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Antonio Banderas o cómo sobrevivir un infarto y recuperar un amigo

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Antonio Banderas. Foto: AFP

Entrevista

El actor español habla de su quebranto de salud, de cómo fue ponerse en la piel de Pedro Almodóvar en "Dolor y gloria", de abrir un teatro en Málaga y cómo es para un galán cumplir 60 años

Antonio Banderas. Foto: AFP
Antonio Banderas. Foto: AFP

Antonio Banderas tuvo que sufrir un infarto para estar preparado para su papel en Dolor y Gloria, de Pedro Almodóvar. Pero el aprendizaje de ese episodio valió la pena porque su actuación en la película en español lo hizo ganar el premio al mejor actor del Festival de Canes 2019.

Dolor y Gloria —que en Uruguay fue un éxito de público y es una de las contendientes de la temporada de premios— es la séptima colaboración entre el actor y el director. De hecho, Almodóvar fue quien le ofreció su primer personaje a Banderas, quien interpretó a un terrorista islámico homosexual en Laberinto de pasiones (1982).

Aunque han sido amigos durante cuatro décadas, llevan años sin trabajar juntos; sin embargo, el guion llamó de inmediato la atención de Banderas.

Su personaje, Salvador Mallo, es un director de cine que está demasiado enfermo para trabajar. Pasa los días analizando su pasado, tratando de buscar qué fue lo que hizo mal y preocupado de que sea demasiado tarde para solucionarlo.

Entretanto, el mismo Banderas estaba lidiando con las secuelas del infarto que sufrió en 2017. Entre ellas estaba el hecho de que se sentía psicológicamente listo para sumergirse en la historia.

“En ese momento de mi vida”, dijo, “habían ocurrido varios sucesos que cambiaron mi vida para bien. Cuando ves la verdad (que se llama muerte) y está muy cerca de ti, solo surgen las cosas importantes y todo lo que no lo es desaparece”.

El más relevante de esos sucesos sería, por supuesto, el susto que se llevó Banderas en el tema de la salud.

“El infarto fue lo mejor que me ha pasado en la vida”, dijo. “Me encontraba en Londres, en mi casa, y es increíble la buena suerte que tuve”.

“La noche previa a esto, a mi novia (la asesora de inversiones holandesa Nicole Kempel), que padece de migraña, se le acabó el paracetamol”, explicó Banderas. “La farmacia estaba cerrada, así que fue a otra tienda. No había paracetamol, así que compró una botella de aspirinas de 500 miligramos (la dosis más alta disponible en el mercado)”. Por poco no la compra, añadió.

“Al momento de pagar, el cajero notó que se le había caído algo”, dijo Banderas. “Eran las aspirinas. Ella las recogió y las puso en la bolsa.

“La mañana siguiente empecé a sentirme mal”, continuó. “Le dije ‘Creo que me está dando un infarto’. Mi novia me puso una de las aspirinas debajo de la lengua y llamó a la ambulancia.

“Uno de los médicos afirmó que la aspirina fue fundamental para mi recuperación”, relató. “Me adelgazó la sangre casi de inmediato y no hubo daños en mi corazón.

“¿Sabes? Depende del lugar en el que te encuentras y de quién está contigo… las coincidencias de la vida, cómo se conjuntan los sucesos y cuán vulnerables somos. El infarto tuvo un gran impacto en mí. Hay cosas que siempre quise hacer y ahora las estoy haciendo”, concluyó.

En su lista de pendientes se encontraba trabajar de nuevo con Almodóvar. Aunque ya habían rodado seis películas juntos, cinco de ellas son de hace 30 años o más: Laberintos de pasión, Matador (1986), La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) y ¡Átame! (1989).

En cuanto a la sexta, La piel que habito (2011), su rodaje estuvo marcado por cierta tensión entre ambos, algo que Banderas lamentó después.

“Cuando Pedro me llamó, hace nueve años, cenamos juntos y le hablé de mis 22 años de aventuras estadounidenses en distintos géneros”, narró. “Lo saqué a relucir en los ensayos y, al cabo de varios días, Pedro me dijo: ‘Sabes que, Antonio, lo siento mucho, pero no me sirven esas experiencias que tuviste. Tal vez sean útiles para los directores estadounidenses con quienes has trabajado, pero no lo son para mí. ¿Dónde estás?’”.

Banderas se rio. “No era que Pedro estuviera siendo arrogante”, dijo. “Es solo que yo estaba muy orgulloso de mi progreso. Lo confronté de buena manera, porque somos amigos, pero el rodaje fue un poco tenso.

“Luego vi la película por primera vez con público”, afirmó Banderas, “y me sorprendió la capacidad de mi querido amigo para convertirme en un personaje que no sabía que podía ser.

Cuando se conocieron, en 1980, Banderas estaba trabajando en el Teatro Nacional Español en Madrid. Estaba en una cafetería, cuando apareció Almodóvar.

“Habló y habló”, narró Banderas. “Luego me miró y me dijo: ‘Deberías hacer películas. Tienes un rostro muy romántico’”.

Pero ahora, radicado en Londres tiene compromisos en España, principalmente en Málaga, donde Banderas creció como el hijo de un policía y una maestra.

“Compré un teatro en Málaga”, dijo. “Le estoy invirtiendo mucho tiempo, energía y dinero al proyecto”. El teatro se inaugurará en noviembre con una producción del clásico del teatro musical A Chorus Line.

“Yo interpretaré a Zach, el coreógrafo”, dijo Banderas. “También estoy codirigiendo (con Baayork Lee). Quizá llevemos la obra a Nueva York y la presentemos en español”.

También quiere hacer una película con Penélope Cruz, con quien solo ha trabajado una vez, brevemente, en Los amantes pasajeros (2013). En Dolor y gloria interpretan a madre e hijo, pero no tienen escenas juntos.

“El próximo año cumplo 60”, dijo Banderas. “Miro en retrospectiva y me sorprendo de haber estado en tantos lugares y haber conocido a tanta gente, pero en realidad vivo mucho en el presente y el futuro. Eso me emociona”

“Si vivo otros 20 años, quiero seguir siendo muy apasionado con mi trabajo”, continuó. “Si veo un escenario, me estremezco. Lo huelo. Me encanta. Pararme frente a la cámara… me encanta. Quiero contar historias, y jamás dejaré de hacerlo.

“No me arrepiento de nada”, concluyó Banderas. “Estoy muy conforme con el lugar en el que estoy ahora. Si cambiara algo de mi pasado, tal vez no estaría aquí”.

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