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Se cumplen 45 años del estreno de "Tiburón", la película que nos hizo temer a la playa

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Rodaje de "Tiburón"

Aniversario

El 20 de junio de 1975 se exhibía por primera vez en Nueva York, este clásico de Steven Spielberg; actualmente se puede ver en Netflix

Rodaje de "Tiburón"
"Bruce", el nombre que llevaba el animal de "Tiburón"

Va a haber que conseguir una barca más grande”, le dice el jefe de policía Martin Brody al locazo de Sam Quint cuando acaba de ver el tamaño de la presa que andan buscando. Y no se puede estar más de acuerdo.

Ayer, 20 de junio, se cumplieron 45 años del estreno mundial de Tiburón, la película de Steven Spielberg que a esa altura de su anécdota —que también es el momento en que los espectadores descubrimos el tamaño del bicho— ya tenía una generación aterrada en los cines. Y, para esa generación, la playa se convirtió, mágicamente, en un paseo aterrador.

En Uruguay pasó lo mismo y su estreno -el 1° de enero de 1976 en los cines Censa y Metro- provocó sustos, bromas y debates. Fue, de acuerdo al sitio Cinestrenos, la segunda película más vista de 1976 en nuestro país, con 180.000 espectadores (la más taquillera fue la reposición de Agarrame si puedes con Danny Kaye).

Basada en una novelita prolija de Peter Blenchey que a su vez se inspiraba al nivel del descaro en Un enemigo del pueblo de Ibsen, Spielberg construyó una obra propia. Tenía ciertas similitudes, que entusiasmaron al director cuando se hizo con el guion, con Duel, su película en la que el tiburón era un camionero loco. El proyecto estaba destinado a otro director (el intrascendente Dick Richards), pero Spielberg se lo apropió.

La película sigue la odisea de un hombre, ese jefe Brody que interpretaba Roy Scheider, que intentaba convencer a los mandamases de un pequeño balneario del acecho de un tiburón. Está empezando la temporada, así que los funcionarios prefieren el camino de la negación y la conveniencia comercial y no alertar a la población.

Sólo un grupo de “inadaptados” puede ir contra eso. Y allí están Brody, el sheriff que le tiene miedo al agua; Quint (Robert Shaw) que está locazo desde que vio cómo los tiburones se comieron a sus camaradas del USS Indianapolis, y Matt Hooper (Richard Dreyfuss), un científico. Son tres estereotipos que funcionan perfecto.

El rodaje en Martha’s Vineyard (aunque algunas escenas son del Océano Pacífico haciéndose pasar por el Atlántico), había sido, ya de por sí, toda una aventura. Primero la decisión de filmar en alta mar, como una manera de imprimir un realismo que la piscina que le quería construir Universal no le iba a aportar. El presupuesto, además, estaba al borde del colapso, y la primera prueba de cámara del pescado mecánico (al que coloquialmente llamaban Bruce) fue un fracaso enfrente de los productores.

Fue ahí que Spielberg tomó la decisión de limitar la exposición del monstruo. Eso no lo hace menos terrorífico gracias a la música de John Williams, quien con una partitura de cuerdas recurrente transmite mucho más que mil imágenes: es escucharla que uno ya sabe quién anda en la vuelta y que eso no está bueno. Fue, además, el comienzo de una asociación larga y fructífera entre Spielberg y Williams, y uno de los tres Oscar a Tiburón junto con el de sonido y edición.

A pesar de su éxito y de la estructura industrial que la promovió, desde el hoy (está disponible en Netflix), Tiburón se sigue viendo como una película de presupuesto y actitud independientes, de un director joven que, tempranamente, ya hacía alarde de su talento. La escena en las que Brody intenta explicarle el peligro a los funcionarios arriba de una balsa y la siguiente, la del ataque en la playa abarrotada son dos muestras de lo amplio del uso de los recursos narrativos que ya tenía Spielberg.

Y todo está al servicio de asustarnos con un animal suelto que resume todos nuestros miedos más primarios. Y lo hace a puro cine.

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