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Darín: el actor que lo volvió a hacer

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Ricardo Darín: "Trato de no marearme con los elogios"

Ricardo Darín atiende el teléfono en el calor madrileño. Estuvo en San Sebastián, pero no sabe a esta altura, claro, que ganará el premio al mejor actor compartido con Javier Cámara, su compañero de Truman, la excusa para recibir esta llamada transoceánica desde la fría Montevideo.

Truman es una película del catalán Cesc Gay y se estrena este jueves 8 en Uruguay, unas semanas antes de su estreno español. En ella Darín, que está muy bien, interpreta a Julián un actor argentino en Madrid enfermo terminal de cáncer que decide abandonar el tratamiento y encaminarse sin prisa pero sin pausa hacia la muerte. A acompañarlo, y si se puede convencerlo de que no se deje estar, llega Tomás (Cámara que también está muy bien en un tono completamente diferente), un español radicado en Canadá, buen y paciente amigo. El Truman del título es un perro enorme que es como la única preocupación terrenal de Julián.

Aunque es un drama, Gay consigue evitar lo lacrimógeno y el viaje de sus personajes está aliviado por un tono amable y simpático que diferencia y destaca a esta película de tantas otras que encaran el mismo tema.

Truman es, además, otro momento alto en la filmografía de Darín quien, por decir algo en este siglo ha trabajado en películas tan buenas como Nueve reinas, El hijo de la novia, Luna de Avellaneda, El aura, El secreto de sus ojos, Carancho, Elefante blanco y Relatos salvajes.

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Dueño de una simpatía que ni siquiera la frialdad de una llamada larga distancia puede camuflar, Darín habló con El País de Truman, de su presente actoral y de por qué tanta unanimidad crítica sobre su trabajo no lo altera demasiado.

—Truman es una formidable película de actores: usted, Javier Cámara, Dolores Fonzi, el perro Troilo en el protagónico. Y también están todos esos actores españoles que van teniendo participaciones especiales en cada escala del viaje de su personaje...

—Todos esos actores son primerísimas figuras en España que han accedido a estar por amor a Cesc y porque los conmovió la historia.

—Precisamente en esta película queda claro que Gay es un gran director de actores. ¿Cómo es trabajar con él?

—Es un tipo muy permeable aunque tiene muy claras las cosas y sabe lo que quiere. Es de muy buen trato: el clima de rodaje es de los mejores que tuve en mi vida.

—¿Qué precisa usted de un director para su trabajo?

—Lo primero que preciso es percibir si quien te está dirigiendo tiene claro qué es lo que quiere y cómo conseguirlo. Si llegan esas sensaciones, hay algo que involuntaria o inconscientemente se relaja y ahí te entregas a lo mejor que puede pasarle a un actor que es dejarse dirigir.

—La combinación con Cámara es una de las virtudes de Truman. ¿Cómo fue eso?

—Fue increíble. Javier no es solo un gran actor sino un gran tipo y mi amigo. Así que nos hemos divertido mucho porque, además es muy gracioso y genera un clima y una energía muy potente. Eso se necesita siempre pero acá con este asunto era fundamental no dejarse atrapar por el pantano que te propone el tema.

—En determinando momento, Tomás, el personaje de Cámara, le dice a Julián, el suyo, que admira su valentía. ¿Cuándo usted compuso un personaje decidido a morirse y a no enfrentar la enfermedad, lo hizo desde la valentía?

—Bueno, tiene algo de valentía, de rebeldía o de irreverencia, no sé cómo llamarlo. Pero también es cierto que si algo tiene inteligente la película es que no sabemos si va a cumplir con su palabra. El toma dos decisiones fuertes, sí: abandonar el tratamiento y decidir en qué momento va a terminar con su vida. Esa es una de las líneas polémicas que abre la película y cada uno podrá pararse cómo pueda o cómo quiera frente a ella. No lo trabajé como un valiente, sino como un tipo de convicciones que a raíz de su propio análisis de situación llega a sus conclusiones y tiene una opinión formada de la que no se piensa mover.

—¿Qué influye en el personaje que sea un argentino?

—Eso nace de la admiración que Cesc siente por los argentinos. Podría guitarrear una hora sobre esto pero en síntesis es eso: podría haber sido de cualquier nacionalidad o no decir de dónde es.

—Está bien pero aquí lo argentino está omnipresente, hay menciones a Buenos Aires, está la prima que interpreta Fonzi...

—No sólo eso. También está la música de otro argentino Nico Cota...

—Y en la banda de sonido hay canciones de Pescado Rabioso, por ejemplo...

—Hay una interrelación entre lo que nació de su corazón y su cabeza y lo que llevó a cabo que revela todo su amor por Argentina.

—Usted está trabajando mucho en España y aunque sobre esto también se puede guitarrear un montón, ¿por qué cree que es ese vínculo entre Argentina y España?

