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Mezclar una quema de brujas con una dosis de possiones satánicas e inexplicables matanzas a destajo, todo según lo indica el recetario o la saga literaria en cuestión. Cuando está bien integrado, incorporar a gusto éxitos vintage del rock and roll, una pizca de estética Stranger Things y otra de narrativa a lo Dark, y llevar a horno moderado con varias caras conocidas de distintas series. Finalizar con un baño abundante de referencias a los clásicos del cine slasher, y decorar con un asesino encapuchado que persigue adolescentes cuchillo en mano. Ahí está, lista para ser servida, la trilogía de La calle del terror que Netflix estrena a partir de hoy y que es su gran atractivo para el verano boreal; aquí animará los viernes de invierno.

Basada en los libros del autor de terror juvenil R. L. Stine, el escritor de la popular colección Goosebumps o Escalofríos, esta saga de películas lleva desde 2015 en gestación y finalmente llega a la plataforma para estrenar un título por semana. Desde hoy se puede ver Parte 1: 1994, el viernes próximo llegará Parte 2: 1978 y el siguiente, Parte 3: 1966. Como adelantan los títulos, los hechos se narrarán en una cronología invertida que partirá de una serie de sucesos terroríficos para ir a descubrir, al final, un siniestro origen que se remonta tres siglos atrás.

La primera entrega, que ya está disponible en el servicio, sigue a un grupo de adolescentes que intenta descifrar el mal que azota al pueblo de Shadyside, Ohio y que podría tenerlos a ellos como las siguientes víctimas. En esa bandita están Kiana Madeira de la serie Trinkets como Deena, Olivia Welch de Panic como Samantha, Benjamin Flores Jr. de Your Honor como Josh y la debutante Julia Rehwald como Kate.

La estética vintage, en este caso noventera, y el hecho de tener a jovencitos enfrentando a una fuerza paranormal que les excede, no es el único parentesco con la serie Stranger Things. La directora de la saga, Leigh Janiak, responsable de los tres films, es la pareja de uno de los creadores del gran fenómeno ochentoso de Netflix, Ross Duffer, y hay dos actrices que se hicieron conocidas por integrar ese elenco. Una es Maya Hawke, la chica acechada por el enmascarado en la buena primera secuencia de Parte 1: 1994, y la otra es Sadie Sink, que protagoniza sobre todo la segunda entrega.

Pero más allá de nombres y apariencias, la mayor cercanía de esta trilogía con la ficción de los hermanos Duffer está en esta intención de ser un tributo a todo lo que ya se hizo. Las ideas y los recursos no se copian: son herramientas para un gran homenaje a, en este caso, el sangriento subgénero del slasher.

“Lo realmente divertido para mí como realizadora es que con cada parte revisitamos el apogeo de las diferentes eras del horror, y homenajeamos a algunas de las películas de esas eras”, dijo la directora en una entrevista para Netflix. Scream, sin discusión, pero también Viernes 13, El loco de la motosierra y Pesadilla en lo profundo de la noche son algunas de las referencias que cita, aunque también se inspiró en el drama El nuevo mundo de Terrence Malick, para el cierre de la trilogía.

Lo que sí buscó Janiak de novedoso fue romper con los estereotipos de los personajes de películas de terror, y por eso en Parte 1: 1994 el protagónico es de una pareja queer. “Hasta hace muy poco, personas blancas heterosexuales eran las que vivían hasta el final. Así que para mí era importante que La calle del terror estuviera liderada por aquellos a los que la sociedad tradicionalmente ha llamado ‘el otro’”, declaró.

Ese es un componente moderno en una aventura llena de guiños clásicos, que promete mucha sangre y algunas escenas de esas poco aptas para estómagos sensibles. O sea, una porción de ese terror que siempre es buen plan para animar una noche de viernes. O mejor, tres.