CRITICA
Crítica de la película dirigida por Walter Tejblum que se estrenó ayer en nuestro país
Conocemos al rabino Aaron (Fabián Rosenthal) con cara de abatido, derrotado, en algún lugar del continente asiático. Ese es el puntapié de esta comedia que mezcla costumbrismo, varios chistes bien logrados y un viaje personal de este joven rabino argentino.
Rápidamente conocemos el motivo de su cara larga, necesita varios miles de dólares para pagar las refacciones que realizó en la Sinagoga que lidera. Si bien su frase de cabecera es “un rabino que no tiene deudas, no tiene proyectos”, estas deudas comienzan a acumularse. Sin posibilidad de conseguir quién le de el dinero para pagarlas en Argentina, comienza un periplo internacional para conseguirlo. Y el prestamista (“quién diría que no se puede confiar en la palabra de un prestamista”, le dice el ayudante de Aaron) ya tiene algunas ideas en mente para convertir el templo en un comercio.
Su esperanza, puesta en un viaje a Nueva York para conseguir donaciones, se acaba pronto. Allá también hay crisis económica, aunque no como en Argentina.
Gracias al consejo de un conocido, decide ir hasta Taiwan, donde hay mucho dinero y están los donadores que tanto necesita.
Origen: Argentina, 2019.
Guion: Santiago Korovsky y Walter Tejblum.
Fotografía: Massimo Ruggieri y Roman Kasseroller.
Música: Sebastián Escofet.
Edición: Javier Favot.
Estreno: jueves 3 de setiembre
Esta vez no tiene posibilidades de fallar. Así que Aaron deja familia y credo para conseguir el dinero. En Taiwan deberá superar tres pruebas, personificadas en sus donantes, quienes no le harán sencillo el trabajo al rabino.
Con una fotografía que se apoya en el contraste entre los lugares y el visitante, una buena actuación de Rosenthal sobre quien recae el peso de la película, y algunas divertidas situaciones, se construye esta comedia que si bien es costumbrista, habla de temas universales.