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Estrella a la que a veces se le da actuar

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Sylvester Stallone siempre tuvo un agudo olfato para conectar con el público que está dispuesto a pagar una entrada de cine. Se lo criticó, y con razón, por encarnar a lo más cavernícola del cine de Hollywood: un actor que más que recitar sus parlamentos, los gruñía.

A los millones que iban a ver sus películas —llenas de explosiones y peleas— poco les importaba la opinión de los críticos. Los músculos, la intensidad de su presencia, la mirada de párpados caídos y un contexto a su servicio puso a Stallone como uno de los íconos de los años 80, cuando el agresivo militarismo de Ronald Reagan, y las espectaculares producciones de Don Simpson y Jerry Bruckheimer (Top Gun, por ejemplo), encapsulaban el espíritu de esa década.

El personaje de Rocky, el boxeador que asciende de lo más bajo hacia la gloria deportiva y financiera fue junto a Rambo el que más réditos le dio: en un momento parecía que las sucesivas películas con esos personajes no tendrían fin. Para peor, las películas iban alejándose cada vez más del rudimentario pero colorido encanto que las primeras habían tenido.

Durante algunos años en la década pasada parecía que la llama se había apagado. Pero en 2010, de la mano de una franquicia que podría describirse como "Rambo recargado" —Los indestructibles—, Stallone tuvo su primera resurrección y volvió a los primeros puestos de la taquilla. Con esta película, el actor tiene otro renacimiento: el de actor. Stallone ha logrado algún que otro papel donde demuestra que no es solo músculo.

En Tierra de policías (1997, James Mangold) ya había insinuado que podía ir más allá del cuadrilátero o el campo de batalla. Aunque en realidad siempre se le dio mejor la comedia. Oscar (1991, John Landis) y ¡Para o mi mamá dispara! (1992, Roger Spottiswoode) fueron bagatelas insignificantes, pero Stallone desplegó sus habilidades como comediante mucho mejor en Tango y Cash (1989, Andrei Konchalovsky) y El demoledor (1993, Marco Brambilla), gracias a que tenía en frente a dos actores hechos y derechos: Kurt Russell y Wesley Snipes respectivamente, y un guión respetable. Creed le da ambas cosas y en clave dramática. Michael B. Jordan, quien encarna al protegido de Balboa es pura energía y entusiasmo y le agrega al personaje algo que siempre le faltó a la saga de Rocky: humor y picardía. ¿Tendría que haber sido nominado al Oscar? Tal vez, aunque en el caso de Jordan no es el color de piel el que le jugó en contra, sino justamente ese humor y picardía.

Al parecer, en la Academia no quieren personajes filosos en los dramas: estos tienen que ser solemnes y, en lo posible, discapacitados. Sea como sea, si le dan el Oscar a Stallone como actor de reparto, no sería descabellado. Sí, Tom Hardy es un mejor actor (bueno, todos los demás son mejores). Pero los Oscar no solo premian papeles, sino también trayectorias.

Creed [***]

EEUU. 2015. Título original: Creed. Dirección: Ryan Coogler. Guión: Ryan Coogler, Aaron Covington. Fotografía: Maryse Alberti. Producción: Sylvester Stallone y los hermanos Winkler (Charles, David e Irwin), entre otros. Elenco: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Phylicia Rashad, Richie Coster.

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