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Una historia extraordinaria sobre encontrarse a sí mismo

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Kidman y Patel hacen lo mejor que pueden con sus personajes. Foto: Difusión

Un camino a casa [***] Estados Unidos / Australia, 2016. Título original: Lion. Dirección: Garth Davis. Guión: Luke Davies, basado en A long way home de Saroo Brierley. Fotografía: Greig Fraser. Montaje: Alexandre de Franceschi. Música: Volker Bertelmann, Dustin OHalloran. Elenco: Dev Patel, Rooney Mara, David Wenham, Nicole Kidman, Abhishek Bharate, Sunny Pawar, Priyanka Bose. Género: Drama. Duración: 120 minutos.

Es un tanto irónico que India, el mayor productor de películas del mundo se esté convirtiendo en la nueva comidilla de moda de Hollywood, la otra industria que, en cantidad, le pisa los talones.

Digamos que el escenario indio viene a reemplazar el exotismo algo miserable pero encantador que antes protagonizaba Latinoamérica, popularidad audiovisual que durante décadas fue apodada por sus críticos más acérrimos como "porno miseria". O "gueto chic".

De hecho, Hollywood —que está sacando partido del multiculturalismo más que nunca— en los últimos años ha ido colocando a los actores indios en esos roles que durante años reservó para los latinos: personajes que a veces son un poco torpes, un poco sufridos, pero siempre optimistas y agradecidos con sus pares del Primer Mundo, donde habitualmente logran protagonizar su propia historia de autosuperación.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

Lion, estrenada con el título de Un camino a casa, reproduce exactamente eso que Hollywood nos viene diciendo desde hace varias ficciones acerca de India: con la excepción del retrato de Wes Anderson en Viaje a Darjeeling (2007). O es un paraíso espiritual con habitantes adorables que le cambian la vida a Julia Roberts, o el infierno más crudo que uno podría imaginar. Un infierno en el que los niños son abusados, maltratados y manipulados por adultos con una moral del tamaño de una semilla de uva. La generosidad no existe. La autoridad no existe. El sentido común no existe. Todo el país aparece retratado como un caos de caníbales indiferentes.

Y al pobre de Dev Patel —el indio más internacional del cine hoy— le toca sobrevivirlo por segunda vez. La película que lo hizo exitoso ¿Quién quiere ser millonario? (Danny Boyle, 2008) ganó ocho premios Oscar, incluido el de Mejor Película. Ahora, Un camino a casa pelea por seis, aunque es uno de los candidatos con menos chances de ganar.

El australiano Garth Davis debutó en la dirección cinematográfica adaptando la extraordinaria historia de Saroo Brierley, un joven indio que se extravió de su lejano hogar a los cinco años y vagó por Calcuta durante algunos meses, escapando de ladrones de menores, pederastas, el hambre, las ratas y soportando el ambiente de un orfanato en el que los abusos convirtieron a varios niños en dementes. Un par de años después, fue adoptado por una familia australiana, con la que vivió en armonía hasta cumplir los 30. Entonces, el recuerdo de su hermano mayor y de su madre lo trastornó, y dedicó noches enteras a buscar su pueblo (del que recordaba mal el nombre) en Google Earth. Contra todos los pronósticos, en el segundo país más poblado del mundo y el séptimo más extenso de la tierra, Saroo encontró a su familia.

La propuesta de Davis (cuyo antecedente es la codirección junto a Jane Campion de la serie policial Top Of The Lake) tiene una estructura ambiciosa, filmada entre India y Australia, casi siempre al aire libre, con un elenco que conjuga actores famosos de Bollywood con colegas de Hollywood como Nicole Kidman, Rooney Mara y el propio Patel.

Narrada en dos etapas, la primera está mejor lograda y abarca la niñez de Saroo (adorable Sunny Pawar) desde el día de su extravío hasta su arribo a Australia. La segunda lo retrata en la adultez, junto a la novia que deja como síntoma de la perturbación que empieza a generarle coordinar un presente de privilegiado con un pasado recortado doloroso.

La película luce bastante publicitaria, con una fotografía que suele mostrar a los personajes con fondos esfumados y encuadres preciosistas, a pesar del caos y la miseria.

El principal problema llega cuando Davis se juega a su talento. La tortuosidad que llevó a Saroo a la tarea titánica que lo convirtió en un notable, se representa como una secuencia de primeros planos de distintos gestos tristes de Patel, recuerdos tiernos, conversaciones previsibles con Mara y Kidman, caminatas solitarias en lugares hermosos y planos detalles del dedo índice haciendo zoom hasta milagrosamente dar con el lugar buscado. En el momento en que el relato debía construir, recolecta golpes bajos cambiando el llanto del espectador por una verdadera emoción. Es algo injusto para una historia tan excepcional.

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Kidman y Patel hacen lo mejor que pueden con sus personajes. Foto: Difusión

CINEMARIÁNGEL SOLOMITA

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