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Graciela Borges: “La tristeza más profunda este año, es no poder ir a Uruguay"

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Graciela Borges

Entrevista

La actriz argentina habló con El País sobre su podcast "Graciela Borges: mi vida en el cine", una producción de Film & Arts que está para escuchar en Spotify

Graciela Borges
Graciela Borges en una de sus visitas a Montevideo. Foto: Archivo El País

Te pido disculpas porque hoy mi voz está a la miseria”, es de lo primero que le dice a El País, la actriz argentina Graciela Borges. En realidad de este lado del teléfono suena tan interesante y característica como siempre: una voz única que mezcla algo de paquetería y seducción. Y que es su marca registrada.

Esa voz, además, es una parte importante de la personalidad que desplegó de su elogiada carrera cinematográfica que abarca medio centenar de películas en más de 60 años de pantalla. Allí están, además, algunas de las grandes obras de algunos de los grandes directores del cine argentino.

Con esa voz y esa historia parecía inevitable que Borges se sume a la tendencia actual de los podcast. El 5 de abril estrenó en Spotify Graciela Borges: mi vida en el cine presentado por el canal Film&Arts. Son 40 episodios que se distribuyen en estrenos semanales.

Así, cada episodio, de no más de 10 minutos cada uno, repasa anécdotas de rodaje y momentos de su vida contados con la espontaneidad con el que suelen aparecer los recuerdos. La tanda que se presenta mañana abarca la fermental década de 1960.

“Me gustó mucho hacerlo, no fue un trabajo, para mi fue un acto amoroso”, dice sobre la invitación de Film & Arts y sobre la grabación de los podcast.

—¿La movilizó mucho hablar de sus películas, de su pasado?

—No puedo decir que me emocioné mucho porque son momentos que siempre están presentes en mi. Siempre recuerdo cómo fue esta vida.

En la primera tanda de episodios, por ejemplo, recuerda sus primeros estudios de declamación en el colegio de las monjas irlandesas cuando tenía siete años porque, justamente, estaba algo acomplejada con su tono de voz. Y como entró al Conservatorio y luego conoció a Hugo del Carril quien la dirigió en su primera película, Una cita con la vida o la belleza de Gilda Lousek o los aires seductores de Alberto de Mendoza, el protagonista de El jefe de Fernando Ayala, otra de sus primeras películas.

El podcast, además, es una postal de otra Argentina, de otra escena cultural, de una farándula, de una industria cinematográfica en proceso de cambio. Está muy bueno.

—No quiero spoilear el podcast pero ¿quiero saber cómo recuerda el rodaje de El dependiente de Leonardo Favio?

—Fue maravilloso. Filmamos en un pequeño pueblito, cerca de acá. Nos quedábamos por las noches largamente conversando, haciendo planes para el otro día para la filmación de esta maravillosa película. Leonardo fue para mi un amigo del alma, y nos recuerdo riéndonos, tomando mate, rodando casi todo el día a estos personajes tan especiales. Así es es el podcast, son mis recuerdos y ahí aparecieron festivales, personas que conocí, cosas del Uruguay como cuando filmamos Piel de verano.

—Rodada en Punta del Este por Torre Nilsson.

—El que se ve en la película es otro Punta del Este. Un Punta del Este sin nada, lo que es glorioso para mi (se ríe). Sin edificios altos, con toda esa arena.

—Una característica de sus películas es que se ven modernas. ¿Quizás eso explique su permanencia?

—Hay películas que se mantienen muy jóvenes y otras que parecerían más cercanas que mueren, que terminan con cierto tufo de antigüedad. Pero hay otras como Crónica de una señora que sigue siendo una película de mucho poder.

En su carrera hay varias de esas como Fin de fiesta, Los pasajeros del jardín, Saverio, el cruel, La ciénaga, El infierno tan temido. Tantas que ni 40 episodios alcanzan para cubrirlas.

Pero más alla de esas historias y esta nueva experiencia, Borges tiene muchas ganas de hablar de Uruguay, de sus amigos locales y de las ganas que tiene de cruzar el charco, una costumbre que adquirió desde niña cuando correteaba por, precisamente, Punta del Este.

“La tristeza más profunda este año, es no poder ir a Uruguay. El otro día una amiga me dice en chiste ‘hacé que te contraten para algún trabajo, así podés ir’”, cuenta riéndose. Recuerda sus paseos por las dunas en Cantegrill de Punta del Este, las visitas de Mario Benedetti para tomar sopa con verduras, sus actuaciones montevideanas con Rodolfo Bebán. Y hace una lista de sus cuentas pendientes: venir al cumpleaños de Mario Morgan, almorzar con Sergio Puglia, subir a un escenario uruguayo. “¡Conseguime un trabajo para poder ir!”, bromea.

“En ninguna parte del mundo he sentido tanto cariño de la gente hacia mi como en Uruguay”, dice. Es que hay amores que los uruguayos jamás sabremos disimular.

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