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Crítica: "La mujer en la ventana", una de suspenso de Netflix que se queda corta

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La mujer en la ventana

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Amy Adams es una mujer sola en un apartamento y que empieza a ver cosas raras en la casa de enfrente; miedo a lo Hitchcock en el que también están Gary Oldman y Julianne Moore

La mujer en la ventana
Amy Adams, la mujer en la ventana

Las referencias al cine y al universo de Alfred Hitchcock en La mujer en la ventana son tantas y tan explícitas que obligan a la comparación. Y dan flaca mano a esta nueva película de Joe Wright.

Acá están la cámara y la curiosidad voyeurística de La ventana indiscreta, las escaleras de Vértigo y hasta el cuchillo de Norman Bates en Psicosis, por citar menciones más o menos notorias. Para hacer aún más evidente la asociación con una tradición de cine clásico americano se incluyen fragmentos de viejas películas, incluyendo la escena onírica filmada por Salvador Dalí para Cuéntame tu vida de, precisamente, Hitchcock.

Todo eso está al servicio de una historia que bien podría haber interesado al “maestro del suspenso”, quien probablemente hubiera podido hacer algo mejor. Pero esa comparación es injusta. Aunque es un director competente y visualmente seductor (la puesta en escena de Las horas más oscuras; los planos secuencia de Expiación) Wright está lejos de llevar esto a otra dimensión. Es una película chica para los habituales territorios de este director británico.

Dicho eso, lo primero que queda claro es que este es un proyecto importante. Rodado en 2019 para ser estrenado en cines el año pasado, quedó en el medio de la venta de Fox, el estudio que la produjo, a Disney. Finalmente se estrenó ayer en Netflix, un anfitrión ideal para esta clase de productos.

Sus pretensiones están dadas no solo por la dirección de Wright, sino también por un elenco que incluye nominados y ganadores del Oscar (Amy Adams, Gary Oldman, Julianne Moore, Jennifer Jason Leigh) y un compositor (Danny Elfman, cuatro nominaciones) y un fotógrafo (Bruno Delmonel, cinco nominaciones) de los prestigiosos y costosos.

El resultado de la combinación de todo esos ingredientes de alta gama, sin ser desabrido, no tiene el gusto que uno podría reclamar.

Adams es acá una psicóloga infantil aparentemente desocupada que pasa sus días encerrada en una casa de Harlem que, por lo visto, es de apariencia austera pero valor en el mercado. La casa es, además, una presencia intimidante principalmente para su dueña que es agorafóbica y no sale a la intemperie hace más de un año.

Tiene un esposo (Anthony Mackie) y una hija de los que está separada pero con quienes habla todos los días. Recibe espaciadas visitas de su psiquiatra tratante (Tracy Letts, quien además firma el guion basado en un best seller de JA Finn) quien le sugiere, entre otras cosas, que no mezcle pastillas con alcohol. No le hace caso y eso puede llegar a excusar cosas inexcusables.

Esa rutina se verá alterada con la llegada de una familia a la casa de enfrente. Y la psicóloga desocupada, igual que James Stewart en La ventana indiscreta, empieza a chusmear (teleobjetivo incluido) a los recién llegados que parecen vivir en tensión doméstica. Ella empieza a ser parte de esa intrincada crisis familiar cuando se le aparecen por su casa, en este orden, el nene (Fred Hechinger), la madre (Moore) y el padre (un canoso Oldman). En la vuelta hay un inquilino (Wyatt Russell) que renta el sótano, esconde algún secreto y siempre anda haciendo el chiste de asustar a la dueña de casa.

Para empeorar su panorama, la pobre agorafóbica dice haber visto un homicidio en la ventana de enfrente. Dado su estado mental y las copas de vino que andan en la vuelta, nadie le cree mucho. El resto se maneja dentro de lo previsible del género.

Adams hace todo el esfuerzo de la película que, en sus mejores momentos, sabe cómo administrar el suspenso. Cuando se empiezan a mostar los hilos que mueven la trama, La mujer en la ventana entra en un territorio menos interesante.

Quizás los problemas estén en un guion que no está a la altura y que impide identificarse con la visión de una protagonista un poco antipática. Demora un poco la aclaración y cuando todo se resuelve parece hacerlo a las patadas y dejando algunos cabos sueltos.

Pero, como siempre se termina consolando uno, la calidad en todos los rubros es de un nivel superior a lo habitual en el servicio de Netflix. Y a una de suspenso se le pueden perdonar algunos deslices. No es Hitchcock, aunque quiera serlo, pero eso era, de antemano un objetivo imposible.

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