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Crónicas fantásticas del sur italiano

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Antonio Capuano dedicó su vida a filmar el sur de Italia y el desborde temperamental de sus habitantes, en una filmografía que este año estrenó su título número 16.

Antiguo protagonista de la "nueva ola" de este cine localista, en Historias napolitanas rodó en el barrio Bagnoli, presentado como una jungla (que es además el nombre original de la película) en la que distintos personajes intentan sobrevivir arrastrando sus particularidades a cuestas.

Con cámara en mano y en steady (o sea pegada al cuerpo del camarógrafo), el director acompaña a tres hombres de distintas edades en sus andanzas solitarias y cotidianas. Aunque debido a la puesta de cámara hay un aire de registro documental, la poética descarnada y levemente grotesca de la mirada fotográfica que marcó Capuano hace que estos seguimientos vayan tomando la forma de pequeñas crónicas extraordinarias.

Estamos ante una comedia con personajes que hablan a los gritos, gestualizando con todo el cuerpo y golpeando mesas con las palmas de las manos para tener la última palabra.

La narración está estructurada en tres partes: una para cada protagonista, todos ellos vinculados entre sí. La primera sigue a un poeta cincuentón que recorre al trote las calles, robando lo que puede de los autos estacionados, pescando pulpos en la orilla del mar y recitando sus textos inauditos en pizzerías al paso. Con una energía infantil y desequilibrada, este aventurero —cuyo lema es "me estoy buscando a mí mismo, si lo encuentro lo agarro"— es fotografiado mediante planos panorámicos en paisajes amplios, poco construidos y casi siempre descuidados.

Luego, la posta pasa a su padre, un jubilado que solía trabajar en la fábrica de acero que ahora está abandonada y oxidada, simbolizando la debacle del impulso industrial de la región. Es, además, un erudito de la época de Diego Armando Maradona en el Napoli, conocedor y promulgador de anécdotas por las que cobra una propina. Este es el episodio más flojo, con una decisión de mal gusto en el diseño sonoro de post producción, haciendo intervenir risas grabadas cada vez que el personaje tiene un momento alto, como si se trata de una sitcom, y con ruido de tribuna cuando se enfoca una camiseta que solía usar el 10 argentino.

La película cierra con un joven delivery de un minimercado y actor ocasional —en un interesante guiño metacinematográfico cuando cuenta que participó brevemente en la película Gomorra—, que se adentra en distintas casas de vecinos para llevar los pedidos. Cada una de las casas introduce un ambiente fantástico que por momentos roza el realismo mágico: como una comunidad que ocupó una escuela y la tansformó en hogar, una veterana que comparte habitación con un caballo de carreras, y una sensual mujer cuyo departamento tiene demasiadas puertas detrás de las cuales hay ambientes distintos.

Este cine a pie, caminado, con protagonistas y secundarios curiosos y pasionales, recuerda al espíritu de los grandes personajes de la cinematografía italiana, esas Mamma Roma, Cabiria y Marcellos Rubini que se topaban con la belleza y brutalidad de la vida acelerando el paso, preparados para recibir la sorpresa a cada vuelta de esquina.

Historias napolitanas [***]

Italia, 2015. Título original: Bagnoli Jungle. Dirección, guión y dirección fotográfica: Antonio Capuano. Dirección de arte: Flaviano Barbarisi. Música: Federico Odling. Montaje: Diego Liguori. Con: Antonio Casagrande, Luigi Attrice, Marco Grieco, Olena Kravtskova Duración: 103 minutos. Estreno: 1° de diciembre.

CRÍTICA - CINE

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