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Drama sofisticado sobre la vejez

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Caine y Keitel: entre el lujo y la reflexión. Foto: Difusión

Juventud [***].Origen: Italia,Suiza, Reino Unido, Francia, 2015. Título original: Youth. Director y guión: Paolo Sorrentino. Fotografía: Luca Bigazzi. Género: Drama. Actores: Michael Caine, Harvey Keitel, Paul Dano, Rachel Weisz, Jane Fonda. Duración: 118 minutos.

Luego del éxito de La gran belleza (2013), Paolo Sorrentino, el cineasta italiano del momento, decidió filmar su segunda película fuera de Italia (la anterior fue la irregular Un lugar donde quedarse, protagonizada por Sean Penn y Frances McDormand), con un elenco de estrellas de Hollywood: Michael Caine, Harvey Keitel, Paul Dano, Jane Fonda y Rachel Weisz.

Antes de su estreno en el Festival de Cine de Cannes, se hablaba acerca de Juventud con el título de En el futuro, y este cambio de nombre sirve como un ejemplo simple pero simbólico del principal problema de la película: Sorrentino pierde el eje del tema central. En Cannes el film llenó salas, pero a la hora de juzgarlo el público se dividió enérgicamente entre defensores y detractores. Los primeros dijeron que la película emocionaba al punto de erizar los pelos de la nuca, los segundos que era el resultado de los peores excesos de su director y que, además, la puesta de cámara se burlaba de la vejez, o sea, de la principal protagonista del film.

Es probable que la falla original esté en el guión, porque Sorrentino es un cineasta que sabe cómo usar los instrumentos cinematográficos a su favor y aquí no hay un problema en la construcción de las escenas, sino en la construcción de la historia en sí, casi como un reflejo del conflicto del personaje que en la ficción interpreta Keitel: un reconocido director de cine que intenta escribir el libreto de su última película, una especie de testamento, y para la que no encuentra un buen final.

Juventud sucede en un señorial hotel de lujo en medio de los Alpes suizos, donde clientes adinerados van a descansar, masajearse, mejorar su piel, nadar en piscinas climatizadas, esquiar, y hacerse exámenes médicos. Allí pasa sus vacaciones Fred Bellinger (Caine), un famoso compositor y director de orquesta retirado, junto a su hija y asistente Lena (Weisz), y su amigo, el cineasta Mick Boyle (Keitel). Casi todos los huéspedes son viejos, pero hay excepciones, como un Diego Maradona obeso que arrastra un tanque de oxígeno (Sorrentino confesó más de una vez que el exfutbolista es una de sus principales inspiraciones junto a Martin Scorsese y Federico Fellini), y un joven actor exitoso frustrado porque el público suele recordarlo por su interpretación de un robot y no por sus esmeros intelectuales, interpretado por Paul Dano.

El centro de la trama es el compositor apático, que parece castigarse por ciertas conductas del pasado (es decir, durante su juventud) y por eso habría planificado un presente y un futuro excluido de la música, incluso cuando la Reina de Inglaterra le implora un concierto. Sorrentino, que escribió el guión, intenta buscar puntos de conexión entre su protagonista y el resto de los personajes: el descubrimiento de la vejez como algo que le sucedía a otros con su amigo, el fracaso amoroso con su hija, la frustración profesional con el joven actor. Pero es en esta intención que su personaje termina por perder su capacidad de emocionar y de empatizar, porque es difícil comprender cuáles son sus verdaderos conflictos. Los mejores momentos de Bellinger no son los dramáticos sino aquellos de comedia junto a su amigo, que en realidad se parecen a los que habitualmente vemos en películas de este tipo (estilo Antes de partir con Jack Nicholson y Morgan Freeman) pero con un tratamiento visual sofisticado.

En un diálogo que parece encerrar el secreto de Juventud, Bellinger le dice al actor que la libertad es una tentación pero que también puede ser una perversión; otra vez, Sorrentino parece estar hablando de su propio dolor de cabeza con este film. Como es habitual en su obra, la narración avanza rodeada de un trasfondo de imágenes poéticas, líricas, pequeños efectos visuales que parecen destellos pictóricos pero que, en este caso, carecen de valor narrativo y por lo tanto entorpecen la forma que este contenido necesitaba.

Aunque Juventud es una película interesante y con algunos buenos momentos logrados gracias a la creatividad de su artífice en la puesta fotográfica y sonora, no consigue armarse, ponerse de pie y defender sus propuestas, dejando al espectador a la espera de esa respuesta que no termina de llegar, de qué es lo que uno verdaderamente pierde cuando envejece o, en definitiva, por qué valoramos tanto la juventud.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Caine y Keitel: entre el lujo y la reflexión. Foto: Difusión

CRÍTICAMARIANGEL SOLOMITA

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