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A 35 años del estreno local de "Esperando la carroza", Andrea Tenuta cuenta su historia

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Imagen de la película "Esperando la carroza". Foto: Difusión

HISTORIA DE UNA PELÍCULA

La actriz uruguaya, radicada en España recuerda su llegada a la obra primero y a la película, la filmación y el carácter de clásico que adquirió

Imagen de la película "Esperando la carroza". Foto: Difusión
Imagen de la película "Esperando la carroza". Foto: Difusión

Pocas películas retratan la idiosincracia rioplatense como Esperando la carroza, sainete que se estrenó, hoy hace 35 años, el 4 de julio de 1985 en el cine Plaza. Los uruguayos ya conocían la obra de Jacobo Langsner que se estrenó en 1962 y se repuso en 1974 cuando estuvo en cartel siete año. Recién allí cruzó a Buenos Aires, donde repitió el éxito.

Es por eso que la historia es conocida (un par de hermanos, las cuñadas, otros parientes, alguna vecina metida) que piensan que están velando a Doña Cora, la matriarca algo despistada del clan. El elenco de superproducción e incluye a China Zorrilla, Juan Manuel Tenuta, Antonio Gasalla, Betiana Blum, Enrique Pinti, Darío Grandinetti y Andrea Tenuta, la veinteañera actriz que interpretaba a Matilde, la hija de la pareja que interpretaba Zorrilla y, casualmente, su padre. Hoy se puede ver en Netflix.

Esperando la carroza
Esperando la carroza, un clásico argentino. Foto: Difusión

Andrea Tenuta, quien en la versión cinematográfica interpretó a Matilde, conocía muy bien la obra y a su personaje. Había asistido al teatro decenas de veces cuando volvió a representarse con sus padres (su madre es Adela Gleijer) encabezando el elenco.

La actriz, que vive en España hace 20 años, habló con El País sobre cómo fue trabajar en un clásico.

Imagen de la película "Esperando la carroza". Foto: Difusión
Imagen de la película "Esperando la carroza". Foto: Difusión

—Ya conocías la obra.

—Trabajaba en la boletería del teatro en ese entonces, así que a Matilde me la sabía completamente de tanto por verla en Montevideo y después con mis padres haciéndola en Buenos Aires.

—¿Cómo llegaste a la película?

—No me acuerdo si me llamaron para el casting, pero si no me llamaron hice todo lo posible para entrar. Me llamó (el director, Alejandro) Doria para que fuera a la productora y allí estaba él y su equipo de producción. Lo miré y le dije: “¿Qué tal, soy Matilde”. El me miró, hizo una pausa que me pareció de un año y me dijo: “¿Estás haciendo teatro?”. Yo no estaba haciendo nada. “Entonces podés empezar el jueves”, dijo. De alguna manera estaba como predestinado y se me ocurre que Doria sabía que yo entendía el estilo.

Andrea Tenuta junto a Betiana Blum en "Esperando la carroza". Foto: Difusión
Andrea Tenuta junto a Betiana Blum en "Esperando la carroza". Foto: Difusión

—¿Cómo definís ese estilo?

—Era un humor que el cine argentino había hecho mucho -el sainete-, pero hacía muchos años que no se iba por ese tipo de actuación, que excede al naturalismo y que quienes hemos estudiado en Argentina es el tipo de actuación que más dominamos. Doria sabía que conocía el estilo y confió en mí. Era muy jovencita -no pienso decir la edad- y un poco mayor que Matilde, pero me parecía a ella.

—¿Cómo recordás el rodaje?

—Fue maravilloso, un recuerdo inolvidable y un aprendizaje profundo para mí. Duró lo que lo suelen durar, unos tres meses y antes se ensayó mucho.

—Y estabas rodeada de grandes.

—Cada persona de ese elenco era maravillosa y toda gente que admiraba. A China la conocía desde que nací, y eso ayudó a sentirme en familia aparte de estar con papá. Nos divertimos mucho. Y como Doria tenía todo muy clarito y también la pasaba bien. Fue todo sobre ruedas, algo que no siempre sucede. Teníamos un gran texto, y cuando eso pasa, es muy difícil que los actores no seamos muy felices. No había palabra que no estuviera puesta en un lugar maravilloso en toda la película. Fue un disfrute.

—¿Y con Gasalla cómo te llevaste?

—También lo conocía mucho porque trabajaba con Carlos Perciavalle que es como mi padrino. Era muy gracioso porque llegaba tres horas antes que los demás para sus cuatro horas el maquillaje así que cuando llegábamos estaba en el sillón de maquillaje, en general durmiendo. Roncaba mientras los maquilladores trabajaban porque no era solo la máscara, le ponían brazos y todo. No tuve ninguna escena con él, pero lo disfrutaba mientras estábamos en el fabuloso catering.

—¿El catering?

—Sí. De hecho, la comida era tan genial, que, si se fijan, si bien la película sucede en un día, hay escenas en las que estamos más gorditos. Muy buen catering, muchas milanesas y eso es algo para fijarse bien. Estábamos encantados pero, eso sí, más gorditos.

—La película tiene un tono crispado...

—Era un tipo de actuación relativamente crispada, distinta a lo que se había hecho hasta entonces, salvando de que se hacía en los años cuarenta pero se dejó de hacer porque se empezó a dominar el naturalism, un estilo de actuación completamente distinto. Por eso al principio hubo desconcierto en la crítica, pero el público dijo sí y para siempre.

—¿A que se debe el amor del público?

—Primero por Langsner que cualquier actor que se preciara lo quería. Luego Doria, que era (sigue siendo, ahí está su obra) un director al que todos adorábamos y respetábamos por su cine y televisión maravillosos. Que te convocara ya era una cosa increíble. Y luego la protagonista era China que es una infalible y Luis Brandoni, papá, Betiana Blum, una actriz inconmensurable, todo un elenco fantástico. Hasta el cameo que hace Cecilia Rossetto con ese personaje maravilloso.

—Y se volvió un clásico.

—Sí y los clásicos son atemporales. Y todo lo que subyace en esa familia sigue siendo igual, de alguna manera. Es que Jacobo sabe escribir clásicos.

—¿Qué es de tu vida?

—Vivo en España. No fue una decisión rápida: es que el amor que mueve montañas y aviones y cruza océanos. Fue una decisión personal muy pensada y clara, así que todo bien. Me traje un container con muchas cosas que vino por el mar y aquí estoy hace casi 20 años. Salió bien el movimiento, menos mal, porque en la literatura no siempre sale bien.

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