Crítica

Tras un prólogo de comentario social, El pasajero, es una buena y típica película de acción de Liam Neeson

Lo más novedoso de El pasajero, otra película con Liam Neeson enojado y violento, está en sus primeros 20 minutos. Allí, el director Jaume Collet-Serra se atreve con una nota de comentario social. Lo hace gracias a un montaje de tiempo y un diseño de producción perspicaces. El primero resume la rutinaria vida del ex-policía devenido corredor de seguros que interpreta esta vez Neeson en una sola escena en la que los detalles revelan el paso del tiempo. Por otro lado, la película transcurre en un mundo monocromático y agobiante en el que nos hemos vuelto extras de una versión fea de Metrópolis, aquella utopía aterrorizante de Fritz Lang.

Ese prólogo ayuda a entender por qué el personaje de Neeson acepta la oferta mefistofélica que le hace una pasajera (Vera Farmiga) de ese tren de cercanías que se toma todos los santos días. Tiene 60 años, hipotecas, pretensiones universitarias de sus hijos y acaba de perder su empleo, así que cuando esa mujer elegante le propone identificar a un pasajero a cambio de 100.000 dólares, el hombre prefiere saltearse los detalles morales y legales y aceptar la oferta. La misión se torna un poco más complicada de lo que pensaba y ahí empieza la segunda parte de la película: Neeson enojado y a los tiros.

A partir de ahí la cosa se hace más rutinaria aunque el catalán Collet-Serra (en su cuarta colaboración con Neeson) es imaginativo para ubicar la cámara y el montaje imprime un ritmo veloz. El guión está forzado para contemplar la acción y Collet-Serra es lo que se solía llamar un “artesano”, un cineasta competente pero con ambiciones artísticas limitadas. No es un gran director, cierto, pero tiene imaginación y pulso para asuntos como éste.

Hay algo de Hitchcock en el recurso del hombre común llevado al heroísmo o la inconciencia por fuerzas ajenas y malignas, pero todo está más cerca de un Asesinato en el Oriente Express, en el que Hercules Poirot es un veterano sin bigotes y que es capaz de combinar juegos mentales con unas piñas de las contundentes.