—Más allá de las corrientes migratorias de la historia y lo que significa para la composición demográfica de Argentina, hay una corriente artística muy fuerte. Allá en el Río de la Plata hemos recibido infinidad de artistas españoles toda la vida y siempre han encontrado un lugar que los abrazó y los quiso. Y ahora desde este lado ha ocurrido episódicamente de diferentes formas. Pero es toda América Latina la que está siendo altamente considerada y eso es una señal muy positiva.

—Una señal de eso es que sus dos últimas películas, Relatos salvajes y Truman estén producidas por El Deseo, la compañía de los Almodovar. ¿Cómo es trabajar con ellos?

—No es solo con ellos, sino que es una cosa de España en general que hace que esa interrelación se haya ido potenciando. Hay muchos actores españoles que están yendo a trabajar a Argentina. Yo ahora estoy filmando con una española, Inma Cuesta, que está componiendo una chica de provincia argentina. Y trabajar con los Almodovar es maravilloso porque es gente que no solo sabe muy bien lo que hace sino que toda la gente que trabaja con ellos, es uno mejor que el otro. Hay dos baluartes: Agustín Almodovar que es un genio y una persona muy agradable, de muy lindo trato y Esther García que está en la cima de la dinámica de una mujer aplicada a la industria cinematográfica.

—Hay como unanimidad en los elogios de sus trabajos actorales. ¿Cómo recibe eso como actor?

—Las cosas que te parecen amablemente tiradas son las que uno más agradece porque son un estímulo y una recarga de energía y entusiasmo.Hay otras que son rayanas en lo gracioso. Me hacen gracia, claro, pero tomo todo con humor porque si uno tuviera que creer todo lo que se dice bueno o malo, estamos en problemas. Trato de no marearme.

—Son muchos años como actor...

—Es que los elogios sobre todo si vienen de colegas son una nota muy elevada, no es algo para pasar por alta; las críticas que no son positivas ayudan a corregir. Y afortunadamente se han encolumnado una serie de muy buenos proyectos. Y además cruzarse con un personaje como el que me regala Cesc en Truman es soñado para un actor. Conozco la idiosincracia de los actores, no tener estabilidad ni económica, ni emocional y yo sé que soy un privilegiado. Por eso es muy gordo que alguien golpee la puerta para ofrecerme un personaje como el de Julián, con cosas tan finamente delineadas que sirven como hojas de ruta que hay que ser muy bestia para malograrlas.

—La película maneja muy bien la comedia.

—Eso estaba todo en el guión. Todas las escenas eran bastante más largas pero Cesc tiene muy claro cuál es el timing y no abusa de la atención del espectador. Cuando encuentra en la partitura de su sinfonía que los instrumentos están donde tienen que estar, no se regodea en eso. Y eso te permite entrar y salir de los momentos de tristeza o comedia con amabilidad. Es una comedia dramática que flirtea mucho con ambas márgenes.

—Hay personajes encantadores como el productor que llega a despedirlo con la bolsita de masas...

—Él dibuja muy bien los personajes. Y la selección de actores que hay en la película es de primerísimo nivel.

—El lugar común es que nunca trabajes con niños o con perros.¿Cómo fue en ese sentido tu experiencia con Troilo, el perro que interpreta a Truman?

—Fue increíble porque él era un perro increíble. Trabajaba con chicos autistas y era un perro con una bonomía. Yo estoy muy afectado desde que me enteré que murió por una infección que no pudieron contener; fue rarísimo. A la presentación en San Sebastián llevaron a la hija, Berta, y cuando me contaron que la iban a llevar no me gustó la idea —aunque la entendía— porque lo pasé muy mal cuando se murió. Pero la cara era tan parecida como nunca vi nada igual. Y ahí me compró para siempre.

La madurez de un director que tiene cosas para decir.

Truman se estrena este jueves 8 en varias salas y merecería ser uno de esos éxitos que van creciendo con el boca. De antemano no es una película divertida: su protagonista es un enfermo terminal de cáncer. Pero en las actuaciones, en la dirección e incluso en la música hay una ternura que la despegan de los estereotipos del género.

Mucho del mérito es de Cesc Gay, un director catalán del que en Uruguay se han visto Hotel Room (1998), Krampack (2000), En la ciudad (2003), Ficción (2006) y Una pistola en cada mano (2012). En alguna de ellas ya se hacía notar su vínculo con Argentina y sus actores que se mantiene en Truman con sus protagonistas porteños y una emotiva escena con la música de Luis Alberto Spinetta.

Es también una confirmación de este director de 48 años, quien aquí consigue su película más redonda. Tiene la habilidad no solo de sacar lo mejor de sus actores (Darín y Javier Cámara se sacan chispas, no por nada compartieron la Concha de Plata en San Sebastián), sino colocar la cámara con el pudor del que se entromete en una historia íntima y tan complicada como la de este argentino y su amigo lidiando, a su manera con ese asunto de la muerte. Y también para que el guión no se regodee en el sufrimiento sino que sea capaz de aliviarnos la tensión con un par de pasos de comedia.

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