Quizá por no ser arquitectos, Ramón Bello y Alberto Reborati revolucionaron la arquitectura, uruguaya y mundial. La empresa constructora que llevaron adelante entre 1921 y 1940, sembró por Montevideo centenares de viviendas que son ejemplo de fantasía y creatividad. Mi favorita está en Gonzalo Ramírez y Juan Paullier.

Bello y Reborati no ahorraron imaginación para producir viviendas de clase media acomodada, en las que (como en un juego de armar) montaron resoluciones de las más variadas estéticas, desde elementos árabes hasta todo tipo de arcos, columnas, logias, balcones, aleros y demás. Se dice con razón que su obra es un antecedente de la arquitectura posmoderna.

Para eso, fueron un modelo de organización empresarial. Tuvieron hasta 2.000 empleados que fabricaban los insumos de carpintería, herrería, ladrillos, cerámicas, y todo lo que demandaba su eclecticismo estético. Esas viviendas, que compraba esa clase media ascendente, ofrecían una fachada subrayada en carácter, que de algún modo mezclaba muchas veces referencias de la historia de la arquitectura europea. Eran como un compendio de fantasía arquitectónica. Algunas son como meter en una pequeña fachada un conjunto enorme de lenguajes, lo mejor armonizado posible. Otras están dominadas por el art decó o la arquitectura náutica. Hay tres ejemplos preciosos en Cavia y Ellauri. A veces tienen un aire veraniego, dado que la mayoría están en Pocitos y Punta Carretas, cuando estos barrios se sumaban a la capital. Otra mezclan algo de los chalets normandos con elementos de las villas italianas a cottages ingleses.

Pero la de Gonzalo Ramírez y Paullier tiene algo más, que la hace particularmente interesante. A la edificación original se le construyó posteriormente un edificio de apartamentos de 10 pisos, que si bien contrasta en estilo, armoniza perfectamente con la antigua construcción. Así, pasado y presente conviven con elegancia. Un ejemplo aislado que la arquitectura uruguaya tendía que repetir con mayor frecuencia.

OJO DE PLÁSTICO