El Archivo Nacional de la Imagen del Sodre inicia hoy en el Auditorio Nelly Goitiño una revisión de la obra del cineasta italiano bernardo Bertolucci, con la exhibición de dos de sus películas más notorias: El conformista (a las 17.00) y Último tango en París (a las 19.00). El ciclo continuará el próximo lunes 12 con Novecento, y el 19 con El último emperador.

Puede ser una buena oportunidad para revisar las virtudes y los límites de un cineasta que no deja de tener su importancia. Bertolucci se presenta como un continuador algo más joven de la llamada Terza Generazione del cine italiano (Bolognini, Pasolini, Francesco Rosi, los Taviani, Franco Rossi) y un casi contemporáneo de la Nouvelle Vague: sus primeras películas, sobre todo, formalmente rupturistas y embebidas de cierta impronta intelectual (Antes de la revolución, 1964; Partner, 1968, algunas más) derivan sin mucho disimulo de Godard, aunque Pasolini haya influido también en alguna de ellas y el cineasta haya podido colaborar como guionista con un colega tan distinto como Sergio Leone (Érase una vez en el Oeste, 1968).

Es posible que la primera notoriedad internacional de Bertolucci haya empezado con El conformista (1972), adaptación de una novela de Alberto Moravia con Jean-Louis Trintignant y el fascismo al fondo, que tuvo alguna nominación al Oscar. Su fama más equívoca proviene de Último tango, que en su momento fue un escándalo y hoy es una reliquia.

Con el paso del tiempo, una de las característica más reiterada aunque no única (también ha hecho cosas más intimistas) en la obra del cineasta ha sido la preocupación por un cine de "grandes temas" (la historia de Italia en el siglo XX en Novecento, la historia china en El último emperador, obviamente el budismo en Pequeño Buda) en los que suelen darse la mano un poderío en la forma (Bertolucci es un gran "filmador" antes que un gran director de cine) y cierta insustancialidad de fondo. Igual hay que verlo.

Cine Arte del Sodre repasa a Bernardo Bertolucci