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Francella: "Estoy orgulloso de mi presente"

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"La nuestra es una profesión, reconozco, riesgosa. Foto: Alejandra Pintos.
¡Atraco!
Montse Castllo

Está cansado. No es para menos son las seis de la tarde de todo una jornada montevideana que dedicó a hacer prensa, eufemismo que indica que anduvo de un lado para otro contestando las mismas preguntas en locaciones diferentes.

Es parte de su trabajo de promoción de El clan, la exitosa película (aún en cartel) en la que es Arquímedes Puccio, una figura nefasta de la historia reciente argentina: lideró una banda familiar de secuestradores que una vez cobrado el rescate asesinaba a sus víctimas. Francella estará cansado pero, con una amabilidad profesional y bien dispuesto, accedió a hablar sobre cómo fue interpretar a alguien así en el cine.

—Ya lo debe haber escuchado en algún momento pero Arquímedes Puccio es un personaje fascinante. ¿Cuánto hay de mimesis en su composición de él y cuánto de creación actoral?

—No hay testimonios de Arquímedes Puccio para que uno observe cómo eran sus rasgos de conducta. Hubo testimonios ya de viejo antes de morir donde se lo veía hablando a cámara pero sólo eso. Entonces fue vital todo el proceso de investigación que hizo (el director, Pablo) Trapero, que le llevó años y por lo que pudo hablar con gente que sí lo conocía y con familiares de las víctimas o vecinos. Eso generó, por ejemplo, mucho material fotográfico que ayudó para ir construyéndolo en lo postural, corporal, el decir, el mirar, el hablar. Sabíamos determinadas cosas de él y eso fue el modo que usamos: explorar desde lo interpretativo algo bien diferente y despojarse de cualquier recurso que uno podría traer consigo. Había un cambio estético que fueron las canas, la panza, la ropa de la década de 1980, el arte en general. Pero después todo fue artesanal, la mirada, el caminar el modo de extorsionar desde el teléfono, el modo de hablar con sus hijos, la empatía que tenía en lo social con los vecinos. Era una persona afable y una familia muy particular con madre docente, hijo rugbier. Construir todo ese clan fue una tarea titánica, intensa. Y sirvieron mucho los ensayos. Fue un trabajo de orfebre y verlo plasmado y yo no reconocerme ni sentirme identificado fue todo un objetivo cumplido.

—Usted trabaja su personaje desde lo imperturbable en oposición a ese mundo caótico que lo rodea. ¿Cómo llegó a esa decisión?

—Se eligió un camino. Por ejemplo que tenía que tener una mirada gélida, intimidatoria, que provocara en sus respuestas un cierto agobio, que hiciera una pausa antes de contestar, muy severo, muy líder. Y bueno, ese fue el modo.

—¿Cómo trabajó su memoria en la construcción del personaje?

—Estuve muy informado ya desde cuando ocurrían las cosas. Todo ese proceso lo recuerdo al dedillo porque yo vivía en la zona y me gustaba informarme de uno de los casos policiales más emblemáticos. La memoria solo ayudaba a recordar los hechos: cómo actuaba este chacal en la dictadura y cómo la hacía en la democracia, primero con una impunidad absoluta y luego como mano de obra desocupada. Pero nada más que eso. La única memoria fue la de los ensayos, lo que Trapero me pedía.

—¿Cómo se libra de un personaje así? Para el espectador es bravo salir del estado de shock que provoca, quizás para usted haya sido difícil la convivencia con ese mundo.

—Pude entrar y salir. Es verdad que es un personaje oscuro y me generaba algún agobio emocional en más de una escena pero gracias a Dios no llegué a estar tomado con el personaje. Puedo trabajar así durante el proceso, durante el rodaje pero una vez que terminaba me iba a mi casa con mi familia y seguía viviendo mi vida absolutamente normal. Sí que cuando venían escenas bravas, lo hablábamos con Trapero y había que hacerlas pero nada más.

—La película resume también un pedazo de la historia de Argentina que Trapero resuelve de manera cinematográfica con esos travellings que consiguen sintetizar todo...

—Sí, hay grandes planos secuencias. Son difíciles porque no se puede cortar, y si algo sucede hay que volver a filmar. Es bravo. Había que estar muy concentrado.

—La gente lo ha visto como un comediante y a veces el comediante y el actor están en falsa oposición. Usted consiguió hacer el crossover. ¿Fue algo premeditado? ¿Ocurrió espontáneamente?

—Tenía ganas de tocas otras cuerdas, otros contenidos. Respeto mucho la comedia pero cuando vienen estos personajes, está bueno explorar algo nuevo. Me pasó en El secreto de sus ojos, en Rudo y cursi, en Los Marziano, Atraco, películas que son antagónicas entre sí pero que están buenas para un actor. Mi profesión recupera un sentido nuevo cuando te tocan personajes tan disímiles. Fue una búsqueda. Igual acá llego a un techo de oscuridad...

—Como que hay que aflojar un poco...

—Sí, pero depende lo que llegue. Los actores siempre sueñan con tener cosas nuevas que valgan la pena, textos con cierto grado de profundidad. Yo hice todo tipo de películas, hasta de niños y fui feliz haciéndolas y divertí a generaciones Pero en otra etapa de mi vida donde uno se pone más maduro. Y ahora viene otra etapa con proyectos muy interesantes en cine y teatro. He hecho muchas cosas en mi vida, vengo trabajando hace mucho años y valoro cada momento que me tocó vivir en esta profesión. Estoy orgulloso de mi presente y de que siempre surjan cosas nuevas.

—Ser actor es una profesión injusta. Hay muchos actores de su generación que no han tenido tanta permanencia. ¿Cuál cree que fue su secreto?

—La nuestra es una profesión, reconozco riesgosa. Mis hijos están transitándola y yo les hablo mucho que puede tener paréntesis, pausas. Nicolás tuvo suerte de hacer una película exitosa conmigo (Corazón de León), después entró en una novela exitosa y en una obra de teatro. Mi hija entró en una novela que no fue un éxito y ahora está boyando buscando dónde trabajar. Hay que tener tenacidad. No hay fórmulas y están la suerte, el azar. También saber elegir si se puede elegir. Yo cuando empezaba lo único que quería era trabajar y hacía todo. Cuando después tuve más aplomo y pude guardar un pesito y podía elegir, elegí. Pero no hay una regla de tres simple para esta profesión.

—Quizás la ética de trabajo sea un factor fundamental...

—Sí, hay elementos que ayudan, otros que conspiran. Están tu personalidad, tu conducta, cómo manejás lo social, la tenacidad.

—¿Qué proyectos lo esperan?

—Estoy por hacer una obra de teatro para el año que viene. Va a ser una comedia francesa con Arturo Puig y Jorge Marrale que se llama Nuestras mujeres. Así que en 2016 voy a estar en la calle Corrientes.

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"La nuestra es una profesión, reconozco, riesgosa. Foto: Alejandra Pintos.

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