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El tributo a un pintor del sol y el tambor

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La hija del artista estuvo en el espectáculo homenaje. Foto: Ana Laura de Brito.

Hace apenas un año, cuando se conocía la noticia del fallecimiento de Carlos Páez Vilaró ya se vislumbraba que su comparsa, con la que había desfilado por última vez en las llamadas días antes de su muerte y acompañado por su hija Agó, le rendiría homenaje en su próximo espectáculo.

Así llegó este carnaval, y ese tributo que era más bien un compromiso para la comparsa a la que tanto amor había prodigado el artista. La agrupación tendría que ponerse al hombro el desafío y lograr un espec- táculo digno del artista homenajeado y competitivo.

Hacer un espectáculo de este tipo, en clave de candombe y sin caer en lugares comunes era un reto enorme y C1080 lo asumió con una sutileza y una fineza escénica y textual envidiables.

El espectáculo es una mirada a algunos momentos importantes de la vida del pintor en primera persona. Textualmente es despojado y resuelve visualmente la mayoría de sus pasajes. El show comienza con un fragmento de la poesía de Vilaró, Ceremonia al sol y un primer tema dedicado a los amaneceres en Casapueblo, con una exquisitez escénica que se sostiene a lo largo de la puesta en escena.

En el recorrido se pone énfasis en momentos de la vida del artista, como su viaje a África como primer punto de contacto con la raza negra; su llegada al conventillo del Mediomundo, su encuentro con Juan Ángel Silva —creador de Morenada— y primer vínculo de Páez Vilaró con el candombe. También, claro, la tragedia de los Andes que tuvo a su hijo como uno de los protagonistas. Todo se resuelve en escena con muchísima creatividad y alto contenido emotivo, trasuntando constantemente su vínculo con las artes plásticas.

El episodio andino es planteado a través de los tambores, y realmente el aire se congela durante la escena que dura poco más de tres minutos y resume 72 días de búsqueda. En esos tres minutos el tambor va generando un clima increíble, que solo se corta cuando aparece la voz grabada del propio Páez Vilaró leyendo la lista de sobrevivientes.

La comparsa resuelve todo en escena de manera brillante para llegar a un final emocionante. El cuadro de cierre de este espectáculo centra su atención en un inmenso lienzo blanco ubicado en el centro del escenario, y es la propia hija de Carlos Páez Vilaró quien pone cierre al espectáculo pintando en escena el sol, ese sol que distinguirá a su padre a pesar del paso del tiempo. Todo termina con la comparsa vestida en un impecable blanco que emula la pureza del paraíso concebido por Vilaró, y las emotivas palabras de su hija recordándolo y homenajeándolo con alegría

Agó Páez, que por primera vez sube a un escenario en carnaval, le rinde tributo a su padre en una puesta en escena que podría perfectamente ser elegida como la mejor espec- táculo del Carnaval. Habrá que ver si el jurado coincide.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
La hija del artista estuvo en el espectáculo homenaje. Foto: Ana Laura de Brito.

La comparsa C1080 rindió homenaje a Carlos Páez Vilaró

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