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Una búsqueda en medio del desierto existencial

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Un padre (Mortensen) lanzado a una peligrosa aventura en la que no solo hay riesgos físicos.

A primera vista hay que hacer un esfuerzo para pensar que se puede incluir en el mismo párrafo los nombres del director argentino Lisandro Alonso y el actor norteamericano (con raíces escandinavas) Viggo Mortensen.

Pero el dato resulta menos bizarro si se recuerda que Mortensen vivió buena parte de su niñez en la Argentina, que ya hizo allí alguna otra película (Todos tenemos un plan, 2012) y que, como el papa Francisco, es hincha de San Lorenzo.

Mortensen reaparece efectivamente en Jauja, película dirigida por Alonso (La libertad, Los muertos, Fantasma, Liverpool) que va hoy en Cinemateca 18, en el marco del 33º Festival de Cine. La acción se ubica en la Patagonia, en plena "campaña del desierto". El actor de El señor de los anillos interpreta al capitán Gunnar Dinason, un danés que trabaja como ingeniero en el Ejército argentino, y ha llevado consigo a su hija de quince años, Ingeborg (Viil- bjrk Malling Agger). La situación toma un giro inquietante cuando la chica desaparece. El protagonista, que no confía en nadie, se interna en territorio enemigo en una búsqueda desesperada, enfrentando a los elementos, y a un paisaje hostil e insondable.

Una parte de la crítica ha creído detectar ecos de Joseph Conrad (en particular El corazón de las tinieblas) en el choque que el film establece entre "civilización y barbarie", con dudas con respecto a de qué lado están una y otra, aunque en su país de origen se ha señalado también, probablemente con razón, la presencia del tema tan argentino (tan borgiano) de "la cautiva" (la chica fue acaso raptada por los indios, aunque el protagonista sueñe que acaso se encuentre realmente en la mitológica tierra de Jauja, donde todo es alegría y felicidad). Dejando volar más el juego de influencias puede pensarse también en una versión existencialista de Más corazón que odio de Ford, claro.

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Como casi todo en Alonso, un enamorado de la historias mínimas, los largos silencios y los planos no menos largos aunque frecuentemente muy expresivos, el resultado (premio Fipresci en Cannes 2014, en la sección Un Certain Regard) ha dividido aguas. Jessica King en Indiewire ha escrito que verla era "una prueba de paciencia", pero otros juicios han sido más entusiastas.

José Batlle Caminal, en La Vanguardia de Barcelona, por ejemplo, sostiene que Jauja, "más que una película, es una experiencia sensorial, de hipnótica belleza y árida fascinación". En el diario El mundo, también español, Luis Martínez asegura que "Lisandro Alonso ofrece en Jauja una de las más sugerentes, elípticas y apasionantes citas del año, una película muy cerca de la obra maestra". Y su compatriota Jordi Costa, de El País de Madrid, afirma que se trata de "la película de Alonso más ambiciosa, compleja y rica hasta la fecha".

En La Nación de Buenos Aires, Diego Batlle sostiene que "Jauja es una película de enorme belleza que se rarifica hasta llegar a un final deslumbrante, osado, conectivo". Y Horacio Bilbao en Clarín agrega que "el cuento es pura atmósfera, una película que se siente y entiende más allá de la lógica". Seguramente un film a discutir: rara vez Alonso deja a su espectador indiferente.

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