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Insípida modernización de un musical con larga fama previa

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Los libretistas pueden hacer piruetas para insertar "corrección política" al film.
Barry Wetcher

Aún no se ha determinado oficialmente la fecha de la muerte del cine musical norteamericano, pero podría arriesgarse una: el 23 de septiembre de 1987. Ese día murió Bob Fosse.

Fosse había realizado el que probablemente sea el último gran ejemplo del género para la gran pantalla (Cabaret, 1972), y luego aportó una película que era a la vez una autocelebración y un epitafio (All That Jazz, 1979). Como bailarín, coreógrafo y director, estuvo también vinculado a la Era de Oro del musical en cine y teatro (años cincuenta y un poco después). Y de alguna manera se sobrevivió a sí mismo: cuando Rob Marshall llevó al cine Chicago (2002), que debe ser la última película musical interesante, estaba adaptando un éxito previo de Broadway coreografiado por Fosse.

El resto ha sido, hamletianamente, silencio o, pero aún, mucho ruido sin substancia. Desde El fantasma de la Ópera a Los productores y Los miserables, lo que el cine ha hecho habitualmente con los éxitos de Broadway ha consistido mayormente en anécdotas sintéticas, canciones insulsas y direcciones planas que permiten dejar escapar un lágrima recordando a los Astaire, los Kelly, los Donen y los Minnelli que en el cine han sido. Esta nueva Annie se ubica en esa línea, solo que es un poco peor.

La primera pregunta que surge es por qué hacer Annie si se pretende vender una agenda política exactamente opuesta a la del cómic original y (más atenuadamente) de su inicial versión musical. Ana la huerfanita fue siempre una portavoz del Partido Republicano, una enemiga de Roosevelt, el New Deal y los sindicatos, y una partidaria del vigilantismo. Maquillar el material para volverlo "políticamente correcto", y llenarlo de afroamericanos, es solo el primer chiste de esta "remake".

Naturalmente, esa objeción sería irrelevante si el resultado funcionara como musical y como cine (si alguien logra hacer un buen musical con Rey Lear, bien por él, aunque los shakespereanos más acérrimos se enojen). Pero ese no es el caso.

Esta Annie está filmada con una torpeza infinita (imágenes que muestran cualquier cosa mientras de la banda sonora brotan canciones insulsas que tienen poco o nada que ver con lo que hay en la pantalla), y se nota de lejos que el director Will Gluck no confía en sus intérpretes como bailarines: en los tres o cuatro números danzados que salpican la película suele filmarlos en plano medio, de la cintura para arriba, lo que les ahorra tener que demostrar que saben bailar.

Es interesante leer en el IMDB cuánta gente está añorando la versión del musical que John Huston realizó en 1982, y recordándola como si fuera casi una obra maestra. No lo era, como permitió confirmarlo una revisión reciente en televisión, pero era sin duda mejor de lo que se dijo entonces. Y, por cierto, Huston no cometía algunos de los errores básicos de esta "remake": mantenía la ambientación original en los años treinta y cierto sabor dickensiano, y cuando disponía de una buena bailarina (la excelente Ann Reinking) sabía sacarle partido: planos secuencia y de cuerpo entero, para que el espectador realmente la viera bailando. Eso no se ve aquí.

Hay que reconocerle cierta soltura y una dosis de encanto a la protagonista Wallis, que ya fuera candidata al Oscar por La niña del Sur Salvaje y compitió por el Globo de Oro por este film. Es más justa empero la nominación de Cameron Diaz a los Razzies, en el rubro Peor Actriz del Año. Realmente la merece.

SABER MÁS

ANNIE (*)

Estados Unidos 2014. Título original: Annie. . Dirección: Will Gluck. Guión: Aline Brosh McKenna, Will Gluck, sobre libreto anterior de Thomas Meehan y cómic: de Harold Gray. Fotografía: Michael Grady. Música: Charles Strouse.. Elenco: Quvenzhane Wallis, Jamie Foxx, Rose Byrne, Bobby Cannavale, Cameron Diaz, Adewale Akinnuoye-Agbaje, David Zayas.

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