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En "Las grietas de Jara", la culpa no es suficiente

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Joaquín Furriel en "Las grietas de Jara"

CINE

Reseña de la nueva adaptación al cine de la escritora Claudia Piñeiro

Las grietas de Jara es la nueva adaptación de un trabajo de la best seller argentina Claudia Piñeiro, cuyas novelas Las viudas de los jueves, Betibú y Tuya también han sido trasladadas al cine.

El resultado del suspenso concebido por el director Nicolás Gil Lavedra, quien escribió el guion junto a Emiliano Torres, es desparejo y carente de la sensación de peligro que su premisa criminal sugiere.

Joaquín Furriel es Pablo Simó, un arquitecto cuarentón que afronta una crisis familiar y laboral solo empeorada por la culpa de un pasado que lo vincula con Nelson Jara (Óscar Martínez), un ciudadano afectado por una obra del estudio arquitectónico en el que trabaja el protagonista.

El desentrañamiento del crimen que vincula a los personajes de Furriel y Martínez (una lástima que no aparezca en más escenas) y la aparición de una joven y seductora fotógrafa amateur (Sara Sálamo) se vuelven los principales hilos de misterio del film, que pretende ser un thriller no tradicional radicado más en las emociones y menos en la acción, pero que termina sintiéndose completamente superficial.

De la misma forma, la arquitectura es tomada de una forma totalmente liviana para un relato que podría haber usado la disciplina más a su favor narrativamente.

Hay recorridos por Buenos Aires y una escena en el Palacio Barolo, pero que, por ejemplo, a Simó se lo vea solo haciendo croquis en carbonilla en un estudio donde no hay una sola computadora convierte al relato en un anacronismo.

En general, Las grietas de Jara se siente como una producción levemente apurada, con escenas que podrían haber sido mejor realizadas y actuaciones olvidables de Soledad Villamil y Furriel, quien mostró un mejor dominio del género en la serie El jardín de bronce.

La presencia del español Santiago Segura -probablemente necesaria por la participación de España en la coproducción- sencillamente no agrega nada y le quita seriedad al asunto.

En conclusión, a Las grietas de Jara es mejor taparlas y hacer la vista gorda.

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