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Hollywood y una sombra demasiado oculta

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Acusados

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Tras un año marcado por denuncias, el entretenimiento estadounidense deberá reformular sus instancias de premios

La primera promoción de los próximos Premios Oscar es una ridiculez. El conductor de la premiación, Jimmy Kimmel, comparte la fecha del evento y la señal de transmisión, antes de irse volando en un jetpack, un dispositivo que permite viajar mediante un motor de reacción.

El tono humorístico de la publicidad, a su vez, puede ser apropiado si se considera que la pieza fue confeccionada como una distracción. En un año en que Hollywood y otros ramos de la industria estadounidense de medios se vieron en la mira de centenares de denuncias de abuso y acoso sexual, los eventos celebratorios del séptimo arte se encuentran ahora en la encrucijada de convertirse en una espacio para lidiar con el problema o, simplemente, evadirlo.

Mientras que el presidente Donald Trump se volvió el blanco de la mayoría de los chistes de los conductores de los galardones al cine a principios de años, es probable que esa tendencia disminuya en los meses que viene. Sería extraño que tanto los monólogos humorísticos como los agradecimientos de los actores ganadores evitaran hablar del fin del silencio por parte de las víctimas de las figuras de la industria.

Uno de los principales disparadores de esa ola de denuncias en crecimiento hasta hoy fue la caída en octubre del productor estadounidense Harvey Weinstein. Figura conocida dentro de la industria por su talento para hacer lobby por las películas de su productora, Weinstein fue echado de su propia compañía una vez que el diario New York Times publicó una investigación sobre sus acciones para detener la denuncia pública de violación, abuso y acoso sexual de varias mujeres de su entorno. Hoy, las denuncias superan las 70 y entre ellas se encuentran actrices mundialmente conocidas como Angelina Jolie y Salma Hayek.

La caída de Weinstein provocó un mayor acercamiento entre los medios de comunicación y las víctimas, recientemente fueron bautizadas como las “rompesilencios” por la revista Time al ser elegidas como la personalidad del año.

La conversación pública también demostró que no solo las mujeres fueron afectadas por estas prácticas de uso longevo en la industria. Así lo dejó en claro el actor Anthony Rapp al denunciar un intento de abuso sexual a mediados de la década de 1980 por Kevin Spacey, cuando Rapp tenía 14 años.

Otros actores, directores y personalidades acusados han sido Dustin Hoffman, el cineasta Brett Ratner y John Lasseter, uno de los altos mandos en los estudios de animación Pixar.

El silencio de las víctimas, además, no solo se rompió dentro del cine. En el negocio de los espectáculos de Estados Unidos, figuras como los conductores de televisión Bill O’Reilly, Matt Lauer, Charlie Rose y el comediante Louis C. K. han sido despedidos de sus trabajos o decidieron dar un paso al costado de las cámaras, una vez que acumularon varias denuncias en su contra.

Si bien se ha vuelto frecuente que muchos de estos actores y personalidades nieguen los casos, desde el lado de las víctimas la conversación ya empieza a tomar otra forma, más allá de las acusaciones.

El movimiento #MeToo (“Yo también”), que fue creado en 2006 pero que ahora ha tomado otra notoriedad, se ha vuelto el portavoz para que mujeres de múltiples rubros denuncien lo que les ha sucedido.

A su vez, se ha vuelto una etiqueta bajo la que varias estrellas se sumarán para mostrar su apoyo hacia las víctimas con acciones como, por ejemplo, vestirse de negro durante la próxima temporada de premios.

Ante la llegada de esas ceremonias -un circuito de premiaciones al cine que finaliza año a año con los Oscar-, Hollywood y sus integrantes también deberán decidir si la problemática puede ser tratada desde el humor, en una misma instancia en la que se celebra el trabajo artístico de varias personas.

El primer encargado de abrir el diálogo será el conductor Seth Meyers quien, a diferencia de Kimmel, ya indicó que para Hollywood “hay mucho de lo que hablar” durante la promoción de los próximos Globos de Oro, premios entregados por los miembros de la prensa extranjera de Estados Unidos.

La mirada de la mayor parte del mundo, de todas formas, estará sobre Kimmel, quien se subirá nuevamente al escenario del Teatro Dolby de Los Angeles en marzo para conducir unos Premios Oscar que prometen tener un mayor tinte de activismo.

En Hollywood, el año cierra de la misma forma que empezó: con un reclamo. Mientras que en enero pasado la marcha de las mujeres en Washington -en la que participaron varios actores y directores- demandó mayor igualitarismo para el sexo femenino, ahora llegó la hora de poner fin a una práctica oculta en las sombras por demasiado tiempo.

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