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Alan Parker, un director con una carrera personal que brilló con éxitos en los 80

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Alan Parker

Obituario

Falleció a los 76 años, Alan Parker, director de “The Wall”, “Mississippi en llamas” y “Evita”, uno de los grandes creadores del cine británico

Alan Parker
Alan Parker, 1944-2020

Solo con los primeros 10 minutos de Expreso de medianoche, Alan Parker se habría ganado un lugar entre los grandes directores de su tiempo. Es el momento en el que aun sabiendo que a Bill Hayes, el personaje que interpretaba Brad Davis, la aduana turca le va a encontrar el hashish que lleva pegado a su cuerpo y eso va a hacer que su vida sea horrible no podemos dejar de estar tan nerviosos como el pobre incauto.

Parker consiguió eso con un uso del montaje, sonido ambiente, música (es de Giorgio Moroder y ganó un Oscar), puntos de vista y encuadres. O sea todos los recursos a su disposición para conseguir uno de las grandes secuencias de tensión del cine. Y apeló, cierto, a todos sus efectos manipuladores.

Parker, cuya última película fue La vida de David Gale en 2004, falleció después de padecer “una larga enfermedad”, según anunció ayer su familia.

Pero además de Expreso de medianoche (que es de 1978 y se puede ver en NSNow de Nuevo Siglo), Parker, quien falleció ayer a los 76 años, deja un montón de clásicos. Los esparció en varios géneros: principalmente el musical (Bugsy Malone, Pink Floyd: The Wall, Fama, Camino a la fama, Evita) pero también el drama histórico (Mississippi en llamas, Bienvenido al paraíso), el drama a secas (la durísima Las cenizas de Angela, Alas de libertad) y hasta el cine noir (Corazón satánico).

Cualquiera que haya sobrevivido a la década de 1980 con cierta inquietud por el cine, sabe de su presencia en aquellos años. Parker, nacido en Londres en 1944, perteneció a la generación de directores británicos salidos de la publicidad. Sus compañeros de promoción eran gente como Tony y Ridley Scott, Hugh Hudson, entre los que Parker destacaba por cierto espíritu joven y cinéfilo que sabía mantenerse personal incluso en los más hostiles territorios del mainstream. Los otros no necesariamente lo consiguieron.

Es que él, de alguna manera, era heredero, de otros compatriotas suyos de la generación anterior como Nicholas Roeg y Ken Russell, aunque más aplacado. Era, además, mejor que esos dos. Bueno, por lo menos que Russell.

En su cine había una preocupación realista probablemente legada del sink realism británico de la década de 1960. De allí tomó una preocupación por el desvalido, y por las historias humanas más allá de sus inquietudes artísticas y comerciales.

A pesar de esa cosa humanista de su cine, era capaz de manejarse con las exigencias de los grandes presupuestos y las estrellas. Su paso por Buenos Aires para filmar su Evita con Madonna, demostró su capacidad para administrar proyectos de esa calaña. Resultó, igual, una película decepcionante.

Su principal misión, más allá de otras inquietudes, era entretener al público y solía ser duro con la crítica, que miraba con desdén sus inquietudes comerciales. Sus películas, en general, fueron éxitos de taquilla prolijos y llamativos.

Tuvo dos dominaciones al Oscar (por Mississippi en llamas, Expreso de medianoche), un par de premios Bafta (incluyendo uno por su obra en 2013) y hasta el Premio Especial del jurado de Cannes (por Alas de libertad). En 2002, la reina Isabel II le concedió el título de Caballero del Imperio Británico por su contribución al mundo del arte. En 1998 fue presidente del British Film Institute (BFI) y dos años después fue el primer presidente del UK Film Council.

En 2003 se retiró de la dirección. “La verdad es que, a medida que envejezco, la atracción de estar de rodillas en el lodo de Mississippi está cada vez menos presente”, le dijo a The Guardian, años después. “Hacer cine es un trabajo físicamente difícil. Tengo un hijo de ocho años y lo veo todos los días. Nunca estuve allí para mis cuatro hijos adultos; Siempre estuve rodando en alguna parte. Ese ya no es el tipo de vida que quiero”.

A esa altura, ya había dejado una obra inmensa que, aunque caprichosamente se pueda resumir en 10 minutos de Expreso de medianoche, nos ha regalado un montón de momentos cinematográficos. Y esos son los indispensables.

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