo de actor: uno que podía hacer casi todo tipo de películas.

Hizo otras apariciones en el cine en esa década, pero no fue sino hasta 1969 que se convirtió en una estrella, con su notable participación en Busco mi destino, dirigida por Dennis Hopper. Sin embargo, no fue una estrella cualquiera. Por haber saltado a la fama desde esa película, Nicholson siempre estuvo acompañado de un halo de rebelde y excéntrico, un aura que lo separaba del resto de la manada de estrellas masculinas.

Y aunque muchos recuerden la particular intensidad desplegada por Nicholson en la pantalla, no era solo un capo de lo iracundo y lo desbocado. Podía defenderse notablemente como comediante, como en Las brujas de Eastwick, donde compone uno de los más divertidos retratos de Satanás del cine de Hollywood. O en Marcianos al ataque, donde hace de un presidente de Estados Unidos tan pomposo y ridículo que encaja perfectamente en esa sátira dirigida por Tim Burton. Ni que hablar que en uno de sus grandes papeles, en Atrapado sin salida, también demuestra que es capaz de hacer reír en medio de esa tragedia que es la prisión aséptica manejada con guantes de hierro por la enfermera Ratched (Louise Fletcher).

Pero más allá de sus facetas como intérprete y de su particular estrellato, un rasgo característico de su trayectoria en el cine tiene que ver con cómo supo hacerse un lugar en películas dirigidas por los mejores. No hay muchos que puedan exhibir en su currícula títulos dirigidos por Milos Forman (Atrapado sin salida), Stanley Kubrick (El resplandor), Elia Kazan (El último magnate) Vicente Minelli (En un día claro se ve hasta siempre), Roman Polanski (Chinatown), Michelangelo Antonioni (El pasajero), Martin Scorsese (Los infiltrados) y John Huston (El honor de los Prizzi).

Además, fuera de esos nombres tan prestigiosos, Nicholson también supo ganarse papeles en películas de Mike Nichols (Conocimiento carnal), Bob Rafelson (Mi vida es mi vida, El cartero llama dos veces), James L. Brooks (La fuerza del cariño, Mejor imposible), Sean Penn (Código de honor) y Hal Ashby (El último deber).

Sus mejor época está en las décadas de 1970 y 1980, donde ganó dos de sus tres Premios Oscar (por Atrapado sin salida como protagonista y La fuerza del cariño como actor de reparto). Pero también en la segunda parte de su carrera supo de logros: en 1998 obtuvo su última estatuilla dorada, otra vez por un papel en una película dirigida por James L. Brooks (Mejor imposible).

Hace poco se anunció que estará en la remake estadouniddense de la película alemana Toni Edrmann. Se concrete o no su participación en esa película —vamos, tiene 80 años— es de carácter secundario. Nicholson ya está cómodamente entre los mejores (y más carismáticos) actores de Hollywood, a la altura de cualquiera que aspire a figurar en el Olimpo que se construyó sobre el celuloide.

5 momentos en el cine - Una selección.

Con 75 títulos como actor, es imposible hacer una selección más o menos abarcadora de la importancia del Nicholson en el cine, pero estos films sirven de referencia.

Busco mi destino - 1969, Dennis Hopper.

No era que la película lo necesitara, claro. Pero cuando Nicholson aparece en ella como un abogado al que le gusta la juerga y se deja seducir por el libertario espíritu hippie, la historia empieza a vibrar en un registro distinto y refrescante. Como si fuera casi una fuerza natural indomable, Nicholson se roba unas cuantas escenas.

Chinatown - 1974, Roman Polanski.

De lo mejor del cine de los años 70, que ya empezaba a reciclar el género del policial (específicamente el “hard boiled”) de los años 40. Nicholson es un investigador que, como de costumbre, empieza a trabajar pensando que le tocó un caso de rutina para paulatinamente ir descubriendo que está hasta las manos.

Atrapado sin salida - 1975, Milos Forman.

Basada en una obra de teatro que a su vez estaba basada en un libro de Ken Kesey, la película fue un triunfo total en Hollywood: Oscar a mejor actor, actriz, guión adaptado, director y película. Fue también, un triunfo de Michael Douglas, que antes de ser una estrella de cine como actor, fue el productor de este largometraje.

El resplandor - 1980, Stanley kubrick.

Durante unos años, fueron varios los que despreciaron esta adaptación de la tal vez mejor novela de Stephen King. Incluso el propio King despotricó contra ella. Los años pusieron las cosas en su lugar: hoy está considerada una de las grandes películas del género, meticulosa y magistralmente construida por Kubrick.

Los infiltrados - 2006, Martin Scorsese.

Está bien. Nadie se cree que Nicholson pueda ser descendiente de italianos, pero de lo que nadie puede dudar es del carácter maligno de ese mafioso. Nicholson, que hizo varios peronajes moralmente ambiguos y hasta villanos (El Guasón en la Batman de Tim Burton) compone aquí un tipo verdaderamente malo.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Jack Nicholson. Foto: AFP

JACK NICHOLSONFABIÁN MURO

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