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Esas canciones, esa vida, esa luz

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Natalia Oreiro. Foto: Difusión

Natalia Oreiro está muy bien en una película que era uno de sus viejos anhelos como actriz.

Gilda, no me arrepiento de este amor es una película desafiante porque no hay nada más desafiante y transgresor, en tiempos así como estos, que querer ser popular. Y este es cine popular sobre una estrella popular (¡y de cumbia!) interpretada por una estrella popular (¡y de telenovelas!).

Así, esta película de Lorena Muñoz (que viene del documental, lo que se le nota sanamente) sobre Gilda y con Natalia Oreiro en el protagónico, desafía (y debería vencer) los prejuicios: Gilda, no me arrepiento de este amor está muy bien.

Es la historia, claro, de Gilda (la cantante de cumbia que murió en un accidente en el pico de su popularidad) pero también de Miriam Bianchi, la maestra jardinera madre de dos hijas que se convirtió en esa estrella de la bailanta y, sin quererlo, en santa mártir. Así, se sigue la transformación de una mujer —a pesar de su entorno familiar, social, y hasta empresarial— en una estrella con un contacto directo con su público, con el pueblo, un detalle que la directora no evita mostrar.

Muñoz divide la historia en dos escenarios cinematográficos y vitales. Por un lado, lo privado de esa mujer que quiere cantar a pesar de un marido celoso al que no le parece buena idea, una madre que apoya poco, y un padre fallecido pero presente como motivador y ejemplo. Para todo ese sector, Muñoz elige el primer plano o el plano corto que refleja el dique de contención que Miriam debió sortear. Las escenas domésticas consiguen, desde ese recurso casi claustrofóbico, transmitir lo que pudo haber sido cierto infierno personal de Miriam.

Por otro lado está la personalidad pública que es mostrada desde el plano abierto. Así se ve a Gilda desde sus modestos comienzos a un final a estadio lleno, siempre en encuadres abiertos que permiten ver al verdadero amor de su vida: un público leal que se veía representado en esa mujer común que cantaba de cosas complicadas (el amor, el desamor, casi nada) desde una emotiva simpleza. Su repertorio, aquí interpretado por Oreiro, tiene seis o siete grandes canciones.

La película en su confección, además, permite ver cómo se ha consolidado el cine popular argentino. Hace 20 años esta clase de películas no eran así, y su manejo de la imagen y el sonido, el impacto emocional y las herramientas cinematográficas la dejan a la altura de biopics como Tina sobre Tina Turner y Johnny y June: pasión y locura que, de hecho, está citada en la escena (de las mejores) de Gilda cantando en una penitenciaría.

El guión es directo y no se anda con vueltas. Es muy femenino, también, porque siempre se preocupa por mostrar a esa mujer, y a otras mujeres, que parecen desvalidas pero no se pueden permitir el lujo de serlo. El libreto, firmado por Muñoz y Tamara Viñes, sabe además explotar detalles como el vínculo de Gilda con Toti Giménez (un divino personaje en el cual está muy bien Javier Drolas).

Pero el gran encanto de la película está en Oreiro que consigue una composición notable que va más allá del parecido físico. Hizo un gran trabajo no sólo porque adelgazó ocho kilos para el papel, canta muy parecido y muy bien y se aprendió los pasos de baile; si no consigue convencer más allá de esas herramientas de actor, lo hace desde la parte no pública de Gilda. Ante el desafío de cómo construir un personaje sobre el que solo conocemos una parte, Oreiro es capaz de mostrarse frágil en una discusión de pareja (muy bien filmada) y dura para negociar su carrera pero, por encima de todos, es capaz de llenarse de luz cuando está en el escenario.

Es que aquí, Oreiro al igual que Gilda es una fuente de luz (como la inspiración que la baña cuando compone), y cuando alguien logra eso solo queda dejarse conquistar por el brillo. Y eso vence cualquier prejuicio.

Gilda, no me arrepiento de este amor de [****]

Argentina/Uruguay, 2016 Directora: Lorena Muñoz. Guión: Muñoz y Tamara Vilñes. Director de fotografía: Daniel Ortega. Música: Pedro Onetto. Director de arte: Daniel Gimelbeg. Vestuario: Julio Suárez. Con: Natalia Oreiro, Roly Serrano, Javier Drolas, Ángela Torres, Daniel Valenzuela. Duración: 110 minutos. Estreno: 15 de septiembre.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Natalia Oreiro. Foto: Difusión

CINEFERNÁN CISNERO

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