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Enredo amoroso que se desenreda fácil

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Verdú y Peretti: el amor no es a prueba de niños pero es más fuerte que la paternidad.

No hay nada peor para un divorciado con hijos que una mujer con el aspecto de Maribel Verdú se enamore de uno pero odie a los niños. Llegado el caso, dice esta nueva comedia de Ariel Winograd, uno es capaz de negar a esa niña que hasta hace un rato era la luz de sus ojos con tal de conquistarla.

A menudo mencionado como la gran esperanza de la comedia argentina, Winograd es un director correcto y astuto que se maneja con comodidad en terrenos que quedan a mitad de camino entre la comedia de situación estadounidense, la sitcom y los productos de Adrián Suar. Depende de qué tecla toque, sus películas pueden ser interesantes ("Cara de queso"), irregulares ("Mi primera boda") o insuficientes ("Vino para robar"). No se le puede negar oficio, eso sí, y una sensibilidad afín a hacer productos exitosos. Son dos méritos importantísimos.

Diego Peretti vuelve a hacer de Peretti, en este caso en versión padre divorciado dueño de una casa de música que tiene una envidiable relación con su hija de nueve años (la debutante y suelta Guadalupe Manent) a quien se ha dedicado full time, sacrificando para eso su vida amorosa. Por esas cosas de la vida se le cruza una española encantadora con "fobia" a los niños. Se enamoran y así que él tiene que hacer lo imposible para esconder a la nena, incluso convirtiendo de ratos su apartamento de padre solo en el piso de soltero. Las confusiones que mueven la historia son un poco increíbles pero encaminan la cosa hacia un final previsible y emotivo. Es una verdadera comedia de enredos; el nudo, eso sí, se desata de la manera más previsible.

A esta altura, una película como Sin hijos es una fórmula del cine argentino y no hay que pedirle que se salga de ella. Están los personajes secundarios divertidos (el hermano irresponsable, el amigo bonachón y que intenta ayudar con comentarios sagaces, una exesposa simpáticamente insufrible con nuevo novio que la padece) y una serie de situaciones cómicas efectivas. Todos se mueven en una Buenos Aires de postal que puede ser cualquier ciudad del mundo desarrollado (es una coproducción con España). Esta clase de comedias son un tanto apátridas y transcurren en un universo paralelo.

Es cierto que Winograd tiene la lección bien aprendida, probablemente porque él mismo ha sido uno de los creadores de la fórmula. Acá, como ya alguien ha dicho, hay referencias a Un gran chico o Mi novia Polly pero la lista podría extenderse cuanta comedia sobre la crisis de los cuarenta anda en la vuelta. Peretti representa ese estereotipo a la perfección y quizás ahí esté el secreto de su éxito.

El de la película puede encontrarse en un tono simpático general, un par de juegos verbales divertidos y situaciones desesperantes que se resuelven bien. Los personajes son un poco cretinos, es cierto, pero todos a final salen un poco mejor de lo que entraron. Incluso el espectador que pasó una hora y media con una sonrisa dibujada. Ese el principal mérito de Sin hijos. Y como no pretende más que eso, triunfa.

Sin hijos [***]

Origen: Argentina, España 2015. Dirección: Ariel Winograd. Guión: Mariano Vera sobre idea de Pablo Solarz. Fotografía: Félix Monti. Edición: Alejandro Brodersohn. Música: Darío Eskenazi. Elenco: Diego Peretti, Maribel Verdú, Guadalupe Manent, Martín Piroyansky, Horacio Fontova, Marina Bellati, Pablo Rago. Duración: 90 minutos

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CineFERNÁN CISNERO

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